Raimundo Fitero
Atracón retro
La programación de la mañana de ETB-2 es una muestra de retrospectiva televisiva, con series que han sido siempre un poco raras, pero que siempre han tenido una buena respuesta de audiencias. No parece ser el caso, porque los datos nos dicen que Chuck Norris con «Walker Texas Ranger» y sus metodologías sospechosas dando puñetazos y coces no supera lo recomendable para amortizar la inversión y copar un tiempo de televisión pública. Otra cosa es «Se ha escrito un crimen», algo que se repite hasta la saciedad, un recurso que debe estar en perpetua oferta.
Mirando la programación de esta cadena y sus resultados de audiencia se pueden producir muchas sensaciones encontradas, porque si se admite que de alguna manera los porcentajes de audiencia vienen a señalar unas tendencias sociales y de gustos estéticos, la verdad es que nos encontramos ante un auténtico colapso, un atracón retro. Y se puede comprobar esta tendencia al «ayer» en todos los segmentos horarios y en todas las fórmulas y géneros, lo que es un mal síntoma, porque la televisión es hoy, también, un lugar para experimentaciones audiovisuales y no solamente para el ayer.
Funciona «Date el bote», un concurso presentado por Carlos Sobera, es decir un género antiguo y poco señorial, un entretenimiento participativo de frecuencia mental baja. Funcionan los westerns, es decir las pelis del Oeste, las de indios y vaqueros, las de vaqueros y vaqueros, un género que ha dado a la historia del celuloide grandes títulos, pero centenares de mediocridades y miles de basuras ideológicas. Pues Sofres nos retrata. Acostumbran a ser estas películas las que logran mejor porcentaje.
El comportamiento de la audiencia es un poco extraña, gana por goleada la presentación de «La noche de....» que la película que anuncia. Y existen razones sobradas para entenderlo, porque el nivel medio de las películas no es para echar cohetes, pero es una singularidad reseñable. Mantiene bien el tipo una serie tan costumbrista y de un humor grueso muy desdibujado que se sustenta en unos débiles guiones que soportan con donosura un buen reparto como es «Mi querido Klikowsky». Algo parecido le pasa a «Vaya semanita».