CRíTICA cine
«El violín»
Mikel INSAUSTI
Él es el único que posee el instrumento adecuado para amansar a las fieras, a la vez que es capaz de transmitir un sentimiento de paz cuando se desplaza lentamente monte arriba sobre su burrita. Pero las cuerdas de su violín, de tanto tensarse, acaban por romperse, porque el oficial enemigo, aparentemente melómano, resulta tener orejas en lugar de oído musical.
El sacrificio del anciano no será en vano y su nieto heredará sus canciones tradicionales, sin que nadie pueda acallar esa voz que nace de las raíces mismas de la tierra y pasa de generación en generación.
Francisco Vargas ha hecho una película de poesía salvaje, gracias a la conexión telúrica que el octogenario Angel Tavira mantiene con su entorno natural, como continuación del trabajo de pura antropología musical que juntos iniciaron en su anterior colaboración documental.
Las sabias palabras del bardo manco del estado de Guerrero surgen del cancionero popular, lo mismo que sus atemporales melodías rasgadas y rompedoras, creando una arrolladora personalidad testimonial en cada gesto y en cada golpe de arco dado con el muñón.
La fuerza vital de este gran hombre encuentra todo un caudal expresivo en la áspera fotografía en blanco y negro, culpable del realismo sobrecogedor de la cinta.
En «El violín», el planteamiento estético es tanto o más contundente que el ideológico, ya que parte de una anécdota argumental mínima, un cuento revolucionario narrado en un lenguaje que también lo es.
Dirección, guión y producción: Francisco Vargas.
Fotografía: Martín Boege Paré.
Música: Cuahutémoc Tavira y Armando Rosas.
Vestuario: Rafael Ravello.
Montaje: Francisco Vargas y Ricardo Garfias.
Intérpretes: Don Ángel Tavira, Dagoberto Gama, Gerardo Taracena, Mario Garibaldi, Fermín Martínez, Silverio Palacios, Justo Martínez.
País: México, 2005.
Duración: 98 minutos.
Género: Drama político.