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El cuarto secreto de Frida y Diego

Al menos un centenar de dibujos realizados por Frida Kahlo y Diego Rivera fueron descubiertos entre el enorme archivo documental que se encuentra en la llamada Casa Azul, de Coyoacán. Al parecer, el acervo proviene de un «cuarto secreto» que los propios artistas mandaron tapiar y del cual dispusieron que fuera abierto después de su muerte, en un plazo que ya se ha cumplido.

Mónica MATEOS

Desde el año pasado, un equipo de investigadores trabaja en la catalogación del contenido de varias cajas con correspondencia, manuscritos y documentos varios que, luego de más de cinco décadas de permanecer guardados, devela sus tesoros: los trazos íntimos de la pintora, los papeles que conservan la memoria de una etapa más de la vida de la pareja en esa casona, hoy convertida en el Museo Frida Kahlo.

Los pormenores del descubrimiento son manejados con discreción por Hilda Trujillo, directora del recinto, quien ayer rechazó una petición de La Jornada de proporcionar un pequeño adelanto informativo acerca de los dibujos encontrados, con el argumento de que se detallará la noticia en una rueda de prensa el próximo 27 de junio.

¿Un baño tapiado?

Dado el contenido del hallazgo, se trata del gran acontecimiento en el contexto de los festejos a escala internacional por el centenario del natalicio de Kahlo, los cuales arrancarán el miércoles 13 de junio con la inauguración, en el Museo del Palacio de Bellas Artes, de la exposición Frida Kahlo, 1907-2007: homenaje nacional.

Con la visión de la importancia que su obra y la de Frida tenían ya para el país y para el arte universal, meses antes de fallecer Rivera estableció un fideicomiso en el Banco de México, en el que dejaba sus bienes al pueblo mexicano.

«Ahí quedaba estipulado que donaba la casa que había pertenecido a su esposa Frida Kahlo, situada en Coyoacán, así como muebles, obras de arte y objetos que habían pertenecido a ambos y que se encontraban en ella. La donación se realizó con el fin de que fuera convertida en el museo», escribe Carlos Olmedo Phillips en la presentación del libro Frida Kahlo: un homenaje.

Agrega que el recinto conocido como la Casa Azul fue inaugurado como museo el 30 de julio de 1958, «tras una ardua labor realizada por un grupo de personas relacionadas con Rivera y Kahlo, entre ellos Carlos Pellicer, quien estuvo a cargo de la museografía; los arquitectos Juan O'Gorman y Heriberto Pagelson supervisaron los trabajos de adaptación del edificio a museo».

El sobrino del poeta tabasqueño, Carlos Pellicer López, confirmó a La Jornada que circula entre los allegados y colaboradores de los inmuebles dedicados a Frida y Diego en la ciudad, la anécdota de que fue éste quien ordenó tapiar un baño de la Casa Azul para resguardar parte del archivo de Kahlo, «y dijo que ese cuarto no se podía abrir sino hasta que pasarán varios años de su muerte; al parecer el plazo ya transcurrió, porque se encontraron muchos papeles y correspondencia. Espero que por fin podamos, por ejemplo, conocer las cartas que, seguramente, le escribió mi tío a la pintora, dada la amistad que mantenían».

Posibles inéditos: Tibol

La crítica de arte Raquel Tibol, experta en la obra de Kahlo, comentó a este diario que encontrar inéditos entre el acervo que están catalogando expertos del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) «es muy posible», pues «¡es tanto lo que ahí están descubriendo!».

No obstante la «fridomanía» que se ha vivido en el mundo en los años recientes, el centenario de la célebre pintora será de revelaciones.

Los organizadores de la muestra que se realizará en el Palacio de Bellas Artes también anunciaron que presentarán algunos documentos desconocidos y manuscritos, entre los que figuran alrededor de cincuenta cartas, así como más de un centenar de fotografías. Será, sin ninguna duda, la exposición «más completa que se haya exhibido en México y otras latitudes» y constará de 354 piezas, entre ellas 65 óleos, 45 dibujos, 11 acuarelas y cinco grabados.

Cuba, entre otros países de América, se sumará a los homenajes a Frida y Diego (este último por conmemorarse el 50 aniversario de su muerte). En particular, en la isla caribeña se evocará el paralelismo en la vida, la militancia política y la obra de los dos creadores con un amplio programa de actividades que arrancará el próximo 6 de julio, fecha del natalicio de Kahlo.

Un verdadero tesoro

Quizá lo más importante en el centenario de Frida Kahlo sea precisamente el descubrimiento de ese centenar largo de dibujos desconocidos de la pintora que se encontraron en su Casa Azul, de Coyoacán, al lado de otros tantos de Diego Rivera y de los que tampoco se tenía noticia. De ese material se dará cuenta en breve y no será sino la culminación de más de tres años de trabajo emprendido por el Comité Técnico del Fideicomiso Museos Diego Rivera y Frida Kahlo, la Asociación para el Desarrollo de Archivos y Bibliotecas y la Universidad Nacional Autónoma de México. Un verdadero tesoro del que se dará cuenta con más detalle, como ya hemos indicado, el próximo día 27.

El crítico de arte Javier Aranda Luna no cree que ese material cambie de forma sustancial la percepción que tenemos de la pintora mexicana, pero dice estar seguro de que «nos permitirá mirarla con mayor precisión: enfocarla mejor, añadir más hilos a su trama, otros matices al color de sus días».

En su opinión, «no es un pecado imaginar que los trazos de esos dibujos sean la continuación de las líneas de su correspondencia, rescatada por Hayden Herrera a principios de los años 80 y, de manera más completa, en 1999, por Raquel Tibol, la especialista que mejor conoce su obra».

«Y me atrevo a imaginar lo anterior -añade Aranda Luna, colaborador y fundador del diario «La Jornada» y profundo conocedor del mundo de las artes- porque Frida no sabía distinguir entre pintura, escritura y vida. Para ella esas tres expresiones fueron parte de lo mismo: extensiones y, al mismo tiempo, esencia de su vida emocional. No es casual su afición al autorretrato, que lo mismo aparece con grandes trazos llenos de energía en sus cartas y en sus cuadros de gran formato, que en esas miniaturas intensas atravesadas por sus estados de ánimo y sus sensaciones. Multiplicar su rostro era, según una carta fechada en octubre de 1939, un acto de sinceridad absoluta, expresión `real´ de `lo que sentía de mí y ante mí´».

Ajena a cualquier escuela o influencia, Kahlo dice en esa misma carta dirigida a Carlos Chávez, «no esperé de mi trabajo más que la satisfacción que pudo darme el hecho mismo de pintar y decir lo que no podía en otra forma».

Si la idea era tomarle el pulso a sus emociones, qué mejor manera que hacerlo frente a un espejo, donde lo mismo se mira flechada como un venado, cosida por alfileres o rota o acompañada por un simio o impávida con el corazón desnudo. Durante una década, la primera de su oficio, Frida Kahlo sólo buscó «eliminar» de su obra «todo aquello que no proviniera de los móviles líricos internos que me impulsaban a pintar».

Fieles a la leyenda de Frida, los dibujos recién descubiertos permanecieron perdidos en un cuarto que la pintora ordenó clausurar antes de morir. Allí encerró, según se va sabiendo a cuentagotas, además de los dibujos, vestidos y algunos objetos personales, como la botita roja con un cascabel de la que nos ha hablado Elena Poniatowska y que la propia pintora evoca cuando habla de su pata de palo.

Pintura en muy buena forma

¿Por qué los confinó al olvido? Probablemente por la misma razón que confinó buena parte de sus vestidos al encierro: más que para ocultarlos a la mirada de los otros, para ocultarlos a sus propios ojos.

Algo debe tener la pintura de Frida Kahlo que ha sobrevivido, y de muy buena forma, a su biografía. A estas alturas nadie duda que ella sea uno de los mayores iconos laicos del pasado siglo XX. Tampoco que su pintura sea seña de identidad estética de nuestro tiempo. Con Frida ocurre lo que sucede con cualquier gran artista: su vida multiplica los signos de su obra y ésta fija esos instantes que atribuimos a una biografía pero que, en realidad, son percepciones de las emociones de todos y de cada uno de nosotros. Cada detalle alimenta al mito. Cada interpretación del mito, por más endeble que sea, dispara la imaginación del espectador frente a sus cuadros.

La novedad de las artes plásticas de nuestros días son, sin duda, esos dibujos trazados hace más de medio siglo por Frieda, Frida Pata de Palo, Friducha, Fridushka Freiducha, Tu Niña Chicuititita, La Chicha, Friedita, F, La Poderosa, Friduchin, La Malinche, La Malhora, Fisita, Mara, Tu Venadito, Frida Kahlo, que escondió la artista en la Casa Azul de Coyoacán, donde hasta cincuenta jóvenes mujeres la homenajearon pintándose una sola ceja, haciéndose trenzas y desnudándose frente a la lente de Spencer Tunick. Las asociaciones civiles y la Universidad Nacional Autónoma de México siguen animando, para fortuna de todos, la mesa de la cultura.

Mercadotecnia y negocio

No es ésta la única noticia relacionada directamente con Frida Kahlo que ha saltado a los medios en estos últimos días. Al parecer, fotografías del rostro de Frida Kahlo, un fragmento de su pintura «Las dos Fridas», otro de su diario personal y su firma han sido impresos en cinco modelos de zapatillas de deporte tenis Converse que la familia de la artista presentará este mismo mes.

La Frida Kahlo Corporation sacará los «tenis» en la víspera de la conmemoración del centenario del nacimiento de la artista, según se informa en la edición del mes de mayo de la revista «Gatopardo».

En el reportaje «Frida Kahlo: ¿un producto a la venta?», realizado por Laura Castellanos, se narra la historia de la empresa surgida de la asociación de Isolda Pinedo Kahlo, sobrina de la pintora, con Carlos Dorado, dueño de un emporio comercial y de la moda en Venezuela.

Gatopardo visitó el penthouse y la oficina de Dorado, en Miami, para conocer la vida del poseedor de 51% de las acciones de la compañía a la que Pinedo Kahlo trasladó los derechos de la imagen, el nombre y la firma de la pintora. Dorado ha invertido 9 millones de dólares en la corporación, de los cuales 2 han sido para la producción de su tequila Frida Kahlo.

De igual manera lo hace por los demás productos realizados por otras compañías, como son una muñeca de colección, un corsé italiano y una línea de anteojos.

El año pasado el distribuidor de una decena de firmas de ropa italiana en Latinoamérica -como Armani y Versace- vendió 24.000 botellas de tequila (blanco, añejo y reposado) en 21 restaurantes exclusivos de Estados Unidos, a precios que van de 50 a 90 dólares. Y ya está en pláticas para exportarlo a China, India, Inglaterra y Rusia, por lo que la corporación se ha convertido en el principal legado que dejará a sus descendientes.

¿Nada de especulación?

Puestos al habla con Carlos Dorado, le planteamos una serie de preguntas sobre la delicada cuestión de la explotación de la imagen de Frida. Le preguntamos, en primer lugar, si Frida Kahlo está resultando un buen negocio. Su respuesta es clara: «Creo que sí. Pero no soy un especulador. Cuando nos decidimos a hacerlo no lo estaba viendo para que el primero o segundo año nos hiciéramos millonarios. Es más, los que quizá aprovechen más los resultados de Frida serán nuestros hijos».

Sin embargo, la comercialización de la figura de la artista ha levantado agrias críticas en México, criticas que no preocupan a este hombre de negocios. Por el contrario, Carlos Dorado niega haberse apropiado de un icono popular mexicano, pues lo considera «patrimonio de la humanidad».

El empresario trabaja además en una línea de ropa y otra de jabones naturales.

30 o 35 dólares

costará cada modelo de zapatilla deportiva Converse que llevará fotografías del rostro de Frida Kahlo, un fragmento de su pintura «Las dos Fridas», otro de su diario personal y su firma.

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