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Jose Luis del Val Altuna Ibarrangelu

Simplemente militantes

Nos hemos acostumbrado a que traten a los afectados por la violencia del Estado y a sus familias de terroristas. En todas las latitudes los defensores de la libertad y la justicia han tenido que soportar ese término descalificador. Terroristas fueron en su tiempo Mandela, Yaser Arafat, los miembros de la resistencia francesa contra el fascismo, los luchadores argelinos en la ocupación francesa, los voluntarios del IRA y un largo etcétera. Actualmente se ven involucrados en ese calificativo numerosos colectivos y movimientos de liberación: Chechenos, Hamas, Hizbula, resistentes afganos e iraquíes y, cómo no, los componentes del llamado MLNV.

Pero más preocupación nos produce el discurso «más o menos bienintencionado» de los defensores «de todas las víctimas». Estos, bajo el pretexto de la existencia de unos elementos comunes a todos los afectados por la violencia, como el sufrimiento compartido y la presencia de un conflicto, intentan buscar una equivalencia común entre colectivos distintos.

Cuando recientemente, en uno de esos desfiles patrióticos españoles, las autoridades amagaron un simulacro de reconciliación al obligar a desfilar juntos a un falangista y un republicano las críticas llovieron, sobre todo del lado de los vencidos. Indignación lógica puesto que sigue existiendo un abismo entre los defensores de la libertad, la justicia social y la igualdad y sus depredadores. Porque entre el opresor y el oprimido se interpone una línea humana infranqueable. Y el paso del tiempo no puede borrarla. Nosotros pensamos que mas allá de la similitud ente víctimas se encuentran los principios, los ideales y las causas justas de una lucha. Por esa razón sigue habiendo una distancia infinita entre los defensores de nuestra nación, sus libertades y sus de- rechos y aquellos que los niegan. Nadie nos podrá impedir, por lo tanto, que queramos y agradezcamos el sacrificio ofrecido por nuestros militantes y los distingamos claramente del papel cumplido por los servidores del Estado. Esta carta es un homenaje a Jon Erezuma y Joan Carles Monteagudo.

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