Joxe Mari Olarra Agiriano Militante abertzale
Vete despacio que tengo prisa
Llevamos unos días de profundo desasosiego en la sociedad vasca. Natural. Es la consecuencia de constatar que una oportunidad histórica de asentar una vía democrática de resolución del conflicto parece escapársenos de las manos. Desde la máxima intoxicación informativa se crea el caldo de cultivo para una frustración generalizada que alimente este desasosiego.
El propio Zapatero aparece como máximo profeta de la mentira calculada, del eslogan engañoso. Hay que tener cara para decir que el Gobierno español ha hecho todo lo que estaba en sus manos para conseguir la paz. También aparecen en primera línea del coro de los intoxicadores quienes han hecho de esta oportunidad histórica un caladero de votos en una situación antidemocrática.
Ahora salen y saldrán todos los listos pasaos, los super analistas mediáticos con aquello de que ya se sabía. Todos los que no han hecho nada por la solución pero que siguen aprovechando cada coyuntura para vivir y engordar cuentas corrientes y visas oro a costa del sufrimiento de un pueblo y de sus gentes.
Pero no es mi intención hacer un análisis de lo pasado sino levantar la vista hacia el futuro cercano y plantear una serie de reflexiones que nos ayuden a transitar este complicado trayecto de un camino que, abierto ya, no ha desaparecido del mapa de un día para otro.
Creo que es fundamental confiar en nuestro proyecto político. Porque responde a las necesidades reales de la mayoría social de este país que, conviene no olvidarlo, nada tiene que ver con los que salen en las fotos institucionales o en los telediarios de corbata. Debemos hacer llegar al último rincón de cada casa la oferta que la izquierda abertzale ha puesto encima de la mesa para solucionar el conflicto. Recordarles a quienes todavía no se han atrevido ni a explicar por qué dicen no a esta propuesta que parte del actual marco legal, plantea cada paso en base a la decisión mayoritaria de la ciudadanía, exige la ratificación popular en la creación del nuevo marco democrático de decisión para todos los ciudadanos de los cuatro herrialdes, sin exclusión o discriminación alguna, con la garantía de que todos los proyectos políticos puedan desarrollarse en pie de igualdad.
No se han atrevido siquiera a explicar por qué dicen no a la oferta de la izquierda abertzale. Y por eso se han levantado de la mesa sin responder a la propuesta y mucho menos presentar una propia. Y una mesa con un solo interlocutor no da más de sí. Saben que hemos estado y estamos dispuestos a modelar o flexibilizar el camino de construcción de ese marco democrático todo lo que sea necesario. Les consta en acta. Pero no están por la labor de jugar en el terreno del diálogo y la negociación con garantías y garantes. Nos corresponde impulsar el recorrido que falta desde nuestras propias fuerzas, desde la colaboración con todo aquel que asuma sus propios compromisos, con seriedad y desde la convicción de que Euskal Herria está en condiciones de ganar un estadio democrático.
Nos corresponde desbrozar el camino cerrado hoy por la incapacidad de actores básicos del proceso en convencerse de que la única alternativa al proceso es más y mejor proceso, porque hay mucha base firme en este estadio del camino. Hemos tenido ejercicios intensos de diálogo político, una muy amplia mayoría social plantea con firmeza el derecho a decidir libremente nuestro futuro como la piedra angular de toda solución. El esquema de Anoeta tiene hoy más que nunca su virtualidad intacta y más importante aún es el potencial que la sociedad vasca ha demostrado para convertirse en motor de este proceso, sin olvidarnos de una red internacional de mediación y apoyo de alta cualificación.
No partimos de cero. Estuve presente en aquella primera reunión de 1999 con el PSOE y eso facilita una perspectiva más real de la mediática al uso. Desde entonces hasta aquí hemos hechos, ellos y nosotros, un gran recorrido, de aciertos y errores. Un camino lleno de situaciones complicadas, de crisis agudas, que nos ha obligado a tejer una red para el futuro. Porque si algo tengo claro es que el camino recorrido no ha sido en balde. La ruptura actual no es una situación de final irreversible y menos de vuelta a empezar.
La crisis del proceso abierto ya hace años ha sido una constante, precisamente, mire usted qué casualidad, desde que ETA anunciara públicamente su alto el fuego permanente en marzo del 2006. Hay quienes desde el primer momento han aprovechado la más mínima dificultad apara atacar a la izquierda abertzale y dañar el proceso mismo. Los jelkides no se han equivocado nunca en esa partitura. Siempre dan la nota, desde Txiberta hasta aquí.
Hay quienes se vuelven a confundir. El PSOE históricamente lo ha intentado todo, todo, para neutralizar el proyecto independentista de la izquierda abertzale. Todas las formas de presión, todos los métodos, legales o ilegales. Sabe que no sirven las viejas recetas como solución de nada. Puede que para vender humo sea rentable de hoy para mañana el chantaje de la represión y la amenaza. Pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. Una nueva reválida no va a conseguir sino apuntalar las notas del examen de mayo.
En el fondo, el PSOE sabe que no hay otra fórmula realmente eficaz que la de volver a encarrilar un proceso que permita la solución de este conflicto por vías democráticas, que resuelva los dos nudos gordianos que exige un futuro abierto desde la democracia, la igualdad de oportunidades y la no exclusión. El PSOE sí conoce la auténtica y sincera voluntad de solución que la izquierda abertzale ha madurado. Tiene suficientes datos que lo corroboran. Aunque muchos de ellos no sean conocidos públicamente. Y sabe que en el esquema de Anoeta, es viable la solución.
Claro que hay muchas preguntas sin respuesta evidente que merecen una reflexión en voz alta. ¿Se ha roto definitivamente el proceso o es una fase de ese proceso la que definitivamente se cierra con el último comunicado de ETA? ¿Ha cumplido acaso el PSOE desde su responsabilidad en el Gobierno de España alguno de sus compromisos adquiridos con ETA? ¿Todo este recorrido para acabar dando la razón al PP y plantear una no-solución de prolongar la guerra sine die? ¿Hay alguna alternativa razonable al proceso que no sea el propio proceso, pero en serio? ¿O es que el PSOE pretende dejar la agenda política de los próximos meses en manos de ETA? Y con los resultados que le ha dado a Josu Jon su estridencia más papista que el papa, ¿va a seguir soportando todo el peso del partido en esa única muleta averiada para salir del paso a golpe de talonario?
Se me podrá acusar de voluntarista pero estoy firmemente convencido de que esto tiene salida. Al tiempo. Si tenemos voluntad, que la tenemos, necesitamos perseverancia y mucho temple. Siempre he pensado que es muy mala consejera la falta de perspectiva y esa costumbre de fijarse en el día a día como si cualquier acontecimiento fuera, en sí mismo, base de análisis suficiente. Los flashes mediáticos diarios nublan demasiado la vista y crean, además de adicción, ansiedad.
Para analizar lo ocurrido se necesita tiempo, serenidad, más datos (todo se sabrá), una buena dosis de autocrítica y también que cada cual se mire en su propio espejo y se retrate en lo fundamental, es decir, en qué compromisos estamos dispuestos a asumir. El compromiso en la mesa de negociación debe ir más allá de las cuestiones metodológicas. Supone dejar ya, de una vez por todas, ese juego esteril del gato y el ratón, de las presiones bajo mesa, de las cartas marcadas, y entrar en una dinámica incluyente donde todas las partes seamos parte de la solución, una solución que necesariamente debe, además de pactar los modos y los ritmos, diseñar la llave que abra el camino para desatar el nudo de la trampa que supone la partición impuesta a este país que desactiva toda posibilidad de decisión democrática. El compromiso, claro está. No acaba en el diseño. Para qué queremos la llave si la siguiente trampa es tirarla al río, no comprometerse en usarla, en abrir la puerta...
Con iniciativa política, con movilización social, con implicación personal es como este proceso encontrará recorrido. Vete despacio que tengo prisa dicen que le dijo el veterano cardenal a su chófer cuando de un urgente asunto de estado se trataba. Nos urge la solución, tenemos prisa pero no van a conseguir que andemos corriendo.
Un abrazo a quienes están sufriendo en propia carne la política de venganza y chantaje miserable de un Estado que pretende aniquilar un ya irreversible proceso por abrir la puerta a la libertad y el derecho a decidir como pueblo.