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El Museo Naval rescata la «ignorada» historia marítima de Donostia

Tras permanecer tres meses cerrado, el Museo Naval de Donostia reabrió ayer sus puertas con un aspecto totalmente renovado. La exposición permanente ha sido sustituida por «Donostia, ciudad marítima», una muestra que repasa la intensa relación histórica entre la ciudad y el mar, una relación muchas veces ignorada o minusvalorada. Y lo hace a través de 170 piezas, muchas de las cuales hasta ahora nunca habían sido exhibidas en público.

Martin ANSO | DONOSTIA

Que Donostia no sólo vivió del mar sino que vivió en el mar es algo que hoy se ignora o se tiende a minimizar, algo relativamente lógico si sólo se cuenta como referencia con el puerto actual, de limitadas dimensiones, pero no si se conoce que, en otro tiempo, la capital contó con un segundo puerto, el de Santa Catalina, en la desembocadura del Urumea, y, además y sobre todo, controló Pasaia hasta el siglo XIX.

«Parece -señaló ayer al respecto José María Unsain, codirector del Museo Naval y comisario de la exposición inaugu- rada ayer- que la memoria histórica de Donostia se agota en algunos hitos, como el de la destrucción de 1813 o el de la Belle Epoque. Y, sin embargo, Donostia cuenta desde la Edad Media hasta el siglo XX con un lugar destacado no sólo en la historia marítima del Golfo de Bizkaia, sino, por momentos, en todo el panorama internacional. En el siglo XVI, por ejemplo, gracias a las pesquerías transatlánticas, Donosita fue el principal foco ballenero del mundo, y, en el XVII, uno de los principales puertos corsarios de Europa».

Piezas inéditas

Es precisamente sobre esa historia marítima de Donostia, «ignorada o minusvalorada», sobre la que quiere llamar la atención la exposición inaugurada ayer en el Museo Naval, «la primera destinada a proporcionar una visión general de los vínculos que la ciudad ha mantenido con el mar a lo largo de los siglos». Y lo hace a través de un importante conjunto de 170 piezas, muchas de las cuales -«hasta un 35%», destacó Unsain- nunca hasta ahora habían sido mostradas en público.

Ése es el caso de las halladas en las excavaciones arqueológicas que se han efectuado en los últimos años en el subsuelo del convento de Santa Teresa, en la Parte Vieja, al pie de Urgull. Entre ellas se encuentran conchas, frangementos de cerámica y vidrio de época romana, aunque las más llamativas son, sin duda, las correspondientes a una necrópolis medieval. En ese sentido, la exposición incluye dos de las nueve estelas discoidales halladas en esa necrópolis. Son estelas decoradas con símbolos solares datadas entre los siglos XII y XIV, las primeras localizadas en Gipuzkoa in situ, es decir, en su contexto original. De las excavaciones en el subsuelo del convento de Santa Teresa proceden también restos medievales más modestos pero igualmente sugerentes, como una canica de piedra localizada en una tumba e incluso un diente de tiburón.

La parte de la muestra relacionada con la Edad Media incluye también una escultura de piedra policromada que representa a San Pedro y San Plablo. Es la única escultura que se conserva de lo que debió ser el antiguo templo gótico de Santa María, una escultura cuya calidad habla de la importancia de aquel templo, testimonio, a su vez, de la pujanza económica que Donostia, gracias a su floreciente comercio marítimo, alcanzó en la época.

Probablemente la pieza más valiosa incluida en la exposición es un óleo anónimo del siglo XVII procedente del Monasterio del Escorial que ofrece una visión panorámica de la llegada a Donostia de la comitiva de Felipe III camino de la Isla de los Faisanes. «Es un documento absolutamente excepcional por la gran cantidad de información que aporta sobre el aspecto general de la ciudad y su actividad marítima, incluida la construcción naval», hizo notar al respecto Unsain.

Del Archivo de Simancas procede otra de las joyas de «Donostia, ciudad marítima»: el diario de navegación de Juan Pedro Cruz de Belefonte, capitán de la goleta corsaria donostiarra La Gata, que en el año 1762 combatió contra embarcaciones inglesas, francesas y holandesas. Este diario tiene la particularidad de que está ilustrado con viñetas en color, una rareza que lo hace único en su género, según destacaron ayer los responsables de la exposición.

Aunque menos valiosas, algunas otras piezas pueden tener especial significado para los donostiarras. Es el caso de una de las enormes tinas para almacenar aceite de ballena que hace unos años fueron localizadas durante las obras en el mercado de la Bretxa y que por primera vez se muestra en público. O el de la granada de cañón que se paseó por el puente de la nao capitana de Antonio de Oquendo en la batalla de Pernambuco, contra la escuadra holandesa, y que, «milagrosamente», no estalló. El almirante donostiarra la conservó y posteriormente la donó como exvoto al santuario de Arantzazu.

Entre las piezas curiosas de época más contemporánea incluidas en la exposición cabría citar un traje de baño femenino original de los años veinte, diversas normas para preservar la «moralidad» de los bañistas, el primer cartel anunciador de las regatas de traineras de la Concha que se conoce, impreso en Tolosa por Laborde y Labayen en 1929, o un filme del año 1957 que testimonia la importante actividad no sólo pesquera sino también de otro tipo que aún existía en el puerto.

Fotografías, mapas, instrumentos de navegación, cuadros diversos -algunos de autores tan conocidos como Regoyos o Ugarte-, modelos de embarcaciones y otros muchos objetos permiten un recorrido por la rica historia marítima de Donostia, un recorrido que arranca constatando la presencia de naves romanas en la bahía de la Concha y concluye con la pesca de bajura que se practica actualmente, pasando por el comercio medieval, dinamizado en buena medida por los pobladores gascones, las pesquerías transatlánticas de ballena y bacalao en época moderna, la contrucción naval, la actividad corsaria, el tráfico de esclavos y las grandes compañías de Caracas, la Habana y Filipinas del siglo XVIII, sin olvidar la ciudad turística y la actividad deportiva que se desarrollan a partir del siglo XIX.

Aparte de con materiales de gran valor histórico y artístico, la exposición cuenta con un planteamiento divulgativo y didáctico. A ello contribuyen también nueve audioguías y otros tantos vídeos. «Nuestro objetivo ha sido -indicó José María Unsain- que el discurso de la exposición admita varios niveles de lectura, de modo que merezca la pena visitarla más de una vez».

El diputado general de Gipuzkoa, Joxe Joan González de Txabarri, quien participó ayer en la inauguración de «Donostia, ciudad marítima», destacó la excepcionalidad de la muestra, no sólo por las piezas singulares que contiene, sino por los aspectos ignorados o poco conocidos que saca a la luz. «Solemos tender a creer -dijo al respecto- que conocemos la historia de nuestro entorno más cercano y, sin embargo, exposiciones como ésta demuestran que no es así y despiertan nuestra capacidad de asombro».

Por su parte, la directora del Museo Naval, Soko Romano, destacó que las piezas reunidas en la exposición proceden de instituciones tan diversas como el Monasterio del Escorial, el Archivo de Simancas, el Museo Marítimo del Cantábrico o la parroquia de Deba, pero «la imensa mayoría» forman parte de colecciones particulares. «Que esos particulares nos hayan cedido durante todo un año piezas que a veces tienen colgadas en el salón de su casa es un gesto de generosidad que queremos agradecer muy especialmente», subrayó Romano.

Nueva etapa del museo

La exposición «Donostia, ciudad marítima» es el primer paso que da el Museo Naval en su nueva etapa. Hace ya dieciséis años que la Diputación de Gipuzkoa decidió crear este museo y lo ubicó en la Casa-Torre del Consulado, un edificio construido en el siglo XVIII y que ha desempeñado funciones diversas, desde domicilio del teniente de muelles a escuela de náutica o centro de salvamento marítimo, además de calabozo ocasional. Hasta ahora, las plantas baja y primera del museo estaban dedicadas a albergar la exposición permanente. Pero la Diputación ha reconsiderado sus planeamientos iniciales y ha decidido que, en adelante, el museo carezca de exposición permanente y esas dos plantas sean destinadas a muestras temporales de aproximadamente un año de duración. Esas exposiciones estarán centradas en temas monográficos, elegidos en función de su relevancia histórico-cultural y de su atractivo para el público. La primera de esas muestras es «Donostia, ciudad marítima», que podrá ser visitada hasta el 28 de mayo de 2008. La segunda versará, muy probablemente, sobre la presencia de marinos vascos en el Océano Pacífico, con ocasión de las conmemoriaciones en torno al quinto centenario del nacimiento de Andrés de Urdaneta.

Ficha

Título: «Donostia, ciudad marítima».

Fechas: Del 12 de junio al 28 de mayo de 2008.

Visitas: De martes a sábado, de 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 19.30 horas; domingos y festivos, de 11.00 a 14.00.

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