Puntos de atención para una noche de números perversos
Elecciones municipales, al Parlamento foral, a Juntas Generales... muchos números para mirar de golpe esta noche. Sin embargo, sí hay algunos puntos en los que convendría fijarse a la hora de leer los resultados de las urnas en estos comicios alterados por las ilegalizaciones.
Iñaki IRIONDO
Al lector de GARA no se le escapa que uno de los elementos esenciales a la hora de analizar los resultados que deparen las urnas esta noche será comprobar cuál es el comportamiento de la izquierda abertzale tras cuatro años de ilegalización. Hay que recordar que fue en las anteriores elecciones municipales y forales cuando se vio forzada a la búsqueda de votos que, en su inmensa mayoría, serían luego anulados.
Habrá que ver, por tanto, qué efecto han tenido estos cuatro años en los que este sector político ha mantenido una actividad pública visible, pero al mismo tiempo se ha visto obligado a adoptar dinámicas internas más propias de la clandestinidad. Sus dirigentes están sometidos a seguimientos continuos y algunos de ellos han pasado periodos en la cárcel, una amenaza que vuelve a pender sobre sus cabezas.
En estos cuatro años se ha despertado además la ilusión de un proceso de normalización democrática, que parecía asentado en elementos firmes, pero que los incumplimientos de compromisos han colocado en una situación que en estos momentos es sumamente delicada.
Con todo ello, el «ensayo general» de estos comicios, que fue la recogida de firmas para la presentación de agrupaciones de electores, se saldó con un resultado sumamente positivo -83.501 personas dieron el paso de acudir al notario o al ayuntamiento para «contaminarse» públicamente- y también dejó un buen sabor de boca entre los responsables de la izquierda abertzale la capacidad demostrada para la confección de listas en prácticamente todos los ayuntamientos a lo largo y ancho de Euskal Herria.
Ni que decir tiene que pendientes de recontar los votos de la izquierda abertzale estarán también los estrategas del Gobierno español, que necesitan conocer qué efecto está teniendo sobre la ciudadanía vasca su campaña para intentar desmovilizar y desmotivar al independentismo.
Otro punto de atención esta noche serán los resultados de las elecciones al Parlamento de Nafarroa. En otras condiciones, lo que sucediera en estos comicios y las negociaciones y acuerdos a los que hubiera podido obligar podrían haber constituido un elemento catalizador para un profundo cambio que afectara a las bases mismas del conjunto de Euskal Herria. ¿Qué hubiera ocurrido si en una dinámica de proceso de paz en marcha las negociaciones hubieran tenido que contar con la izquierda abertzale como fuerza institucional? Sin embargo, esa posibilidad se ha visto cortada de raíz. Ni el proceso avanza ni a la izquierda abertzale se le ha permitido comparecer.
Pese a ello, las elecciones al Parlamento foral tienen el interés de saber si el tándem UPN-CDN pierde la mayoría absoluta y, por tanto, se abre la posibilidad de una alternancia en el gobierno. Alguien podrá decir que quitar a Miguel Sanz de la presidencia no es poca cosa. Y es cierto. Pero más importante hubiera sido si se hubiera hecho en un contexto diferente.
En cualquier caso habrá que recordar también que Nafarroa ya ha conocido periodos de Gobierno del PSN y cuáles fueron sus consecuencias.
El factor diferenciador en esta ocasión es la presencia de Nafarroa Bai, que intenta aglutinar el voto vasquista del herrialde. Pero su mensaje durante la campaña ha estado más centrado en buscar el cambio de Gobierno que en reivindicar las señas de identidad comunes de todos los abertzales. Como ejemplo ahí están las declaraciones de la candidata a la alcaldía de Iruñea, Uxue Barkos, que ha dicho que no colocará la ikurriña en el balcón municipal para no enfrentar a la ciudadanía. Lo que no se sabe es qué hará con la bandera española.
Y, entre tanto, Fernando Puras, del PSN, mantiene un discurso que en nada debiera incomodar a UPN, pues repite una y mil veces que no piensa alterar el actual estatus de Nafarroa. Lo que sucede es que la derecha navarra no teme, pese a lo que dice, que el PSOE vaya a vender Navarra, a lo que tiene pánico es a perder el poder y todo lo que ello supone.
En cualquier caso, en los últimos meses se han podido comprobar que Nafarroa es cuestión de Estado, por lo que habrá que estar muy atento a los movimientos postelectorales.
Algo parecido ocurrió en Araba hace cuatro años. De vuelta de la experiencia de Lizarra-Garazi, el nacionalismo español, representado entonces por PP, UA y PSE, entendía que mantener el poder en las instituciones alavesas era una cierta garantía frente a una coalición PNV-EA cuyo discurso en aquellas fechas estaba concentrado en lo que se conocía como Plan Ibarretxe, que tenía entre sus elementos esenciales el derecho a decidir de la ciudadanía vasca.
En ese contexto, si bien la coalición PNV-EA resultó la claramente vencedora tanto en número de escaños como de votos (aventajó en 12.000 papeletas al PP y en 24.000 al PSE), al final se impuso la coalición nacional española para investir diputado general a Ramón Rabanera.
En aquella ocasión ya hubo algún conato de insumisión en las filas del PSE y el candidato del PP no tuvo más apoyos que los estrictamente necesarios. Javier Rojo era entonces la cabeza visible del PSE en Araba y había insistido en la necesidad de no ceder gratuitamente la Diputación y el Ayuntamiento al PP, sino la de buscar algún reparto de cargos. Pero se impuso la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero, en sintonía con el llamado Pacto Antiterrorista que imperaba en aquellas fechas.
Hoy las relaciones entre PNV y PSE han mejorado de manera muy sustancial, hasta el punto de que tanto Javier Rojo -presidente del Senado- como José Luis Rodríguez Zapatero -presidente del Gobierno español- no ahorran elogios hacia Josu Jon Imaz y el cambio de timón que ha dado al PNV.
En este contexto, aunque ambos partidos se cuidan muy mucho de adelantar nada al respecto, a nadie podrá extrañarle que en función de los resultados, PNV y PSE alcancen algún tipo de entendimiento en Araba que dé marcha atrás hacia los largos años de cooperación institucional entre los dos partidos. Algunas encuestas dan al PSE la posibilidad de ser el partido más votado en Gasteiz y el PNV siem- pre es un valor seguro en el conjunto del herrialde.
Plenamente consciente de ello, el PP ha apretado el acelerador en la recta final de su campaña y no ha dudado en atacar directamente al PSE y al nacionalismo vasco tanto en cuñas radiofónicas como en folletos repartidos por todos los buzones. La derecha española vuelve a los tópicos habituales -los que en sus inicios explotó con muy buenos resultados Unidad Alavesa- y trata de asustar al electorado declarando que el nacionalismo vasco quiere imponer el euskara obligatorio en la educación (en lo que la Diputación y el Ayuntamiento tienen pocas competencias) o que el voto al PSE servirá para acabar con la Caja Vital y que los ahorros de los alaveses sean gestionados «desde Bilbao».
Además, el actual alcalde y presidente provincial del PP, Alfonso Alonso, ha dejado caer que si no es el candidato más votado no se presentará a la reelección. Se trata, sin duda, de un intento de movilizar a los indecisos, que puede resultar útil en el caso del Ayuntamiento, pero que podría generarle complicaciones al PP si se pretende que tampoco Javier de Andrés opte al cargo de diputado general si no es el más votado.
En las últimas elecciones municipales y en las encuestas PP y PNV han tenido resultados muy ajustados, aunque en aquella ocasión los jeltzales iban acompañados de EA, lo que ahora no sucede.
Cuál será el futuro de EA es otro de los puntos clave que se dirimen en estas elecciones. Desde 1999 este partido ha concurrido en coalición con el PNV en las elecciones municipales (en la mayoría de las principales localidades), en las forales y en las autonómicas. Es decir, en todos aquellos comicios en los que estaba en juego la posibilidad de tocar poder.
Según las encuestas, EA quedaría reducida a un partido guipuzcoano, aunque desde la formación de Errazti aseguran que los sondeos siempre les son desfavorables, y la verdad es que algunos ejemplos pueden dar de ello hasta el punto de que se podría hablar de los excesos de cocina que se dieron, por ejemplo, en las generales del 2004, donde se auguraba que Begoña Lasagabaster perdería su escaño en beneficio de Aralar y, al final, EA casi le dobló en votos.
Pero a nadie se le escapa que, al margen de las encuestas, la apuesta de EA es sumamente arriesgada, con el agravante de que la decisión se adoptó primero en una Ejecutiva casi partida por la mitad. Y la fase de resolución en las bases se alargó durante meses, hasta acabar en un Congreso que tuvo más sabor a moción de censura contra la dirección que a votación final sobre la coalición.
En cualquier caso, la decisión de las bases fue nítidamente favorable a concurrir en solitario a las elecciones. Probablemente porque ésta era ya la última oportunidad de dar ese paso, aunque supusiera saltar al vacío. Seguir en coalición hubiera conllevado la necesidad de sellar una unión de hecho que ya exigiría buscar algún tipo de fórmula organizativa de entendimiento estable.
Paradójicamente todo indica que el mayor peso institucional de EA se va a concentrar en Gipuzkoa, el herrialde en el que mayoritariamente se apostaba por la coalición y donde los sectores críticos dominan.
En todo caso, como no hay mal que por bien no venga, el líder de EA en Gipuzkoa y candidato a diputado general, Iñaki Galdós, al menos podrá estar ahora agradecido de no tener que compartir candidatura con un PNV que en los últimos meses se ha visto envuelto en dos escándalos. El primero -que afectó a Jon Jauregi y que muchos jeltzales sostienen que se activó desde el propio PNV- le forzó a cambiar a última hora de candidato a diputado general. El de ahora -relacionado con la corrupción en la delegación de Hacienda de Irun- es probable que tenga una importante repercusión electoral para los jeltzales.
Las elecciones de hace cuatro años, las primeras con la izquierda abertzale fuera de la ley, se presentaron como «el principio del fin». Por tanto, uno de los centros de interés de esta noche será saber si se cumplen aquellos vaticinios o sigue teniendo suelo sólido.
Las encuestas le conceden una expectativa de voto por debajo de la que ambos sumaron hace cuatro años, aunque sumar fuerzas le puede permitir arañar algún escaño más. Todo hace indicar que lo más difícil empezará mañana, al gestionar los resultados.
Los comicios llegan marcados por que ni el proceso avanza ni a la izquierda abertzale se le permite presentarse. Pero sigue siendo cuestión de Estado, así que habrá que estar atentos a los resultados y a los movimientos postelectorales.
A nivel estatal, tanto Zapatero como Rajoy se han implicado a fondo en la campaña, y esto confiere a los comicios un aire de primera vuelta sobre las generales. Además, el PP leerá con lupa sus resultados en Euskal Herria para ver los réditos de su estrategia.