Joseba Sobrino 2007/5/24. Euskal Herria. DEIA
Teoría y práctica del pluralismo político
(...) Pluralismo no es aceptar variaciones que no pongan en cuestión los principios y valores fundamentales de la organización política y social. (...)
Pluralismo no es situar determinados elementos de naturaleza simbólica (la monarquía sin ir más lejos) fuera del ámbito de lo democráticamente disponible por los ciudadanos en nombre de historias o tradiciones que no fueron más libres ni más democráticas. Pluralismo no es, en definitiva proclamar que frente a la «indisoluble unidad de España», no quepa la defensa libre, pacífica y efectiva de otras posibilidades distintas.
El pluralismo se pone a prueba realmente cuando cabe defender, y eventualmente conseguir, aquello que repugna más profundamente nuestros principios y sentimientos básicos. (...)
Algunos han vaciado, sin embargo, esa apelación constitucional al pluralismo. Han proclamado inadmisible que beneficie a quienes pretenden presuntamente socavar sus esencias y desvirtuar sus principios y valores. Pero de eso se trata precisamente, de que se admitan los proyectos alternativos en teórica igualdad de condiciones (...)
Han proclamado algunos también que se debe renunciar a la violencia como condición de participación legítima en el juego democrático. Pero para renunciar a la violencia hay que haberla practicado primero (...)
Además la opinión mayoritaria española y sus órganos judiciales representativos han atentado de otra manera también contra el pluralismo, a través de la tesis de la «contaminación». En este particular apartado, y esperemos por el bien de nuestros derechos humanos que no se traslade a otros (...)
Recordaba M. Unzueta el parecido de todo esto con la Inquisición. No hay mejor retrato de a dónde nos puede llevar. A un pluralismo como el de la Iglesia católica de aquellas épocas. Con etiqueta democrática, eso si. Y en nombre de nuestro propio bien. Eso no ha cambiado.