Martin Garitano Periodista
Las garrapatas se ensañan
Dice Joseba Egibar a las gentes de la izquierda abertzale que no es de recibo el «ensañamiento» con su partido en las protestas por la ilegalización masiva de candidaturas electorales. Dice Egibar, con sus propios términos, que no debiera el independentismo vasco caer en la tentación de observar sólo los árboles y perder así la perspectiva del bosque; que son PSOE y PP los responsables directos del tocomocho electoral y que es a ellos a quienes debieran pedir cuentas los ciudadanos víctimas de la mayor estafa electoral habida en Europa en las últimas décadas. No le falta razón al jelkide guipuzcoano al señalar la responsabilidad máxima y última de los dos partidos representantes del nacionalismo español. El conflicto viene de antiguo y a nadie se le escapa la violencia de sus embestidas contra el independentismo vasco. No hace falta que lo diga Egibar. Mejor lo saben quienes lo vienen pade- ciendo durante muchos años
Hay, sin embargo, un matiz que el dirigente jelkide deja escapar en su observación. Y es que nada sería como es en la estrategia represiva de PSOE y PNV sin la acreditada lealtad de su propio partido. Entiendan la lealtad en este caso como el más puro ejercicio del servilismo y la complicidad, ingredientes de primer orden para que la estrategia dise- ñada por las fuerzas vivas del Estado español para su reorganización sea operativa.
Así sucedió en los oscuros tiempos de Ardanza y Atutxa, cuando tal leal colaboración tomó forma de Pacto de Ajuria Enea y aislamiento político de la izquierda abertzale. Era conveniente aislarlos para luego apalearlos de forma discriminada. De aquellos polvos vinieron los lodos que todos recordamos. Y así sucederá también ahora, cuando Josu Jon Imaz fuerza el timón del jelkidismo para llevarlo, sumiso, a Madrid y entregar allí el borrador de un nuevo «Pacto Antiterrorista» con el que combatir, sin contemplaciones, a las «garrapatas» que le incordian.
Empezaron a «cautivar» a España y terminaron, por el momento, ofreciendo más cautivos al nacionalismo español. A ese nacionalismo que niega el pan y la sal a quien defienda su derecho, al nacionalismo español con el que la actual dirección del PNV tan a gusto se codea, con el que tanto se identifica. Decía Imaz que cautivaría a España y ha terminado hipnotizado por la vieja cascabel de Rubalcaba. Aunque a Egibar no le guste demasiado.