Hace unos seis años se sortearon unas viviendas de protección oficial en la calle Federico García Lorca (continuación del paseo Francia), en las que unos cuantos ciudadanos resultaron afortunados, entre ellos nosotras.

La fortuna se convirtió en pesadilla en un breve espacio de tiempo, ya que a los dos años de vivir allí, se instaló en el bajo una clínica dental. Desde hace cuatro años venimos soportando cada vez con peor tolerancia los olores que se filtran desde la clínica hasta nuestra casa.

Hace seis meses, después de soportar situaciones médicas críticas, con desmayos y malestar general, tomamos la decisión de irnos a vivir a otro sitio, pero esto no ha arreglado el problema, sino que cada vez lo empeora, ya que malvivimos en casas ajenas mientras la nuestra está vacía.

Se ha puesto una denuncia al Ayuntamiento, que tras una burocracia desesperante, y dos pruebas de estanqueidad con resultado positivo (es decir, se demuestra la filtración de olores de la actividad a las casas), sigue sin tomar una decisión al respecto. A todo esto no ha ayudado la actuación de la clínica dental, que siempre ha negado la evidencia, incluso después de que la comunidad hiciera su propia prueba de estanqueidad con idéntico resultado.

Sólo pedimos una cosa: poder vivir en nuestra casa. Nada más. Y, por cierto, que a día de hoy parece todavía un sueño.