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GARA en los Balcanes

«Uno de los grandes errores de la antigua izquierda fue su ignorancia respecto a la cuestión nacional»

Milan M. POPOVIC

Profesor de derecho y ciencias políticas en la universidad de Montenegro

Iñaki SOTO | PODGORICA

Nuestro encuentro con Popovic es en la facultad de derecho de la Universidad de Montenegro, en Podgorica. Como él mismo comenta, se trata de una Universidad pequeña pero, como recuerda con un sonrisa, «de todos modos, como dice la famosa frase, small is beautiful! Esa es nuestra idea ¿No es así?» pregunta, cómplice. Ese comentario expresa una parte importante de su pensamiento.

Si hace pocos días, en relación con el congreso del partido de Djukanovic (DPS) utilizábamos la metáfora de los tiburones para explicar las sensaciones que transmitía la clase dirigente montenegrina, el profesor Milan M. Popovic representa los peces de colores del Acuario político de Crna Gora. Como en la mayoría de los aquariums, los tiburones son la máxima atracción. Sin embargo, tras una breve pero intensa estancia en Montenegro, pensamos que los peces de colores, como el propio Popovic o el escritor Andrej Nikolaidis, son importantes para no dejar morir el fondo marino, aumentar la biodiversidad y, lentamente, generar espacios más grandes en los que peces grandes y pequeños puedan convivir sin peligro.

Primera cuestión obligada: ¿Cómo valora este primer año de independencia? ¿Sigue considerando que fue la mejor opción, la decisión correcta?

Antes del referéndum yo ya predecía que, aun consiguiendo nuestro objetivo, se abriría una fase de desilusión, de cierta frustración. En todo caso, nada especial o dramático ha ocurrido durante este año. Quizás, ciertos cambios han sido más rápidos de lo esperado, como el reconocimiento internacional de la ONU, de la UE... El resto de cuestiones, como ciertas privatizaciones irregulares o sucias que tienen relación con Djukanovic y su gente, eran conocidas de antemano. Lo más importante es que ahora podemos criticar esas situaciones abiertamente, son parte del debate público. Antes del referéndum, toda crítica dirigida contra Djukanovic era utilizada por los opositores contra la opción soberanista en su conjunto. Antes del referéndum también criticábamos las tendencias monopolísticas de Djukanovic, pero nuestras críticas eran más comedidas, más matizadas, no por un cálculo político, sino por la situación real que teníamos entre los dos bloques, por el enfrentamiento entre comunidades especialmente promovido por ciertos políticos. Ahora, ese enfrentamiento se ha relajado en cierto sentido, y podemos criticar más abierta y profundamente aquellas prácticas que consideramos totalmente negativas para el desarrollo del país, como son el abuso de poder, las prácticas monopolísticas...

Djukanovic es, sin duda, una figura controvertida. Su nombre ha aparecido envuelto en negocios sucios, sus cambios de timón han sido determinantes en el futuro de Montenegro y cabe destacar su capacidad de supervivencia en todo tipo de situaciones políticas. ¿Cómo valora su figura?

Se trata de una figura controvertida y compleja. Hay que admitir que se trata de un político con un perfil alto, un superviviente político nato que ha sabido salir adelante en las situaciones más difíciles: con Milosevic, contra Milosevic, después de Milosevic... Su contribución a la independencia de Montenegro ha sido determinante. Eso lo acepta todo el mundo, incluso sus críticos, como yo mismo.

Pese a lo anterior, no se puede olvidar que estuvo aliado a Milosevic durante mucho tiempo. Creo que es importante recordarlo. En tercer lugar, hay que subrayar que sigue vivo políticamente, aun después de haber renunciado al cargo de primer ministro. Sigue siendo el presidente del partido dirigente en Montenegro, un partido que se ha mantenido 17 años en el poder y creo que Djukanovic puede volver a ostentar algún cargo público si lo cree necesario.

Por otro lado, Djukanovic sigue siendo el centro de un poder extra-parlamentario y que abarca todas las esferas de la sociedad montenegrina. Es necesario denunciarlo claramente, sin ambages. Es la obligación de la gente decente decirlo y criticarlo.

¿Cómo define su personalidad?

Creo que es cierto que tiene una inteligencia técnica muy desarrollada, pero una atrofia total en lo que respecta a una inteligencia social y espiritual, a una inteligencia política de largo recorrido. Se le puede definir, por tanto, como un muy buen superviviente, pero no creo que sea un buen político en ese sentido más profundo de la palabra. Creo que, debido a ello, está malgastando una oportunidad para cerrar una fase y convertir a Montenegro en un estado verdaderamente democrático.

¿Qué opina de la actitud internacional hacia Montenegro?

Siempre he sido muy crítico con la postura de la denominada comunidad internacional respecto a Djukanovic y a Montenegro. En especial quiero comentar la posición de Javier Solana, que siempre ha utilizado esas deficiencias en la postura de Djukanovic para presionar a mi país. Hay que decir claramente que estaban utilizando esas deficiencias no para apoyar al pueblo montenegrino y a su desarrollo, sino para condicionar a Montenegro y la posibilidad de la independencia.

Con eso quiero decir que aquellos que hemos sido críticos con Djukanovic, desde la posición que he defendido, desde Montenegro, nunca hemos aceptado ese doble juego político sucio de la comunidad internacional y especialmente de Solana. Nuestra postura es distinta a la de la comunidad internacional.

Me gustaría contar una anécdota. Unos pocos días después del referéndum, en una comparecencia pública en Bruselas junto a Djukanovic, Solana, el mismo que hasta hacía unas pocas semanas había usado y abusado de todo su poder para bloquear el proceso independentista, decía refiriéndose al propio Djukanovic: «Admiro a este hombre joven, cómo ha logrado hacer todo esto con ese precioso país». ¡El propio Solana decía esto!

En algunos de sus textos, considera que el caso montenegrino expone las contradicciones de la Unión. Sostiene que, en ese sentido, el proceso por la independencia de Montenegro suponía un reto, una amenaza para esa visión de la UE como una potencia casi omnipotente.

Creo que te refieres a una metáfora en la que me refería a cómo Montenegro, desde su pequeñez y sus debilidades, incomparables con la fuerza y el poder de la UE, que es un agente político internacional gigante, desnuda las debilidades de ese poder. En esa metáfora yo exponía que Montenegro es, en cierta medida, el espejo en el que al mirarse, la Unión Europea puede claramente ver su cara «fea».

Frente a la gran complejidad, la ambigüedad y las contradicciones dentro de la UE, diferentes a la visión utópica, retórica y autosuficiente que reivindica Solana, el proceso por la independencia de Montenegro ha sido capaz de demostrar los límites de la realpolitik europea y las debilidades de esa entidad. No sólo de la UE, sino también la de otros agentes como la administración Bush, guiada por su populismo de derechas.

En ese sentido decía que el proceso montenegrino era y es una especie de espejo, un caso relevante incluso para la política internacional. A veces, entidades y hechos muy pequeños si ocurren en el momento y en el sitio correcto, pueden reflejar, más claramente, esas debilidades de la política internacional. Por eso hablaba sobre cómo Montenegro ha ejercido de espejos, aunque sea un espejo muy pequeño. Creo que el tiempo me ha dado la razón en este punto.

Por otro lado, hay que destacar que creo sinceramente que hace 15 años la UE podía ser una alternativa real y creíble al eje neoliberal y de derechas anglosajón, al eje atlántico. La mayoría de los gobiernos de la UE estaban formados por fuerzas socialdemócratas o de izquierdas. Hoy en día, en general, la mayoría de ellos son de derechas. Ha habido una clara involución. Especialmente después del 11M ese giro ha sido más evidente, como también lo fue antes, después de la II Guerra Mundial.

Es triste ver cómo ahora el gobierno de Montenegro está metido en esa dinámica. Estamos asistiendo a acuerdos entre nuestro gobierno y EEUU, parapara sortear convenciones sobre derechos humanos. Y la UE, por boca del propio Solana, ya ha expresado que a pesar de que esos acuerdos no se ajustan a los estándares europeos, a los teóricos y a los retóricos, la UE no va a poner ninguna pega a Montenegro. Es otra prueba, una vez más en el caso de un país pequeño como el nuestro, de que esa convergencia entre la UE y los EEUU es real.

En su discurso convergen dos mundos que para muchos académicos y otras muchas personas son una especie de oxymorón, una contradicción por definición. Más si cabe cuando se refieren a los Balcanes. Usted defiende abiertamente un punto de vista de izquierdas, con referencias a autores como Chomsky o Wallerstein, y una posición independentista clara. Me gustaría que me explicase ese discurso especialmente desde la perspectiva de la ex Yugoslavia, de los Balcanes y de Montenegro.

Esa es una de las grandes lecciones teóricas, cívicas y personales que yo he aprendido. En otras palabras, creo que uno de los grandes errores de la antigua izquierda, en la que históricamente me incluyo en cierto sentido, fue una falta de apreciación, de ignorancia respecto a la llamada cuestión nacional.

Yo mismo y varios de mis colegas en la antigua Yugoslavia, en todas las repúblicas, formamos más o menos una misma generación y seguimos luchando contra los monstruos que se han apoderado del sistema en nuestros diferentes países. Tengo amigos y colegas en Zagreb, en Belgrado, en Ljubljana que comparten este punto de vista. Estamos luchando contra la perspectiva que se ha impuesto en la región y creo que toda persona decente debe de hacerlo.

Ahora bien, reconozco que las personas de mi generación tenemos una responsabilidad por nuestra ignorancia y nuestro rechazo a entender la cuestión nacional. Esta ignorancia fue indirectamente responsable, en cierto sentido, de las guerras desatadas después. Yo fui en parte victima del dogma del progreso, creyendo que el hombre es bueno, estamos luchando por el progreso y la gente se dará cuenta de eso y no apoyará a fascistas como Seselj o Milosevic o a otros. Yo he arriesgado mi vida durante los últimos 17 años contra ellos, pero, indirectamente, intelectualmente, soy responsable de lo que ha ocurrido en esta región.

Creo que también en la actualidad, la mayor parte de la izquierda sigue sufriendo de esa debilidad, de esa especie de dogmatismo. Yo, con el tiempo, me he dado cuenta claramente de que no se puede ignorar la cuestión nacional, de que las cuestiones sociales y nacionales están conectadas. Es importante luchar, intelectual y políticamente, por establecer la mejor de las conexiones entre esas dos cuestiones, la nacional y la social en un contexto concreto.

Creo que esa perspectiva es más madura, más real y más seria de la que tuve cuando era joven. Estoy luchando por más democracia, por libertades cívicas, por una vida mejor en igualdad de condiciones, pero al mismo tiempo nunca he aceptado la retórica de Solana sobre la cuestión nacional. Esa es una de las más importantes lecciones que he aprendido.

Volviendo al tema del hecho nacional en los Balcanes, dentro de la izquierda internacional, y tengo la mente puesta en nuestro propio país, donde la combinación entre izquierda y nacionalismo es más común que en otros sitios, creo sinceramente que la gente confunde la reivindicación histórica de la República Federal Socialista de Yugoslavia con la postura de algunos de los políticos más nefastos para la región. Básicamente, en mi opinión, están confundiendo partisanos con chetniks. No es raro ver a personas de izquierdas y concienciadas del hecho nacional escribiendo contra la independencia de Montenegro. ¿Qué les diría?

Que es un error total y una falta de comprensión de lo que realmente ha ocurrido y ocurre aquí. Por ejemplo en Montenegro, desde 1992 a ahora ha habido una convergencia total entre aquellos que nos oponíamos a Milosevic y aquellos que defendíamos la independencia de Montenegro desde un punto de vista de izquierdas.

Creo que ser de izquierdas, ser gente de izquierdas de manera seria, es ser crítico y no compartir estereotipos. Comprobar de manera crítica nuestras opiniones y puntos de vista.

Dicho esto, tengo que decir que estoy de acuerdo con aquellos pensadores, de izquierdas o no, que recomiendan tener cuidado, estar alerta sobre las reivindicaciones nacionales o independentistas. Hay que tener en cuenta que la idea del nacionalismo ha generado violencia ilegítima y sufrimiento. Por eso yo consideraba que es importante no sólo saber lo qué estamos dispuestos a hacer por nuestras ideas, sino también lo que no estamos dispuestos a hacer, qué cosas ilegítimas no estamos dispuestos a hacer, sea a los serbios o a los montenegrinos, para conseguir nuestros objetivos políticos, por ejemplo, la independencia. Creo que es importante tener esa precaución en mente.

Pero hay un gran dogma dentro de la izquierda, del que yo también fui víctima, que considera que esos riesgos sólo existen en el campo de la independencia, que conlleva el riesgo de justificar luchas y violencias ilegítimas. Por el contrario, los movimientos unionistas o integracionistas conllevan los mismos riesgos. No existe diferencia teórica entre ambos respecto a ese riesgo.

La inercia dogmática de la izquierda es pensar que integracionismo es siempre bueno y independentismo es, por definición, siempre algo malo. No es así, depende de los actores y de sus razones. Hay que recordar que las mayores violaciones de derechos no se han perpetrado bajo la bandera de pequeños secesionismos, que existen, sino bajo la bandera de grandes integracionismos: imperialismo, colonialismo, civilización.... Esto es algo sobre lo que la izquierda debe reflexionar urgentemente.

¿Cuál es la situación actual en Montenegro? ¿Se mantiene la polarización entre las dos comunidades mayoritarias?

Creo que esa división está, básicamente, superada para las próximas generaciones. Los hechos políticos internacionales y en la región, especialmente Kosovo y la postura de los norteamericanos y rusos puede cambiar eso en algún momento, pero creo y espero que no sea así. En este momento, las cuestiones sociales y económicas centran las preocupaciones del país. Eso es, positivo, en la medida en que la gente está exhausta de los problemas anteriormente mencionados y en la medida en la que, ahora que somos independientes, podemos empezar a hablar de nuestros verdaderos problemas, ocultados por esa realidad hasta hace poco.

Recientemente el UNDP, organismo de la ONU dedicado al desarrollo, publicó unos datos según los cuales un 12% de la población vive por debajo de los límites de la absoluta pobreza y un 30% ronda ese mismo límite. ¡Estamos hablando de un 42 % de la población viviendo o rondando la pobreza!

Djukanovic es un experto en reflejar en los medios los grandes datos macroeconómicos que hablan de un boom económico, de expansión y desarrollo, de inversiones internacionales, de los datos de la construcción... Eso es sólo una parte de la historia.

Por otro lado estos días aparecía en los medios cómo uno de los municipios costeros, Budva, tiene un presupuesto mayor que el presupuesto de 11 comunidades del norte juntas, las más pobres.

Esta es la complejidad de nuestra realidad. Ahí está la relación que comentaba sobre las cuestiones nacionales y sociales. Es importante ligar las dos y buscar las interconexiones entre unas y otras y buscar soluciones

En resumidas cuentas, tenemos un alto grado de polarización social interna y un alto grado de polarización económica que tiene características yo diría que patológicas de una modernización nueva. Algunos pretenden ocultarlas haciendo referencia únicamente a la innegable bonanza económica que muestran los datos macroeconómicos. Pero al mismo tiempo tenemos esa polarización patológica.

Andrej Nikolaidis se refería hace poco al sistema impuesto por Djukanovic como los Emiratos Unidos de Montenegro, en referencia a los Emiratos Árabes Unidos. Desgraciadamente, la comparación, que el hacía en términos cómicos, es más real de lo que pudiera parecer. Del mismo modo que allí unas pocas familias o castas dirigen el país de manera autoritaria, toman las decisiones y recogen los beneficios del petróleo, aquí ocurre algo similar. Hay dos elementos centrales en esa comparación. Por un lado, la naturaleza feudal y monopolística que los dirigentes de ambos países comparten, monopolio que no se limita a la economía, a la producción, sino que abarca otras esferas de la vida social. Por otro lado, el fuerte legado de una cultura y sociedad premoderna y neopatriarcal en ambos casos. Existe un riesgo muy grande para Montenegro en todo esto.

En consecuencia, existe un elemento común que se resume en un muy bajo nivel de vida económica y cultural. La diferencia entre el crecimiento del PIB y el reparto de la riqueza generada por ese crecimiento es brutal. En términos macroeconómicos se puede comparar, por poner un ejemplo, a Dinamarca y a los Emiratos Árabes. Pero el método económico es limitado, es únicamente cuantitativo. Bajo esos datos conviven diferentes planetas. Tenemos a Dinamarca, con un buen nivel de vida social y de democracia y tenemos estos otros modelos.

Mi gran crítica hacia Djukanovic y su gente es que no se preocupa por mi comunidad, una comunidad que no quiero que perdure como una sociedad neofeudal.

Una última conclusión: si en el caso de los Emiratos todo se basa en el petróleo y podemos imaginar que ocurriría si ese petróleo se acabase, en nuestro caso nuestro tesoro es la belleza natural, el tesoro natural que es nuestro país. El modelo que está desarrollando Djukanovic y el DPS es un modelo depredador de esa naturaleza, de nuestro único tesoro. Su perdida nos llevaría al colapso. Pero, al mismo tiempo, si en Montenegro somos capaces de construir una sociedad normal, moderna, decente y democrática, sobreviviremos y saldremos adelante. Es la diferencia entre su modelo y el nuestro.

¿Existe una oposición política real en esos parámetros o se reduce a aquellos que, históricamente, desde el 92, han criticado la postura de Djukanovic, como usted o Nikolaidis?

Desgraciadamente la situación no es buena. Existe una fuerza política que es candidata a ser una alternativa, el Movimiento por el Cambio. Son una fuerza con un contenido más pro-moderno, más proeuropeos -en el buen sentido-, más anti-monopolísticos que el resto, sin duda.

Mi mayor queja respecto a ese movimiento, del que fui fundador, es que son, no se si decir dogmáticamente o pragmáticamente, totalmente acríticos respecto a la UE. Por eso tengo mis reservas sobre lo que podrían hacer de llegar al poder.

El resto de fuerzas no son alternativa. Los partidos pro-serbios, la coalición pro-serbia es un poco más fuerte parlamentariamente pero no propone alternativa alguna al sistema.

Por eso diría que, al margen de organismos y entidades sociales independientes que están en esa perspectiva -como el semanario Monitor-, en términos políticos estrictos, el Movimiento por el Cambio es la única fuerza que aspira a ser alternativa.

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