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ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA

Si fuera como dirá hoy Mariano...

Es probable que la información que antecede a estas páginas se convierta hoy en uno de los ejes de campaña. A buen seguro el PP se encargará de ello. Pero lo hará deformando la realidad. La cuestión no son los compromisos que pudo adquirir el Partido Socialista con la izquierda abertzale, sino su incumplimiento. Si las cosas fueran como Mariano Rajoy dirá hoy, estaríamos cerca de la paz definitiva.El Gobierno ha hecho lo que el PP le pide que haga, intentar obtener el fin de ETA a cambio de nada. Es un error, pero esos son los hechos. Y, sin embargo, el PP le acusa de todo y trata de cobrárselo en votos

Iñaki IRIONDO

Visto lo ocurrido la pasada semana, todo hace presagiar que la información que hoy publica GARA sobre los compromisos adquiridos por el Partido Socialista y la izquierda abertzale a finales de mayo del pasado año será uno de los ejes de los discursos políticos del día. Y, como es habitual, el Partido Popular tratará de aprovecharlo para atacar a José Luis Rodríguez Zapatero y al PSOE.

Lo que ocurre es que a fuerza de no distinguir los molinos de los gigantes, ver armas de destrucción masiva donde no las había, defender que cada cual conduzca con las copas de vino que le quepan entre pecho y espalda y asegurar que todo el que no comulga con las hostias de la FAES es que está a favor de ETA, el PP ha ido distanciándose de la realidad y construyendo a su medida un mundo de fantasía o de pesadillas, según se mire.

Mariano Rajoy volverá a acusar hoy a José Luis Rodríguez Zapatero de «claudicar ante los terrorista», de estar «engañando a los españoles» y, si le apuran, de estar vendiendo Navarra y la propia España. Sin embargo, la acusación que puede hacerse al Partido Socialista es precisamente la contraria: la de no haber cumplido los compromisos mínimos adquiridos; la de no haber comenzado a dar los primeros pasos que cualquier experto en resolución de conflictos recomienda para hacer avanzar un proceso tan complicado como éste.

Si las cosas fueran realmente como las dibujan Mariano Rajoy o José María Aznar, si todo lo que han dicho durante el último año fuera cierto, Euskal Herria y el Estado español estarían a un paso de alcanzar la paz definitiva. Lamentablemente, no es así. En parte, por la presión a la que el PP y sus altavoces han sometido al Ejecutivo de Zapatero. Pero, sobre todo, por las propias inseguridades y errores del inquilino de la Moncloa, quien seguramente tampoco ha elegido bien a sus consejeros dentro del mundo del nacionalismo vasco gobernante. Nunca debió creer a quien le aseguraba que si ETA volvía a atentar la izquierda abertzale se desmoronaría como un azucarillo en un vaso de agua. En materia tan delicada, partir de premisas falsas siempre altera el resultado final.

Si el proceso acaba por fracasar será porque el Gobierno español ha querido obtener el adiós a las armas de ETA a cambio de nada, que es exactamente aquello que le reclama el PP que haga. Y, paradójicamente, el PP no para de acusarle de alta traición, para intentar hacerle pagar un coste electoral por pasos que no ha dado.

En cualquier caso, el PSOE tiene poco de lo que quejarse. Él mismo ha alimentado el discurso de que «la paz no tiene precio político», expresión que pone los pelos de punta a cualquier conocedor de los mecanismos internos comunes a todos los procesos de resolución de conflictos.

Tras el anuncio de alto el fuego de ETA el 22 de marzo de 2006, cabía imaginar que los tiempos muertos que anunciaba el Ejecutivo español antes de dar ningún paso se correspondían con la necesidad de ir concienciando a la opinión pública sobre las dificultades que entrañaba una operación de estas características que, como explican los expertos en la materia, exigen a todas las partes compromisos, asunción de riesgos y conciencia de que cada cual ha de perder algo para que todos puedan salir ganando.

Pero, en cambio, el PSOE trató de vender la moto de que la paz se podía conseguir «gratis total», y el mensaje caló entre una sociedad manipulada que ahora ve como cesiones y traiciones cualquier mínimo movimiento de sentido común.

El pasaje sobre las reuniones con la izquierda abertzale que hoy revela este diario es paradigmático de la forma de negociar que tiene el PSOE: cuando le acucian los plazos -cabe recordar que ocho mahaikides tenían una incierta cita con Fernando Grande-Marlaska en la Audiencia Nacional el 31 de mayo- promete lo que sea, para salir del paso, y luego ya se verá.

De ello pueden dar testimonio tanto congresistas y senadores del PNV como los responsables de Hacienda del Gobierno de Lakua. Todavía están esperando que se cumplan las promesas que sobre la renovación del Concierto Económico les hicieron para que votaran a favor de los presupuestos generales del Estado. En la hemeroteca están los logros que Josu Erkoreka y Josu Jon Imaz decían haber alcanzado. Eran mediados de octubre y estamos cerrando mayo.

De en qué quedan las promesas de Rodríguez Zapatero saben también mucho los nacionalistas catalanes.

El presidente del Gobierno español debió pensar que si había toreado a CiU y ERC, podría hacerlo con la izquierda abertzale, pero no contaba con que dirigentes que han militado en la clandestinidad, han sufrido la tortura y la cárcel, padecen todas las incomodidades de la persecución política y ninguna de las prebendas que en otros partidos se concede a sus líderes -cargos, sueldos...- no iban a cambiar los principios políticos por su propia comodidad.

Y por esos errores de concepto del Ejecutivo español y del partido que lo sostienen se ha llegado a la situación actual. Por una parte el proceso aparece bloqueado (ya lo estaba antes del ataque contra la T-4), las elecciones se celebran en condiciones antidemocráticas que van a lastrar la próxima legislatura en ayuntamientos, Juntas Generales y el Parlamento de Nafarroa, y la izquierda abertzale está cabreada porque no se le permite participar en igualdad de condiciones. Al mismo tiempo, por otro lado, la derecha acusa (o amenaza, no se sabe bien) a Zapatero de estar creando las condiciones necesarias para otro levantamiento militar como el del 18 de julio de 1936, mientras España camina hacia su balcanización, como diría José María Aznar.

Por todo ello sería necesario que a la vuelta de las elecciones el proceso se retome corrigiendo los errores del pasado. Los compromisos que se plantearon hace un año podrían ser una buena base.

Al margen de la voluntad que hoy pueda tener el Gobierno español para ello, no cabe duda de que en la Moncloa -y en Sabin Etxea- el domingo estarán muy atentos a los resultados de la izquierda abertzale. Unos buenos números pueden ser la mejor contribución a que, por fin, los temores del PP se conviertan en realidad. Ganaríamos todos. También Rodríguez Zapatero. Y hasta Mariano Rajoy.

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