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alternativa a la taxidermia

Javier Murillo, pionero en la imaginería naturalista

Parecen de verdad, pero son réplicas artificiales a tamaño natural. Quebrantahuesos, águilas, murciélagos, sarrios, petirrojos, garzas imperiales, avefrías, ranas, ... Todas estas especies, y muchas más, son reproducidas fielmente por Javier Murillo en su casa-taller de Artariain, en el Valle de Orba. Es la imaginería naturalista, una actividad de la que este navarro de 52 años fue pionero en Europa.

Iñaki VIGOR

El murchantino Javier Murillo ha tenido afición a modelar desde niño. Realizó estudios de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios de Iruñea e inició su actividad profesional como creador de figuras de cartón. Montó un taller en la calle San Antón de la capital navarra y dedicó diez años de su vida a elaborar gigantes y cabezudos para comparsas, ioaldunak y otras figuras de producción propia que vendía en tiendas de artesanía de Alde Zaharra de Iruñea.

En esa época de trabajo semiprofesional se hicieron bastante conocidas en la capital navarra sus figuras de monaguillos, sus toreros «disecados» y colocados en una tabla a modo de trofeo, tal como se hace con los toros de lidia, o sus curas-cuervo, que representaban a un sacerdote con garras de córvido frotándose las manos. «Era una época en que éramos más visceralmente anticlericales, y estas figuras tenían bastante éxito», recuerda Javier Murillo.

Primero fabricaba moldes en barro o arcilla, luego los construía en cartón fallero y por último los moldeaba y pintaba. Inquieto y creativo, Javier Murillo encontró en su afición a la ornitología la inspiración para dar un nuevo paso en su oficio. De hecho, contemplar y estudiar las aves ha sido una de sus grandes pasiones. Siempre que podía se escapaba al campo a realizar paseos naturalísticos, a disfrutar de las aves y plantas en su hábitat natural.

Aquella afición, que todavía conserva, coincidió con el surgimiento de los centros de interpretación de la naturaleza, allá a finales de los años 80. Estos novedosos centros tenían que recurrir a la taxidermia para equiparse de los animales que luego contemplarían los visitantes. Pero los animales disecados tenían numerosos inconvenientes: sufrían ataques de polillas y otros insectos, sus tejidos orgánicos de pelo y plumas enseguida quedaban cubiertos de polvo, los colores naturales sufrían importantes alteraciones, los animales encogían porque se quedaban resecos, resultaba difícil su limpieza... Al final, muchos de estos animales disecados quedaban irreconocibles.

Fue entonces cuando a Javier Murillo le llegó la inspiración y pensó que él podía reproducir esos mismos animales con sus pastas de papel, escayolas, resinas sintéticas y otros materiales, todos ellos baratos, inocuos, moldeables y que no necesitan infraestructuras especiales, ya que se elaboran sin cocción. Un pequeño taller es suficiente para realizar todo el proceso.

aves a tamaño natural

«Yo me planteé hacer figuras de aves realistas, como un trabajo orientado a la educación y la divulgación en museos y centros de interpretación de la naturaleza. Los viejos museos de ciencias naturales utilizaban hasta entonces figuras disecadas. Presentaban colecciones de aves generalmente en muy mal estado de conservación, hasta el punto que en ocasiones incluso resultaba difícil identificar las especies. Fue entonces cuando me lancé a hacer aves a tamaño natural y realista, como una alternativa a la taxidermia», explica Murillo. Así es como surgió la imaginería naturalista, una actividad que presentaba numerosas ventajas respecto a los animales disecados. Sin duda, la principal ventaja es que no es necesario matar al animal que se quiere exponer al público. Pero es que, además, la limpieza es fácil, los colores perduran y el volumen permanece invariable con el paso del tiempo.

Por otro lado, las piezas disecadas pueden presentar particularidades individuales que desvirtúen el fin para el que se han concebido, lo cual no ocurre con las piezas que reproducen fielmente las características comunes a cada especie, obtenidas de las guías en que se basan biólogos, ornitólogos e investigadores. Otra gran ventaja de esta técnica es que permite reproducir especies raras, muy escasas e incluso extinguidas.

Javier Murillo comenzó a elaborar una serie de aves con diferentes rasgos y características morfológicas: picos, patas, cuellos, plumajes distintos... Pronto dio a conocer sus primeros trabajos en instituciones, asociaciones y organizaciones relacionadas con el mundillo ornitológico. Explicó el proceso de elaboración, los materiales empleados, las ventajas sobre la taxidermia... Se trataba de una actividad artesanal novedosa, y fue el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Erronkaribar quien le hizo el primer encargo de envergadura, hacia 1993.

A lo largo de un año, Murillo elaboró buen número de piezas para este centro: un sarrio, un urogallo macho, un par de córvidos y la mayor parte de las rapaces que se pueden observar en esta zona pirenaica, como buitres, quebrantahuesos, águila real, alimoche, milanos, cernícalos... Para entonces, ya había hecho pequeños trabajos sueltos, pero fue ese encargo el que le afianzó como «imaginero naturalista», tal como le gusta denominarse.

Técnicas y materiales nuevos

Poco a poco, este artesano fue probando técnicas y materiales nuevos. Los habituales moldes realizados con arcilla, escayola y cartón humedecido en cola no eran prácticos para construir un buitre de dos metros de envergadura, por ejemplo. Así que recurrió a otros materiales. Las alas y la cola del ave las construye en una sola pieza de aluminio, y luego le añade el cuerpo y la cabeza siguiendo la técnica tradicional del cartón fallero. Para las patas de los pájaros utiliza plomo fundido, un material dúctil que tiene la suficiente fuerza como para soportar el peso del cuerpo y al mismo tiempo para adaptarse a una ramita o doblarse.

Más adelante fue abandonando el cartón para construir pajaricos, ya que le originaba problemas técnicos. Este material, ligero y hueco, presentaba dificultades para anclar las patas en el cuerpo, ya que no se quedan fijas, sino móviles. La solución fue una especie de pasta de papel, que elabora él mismo, y moldes de silicona. «De esta forma, el cuerpo del ave está macizo y las patas pueden anclarse bien», explica.

Aquellas primeras obras para el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Erronkari le sirvieron como escaparate. Enseguida le llegaron nuevos encargos por parte de los centro de interpretación de la naturaleza de Urbasa-Andia, de la Foz de Irunberri, Gorbea o Valderejo, del Acuario de Donostia, de los observatorios ornitológicos situados junto a la Laguna de Pitillas, en los arrozales de Arguedas o en el Centro de Observación de Aves del puerto de Ibañeta.

También ha hecho murciélagos para la cueva de Mendukilo, en Aralar. Los hizo en látex, ya que tenían que ir colgados del techo y por lo tanto no podían ser ni frágiles ni rígidos. Son animales difíciles de reproducir, pero Javier Murillo ya ha adquirido la suficiente experiencia como para apañarse con distintos materiales, aunque reconoce que el pintado de las figuras, el buen acabado, ha sido quizás el aspecto más exigente en su evolución.

En estos últimos 25 años ha elaborado cientos de animales, así como simulaciones de otros elementos naturales, como troncos o rocas, que sirven como elementos decorativos. También suele hacer marionetas que se utilizan en los centros de recuperación de fauna silvestre para alimentar a los polluelos. Estas marionetas simulan a uno de los progenitores y de esta forma alimentan a los polluelos para que estos no se acostumbren a ser alimentados por personas.

En ocasiones le llegan encargos de etólogos, es decir, investigadores que estudian el comportamiento animal. Por ejemplo, dentro de este campo ha elaborado hembras de papamoscas con diferentes tonalidades de color, que los especialistas utilizan luego para estudiar el comportamiento sexual de estos pajaricos en el medio natural.

Encargos desde países europeos

Los trabajos de Javier Murillo alcanzaron más notoriedad cuando se dieron a conocer a través de revistas especializadas en temas relacionados con la naturaleza. Pronto comenzaron a llegarle encargos de fuera de Euskal Herria, algunos de ellos procedentes de centros de interpretación de la naturaleza y parques naturales de diversos países europeos, principalmente de Italia y del Estado francés. Además de dar a conocer sus trabajos en Europa, su participación en diversas ferias también le han permitido mejorar su técnica y experimentar con nuevos materiales.

La imaginería naturalística se ha convertido así en una actividad a caballo entre el arte y la artesanía, que está supliendo a la taxidermia y que no sólo tiene aplicaciones divulgativas y educativas, sino también científicas.

En todo este recorrido profesional, Javier Murillo ha contado con el apoyo de la asociación ecologista Ugatza, con cuyos socios se ha trasladado en numerosas ocasiones hasta el collado de Lindus, cerca del puerto de Ibañeta, para contemplar el paso migratorio de las aves. A través de ellos contactó también con miembros de Organbidexka, una asociación similar que consiguió un collado libre de caza en las cercanías del monte Ori, en Ipar Euskal Herria. Ellos le dieron a conocer las ferias de «Art animalier», el arte de esculpir y pintar animales, con larga tradición en el Estado francés.

animales Disecados

A finales de los años 80 surgieron los centros de interpretación de la naturaleza, que tenían que recurrir a la taxidermia para equiparse de animales y otros elementos naturales que luego contemplarían los visitantes.

Inconvenientes

Los animales disecados tenían numerosos inconvenientes. Sufrían ataques de polillas, sus tejidos orgánicos enseguida se cubrían de polvo, los colores naturales se alteraban, se encogían porque quedaban resecos y eran difícil de limpiar.

reproducciones

Javier Murillo pensó que, en lugar de matar los animales y disecarlos, estos se podían reproducir fielmente con pasta de papel, escayola, resinas sintéticas y otros materiales, todos ellos baratos, moldeables y que no necesitaban cocción.

3.000

euros

puede costar la reproducción de un sarrio o de un jabalí a tamaño natural. Al tratarse de figuras totalmente artesanas, los precios van en consonancia con el tiempo invertido en la construcción del animal.

Ventajas

Las ventajas sobre la taxidermia eran evidentes. La limpieza de las figuras es mucho más sencilla, los colores de los animales quedan prácticamente inalterables durante mucho tiempo y el volumen permanece invariable.

evolución

La técnica y los materiales fueron evolucionando. Por ejemplo, para construir un buitre de dos metros de envergadura ya no eran prácticos los habituales moldes realizados con arcilla, escayola y cartón humedecido en cola.

Erronkaribar

El Centro de Interpretación de la Naturaleza de Erronkaribar le hizo el primer encargo de envergadura. A lo largo de un año, elaboró un sarrio, un urogallo, un par de córvidos y la mayor parte de las aves rapaces que viven en esta zona pirenaica.

Nuevos encargos

Le fueron llegando encargos de centros de interpretación de la naturaleza de diversas zonas de Euskal Herria, de observatorios ornitológicos, de cuevas abiertas al turismo. También le han hecho encargos desde diversos países europeos.

135

euros

es el precio mínimo de los pajaricos, que puede llegar hasta 150 euros, en función de la especie. Los suele vender sobre todo a particulares, mientras que los demás encargos le llegan sobre todo de la Administración.

MONTES DE ORBAIBAR

Una de sus últimas obras ha sido una exposición itinerante que le encargó el Ayuntamiento de Leoz para resaltar los valores naturales del LIC de los montes de Orbaibar. Podrá visitarse durante los próximos días en la localidad de Garinoain.

«Apenas me queda tiempo para realizar obras de iniciativa propia»

«Creo que he sido pionero en Europa en este campo. Durante años no he visto a nadie que hiciese las figuras que yo hacía. Más tarde han surgido algunas personas que hacen cosas parecidas, que utilizan sus propios procedimientos y dejan la impronta del autor. Pero hay poquísima gente que se dedica a esto», informa Javier Murillo, que desde hace bastantes años vive de esta actividad.

Al tratarse de figuras totalmente artesanas, cuya elaboración requiere mucho tiempo, los precios van en consonancia. Así, mamíferos como sarrios o jabalíes pueden costar más de 3.000 euros. Un buitre o un quebrantahuesos en posición de vuelo cuesta entre 1.000 y 1.200 euros, y los pequeños pajaricos, que suele vender a particulares, oscilan entre 135 y 150 euros. Los encargos le llegan sobre todo de la Administración o de casas especializadas que han sacado exposiciones a concurso. «Casi todas las obras que hago desde hace años son de encargo. Apenas me queda tiempo para realizar obras de iniciativa propia», lamenta este pionero de la imaginería naturalística.

También realiza figuras en bronce con la ayuda de un amigo que tiene una fundición artística. Javier Murillo crea los moldes de pequeños mamíferos o anfibios, «que tienen un modelado minucioso y quedan muy bien en bronce», y el fundidor se encarga de crear la figura. Ocasionalmente, cuando le llegan varios encargos a la vez, este imaginero también cuenta con la ayuda de colaboradores.

Una de sus últimas obras ha sido una exposición itinerante que le encargó el Ayuntamiento de Leoz para resaltar los valores naturales del LIC de los montes de Orbaibar, y que podrá visitarse durante los próximos días en la localidad de Garinoain. I. V.

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