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Maite SOROA

Al final, todo seguirá igual

A la vista de los resultados del domingo, alguna luz roja se ha debido de encender en las oficinas de estrategia del nacionalismo español, lo que ha dado como resultado que tres medios con diferente prisma, lleguen a parecidas conclusiones. En lo tocante a Nafarroa, al menos.

En «Diario de Navarra» advertían a Fernando Puras que «con acuerdo presupuestario, gobierno de coalición o pacto de legislatura, cualquiera que sea la fórmula los partidos constitucionalistas están obligados a entenderse por un compromiso con el sentir de la mayoría del electorado. Así lo hicieron saber ayer también los principales agentes sociales. El PSN tiene en su mano atender esta demanda o dejarse llevar por los cantos de sirena nacionalistas, cuya meta no es otra que finiquitar el actual estatus de Navarra. UPN y PSN siempre han declarado su compromiso institucional con nuestra comunidad. Ahora les definirán sus pactos y no sus palabras».

Se pueden imaginar que en «El Mundo» las cosas no iban por otros derroteros: «habida cuenta de que se hace muy difícil pensar que Miguel Sanz, cabeza de la lista más votada, vaya a ceder la Presidencia a la tercera fuerza política, el PSOE se encuentra en una endiablada encrucijada. Si cayera en la ten- tación de pactar con Nafarroa Bai -único acuerdo que podría garantizarle la Presidencia- el precio lo pagaría caro en el resto de España, cosa que no puede permitirse Zapatero debido a los magros resultados en las municipales. Tampoco la Alcaldía de Pamplona puede entrar en la danza de los pactos, puesto que la alternativa a UPN pasa por contar con el apoyo de los concejales de ANV y el PSOE ya negó ayer que vaya a pactar nada con los testaferros de Batasuna». Se empieza a complicar el panorama.

Y hasta «El País» le ponía las cosas difíciles al pobre Puras y le hacía notar que «para desalojar a la UPN -que le saca 20 puntos-, el PSN tendría que pactar con los nacionalistas de Nafarroa Bai, que son ahora la segunda fuerza. Ello tendría un coste interno, pero podría resultar asumible si, de acuerdo con IU, convence a los nacionalistas de que el programa de Gobierno deberá excluir cualquier cuestionamiento del marco institucional. La cosa se complicaría si Na-Bai pretendiera incluir en el acuerdo al Ayuntamiento de Pamplona, en el que la alternativa a UPN requeriría del apoyo de los dos concejales de ANV, pantalla de Batasuna. En ese caso, los socialistas navarros, por puro instinto de conservación, tendrían que olvidarse de cualquier acuerdo, y aplicar el plan b: abstenerse, y dejar gobernar a UPN en minoría». ¿Y el cambio? ¿Dónde queda lo del cambio?

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