Txotxe Andueza Periodista
Pobre Euskal Herria... tan adicta al fútbol
Leía ayer en un billete publicado en el periódico mejicano «La Jornada», que una niña de once años, invitada a intervenir a un importante evento científico, terminaba su demoledor análisis de la situación en su país con un contundente «Pobre México nuestro, tan cerca del fútbol y tan lejos de la ciencia». Y no pude por menos que pensar que en esta Euskal Herria nuestra, tan adicta al balompié, tan orgullosa de sus equipos, este próximo fin de semana miles de personas sufrirán de angustia ante la última oportunidad que sus equipos tendrán de no perder la máxima categoría. Y con esos miles de personas, otros muchos miles que habitualmente no gustan de seguir las noticias futboleras se sentirán presas de un sincero sentimiento de solidaridad, que será de pesar si las cosas van mal, o de alegría si finalmente se arreglan.
Pero aunque pareciera que el mundo va a empezar y va a terminar este fin de semana en los estadios en los que nuestros equipos estrella se juegan su futuro cercano, no es así. Porque hay vida más allá del fútbol. Incluso hay cosas que también se tendrán que dilucidar este fin de semana. Habrá otros equipos a los que, aunque se formarán este sábado, antes de empezar la liga los han clasificado en segunda o tercera división democrática. Equipos cuyos jugadores titulares han recibido tarjeta roja y sanción antes de empezar a jugar. Que han sido despojados de estadio. Y a cuya afición se le obliga a asistir y a aplaudir a equipos que históricamente han sido sus adversarios.
Este sábado, los ayuntamientos vascos serán terrenos en los que se jugará sin reglamento y con árbitros parciales. Lo cierto es que pase lo que pase en los ayuntamientos -como en los estadios- no se acabará el mundo para los vascos. Pero, a diferencia de la repercusión que para nuestras vidas puede tener que los equipos emblemáticos de este país pasen alguna temporada de travesía en segunda división, como sigamos retrocediendo en derechos, en libertades, en garantías democráticas, llegará un momento en el que ni el mejor partido, ni el más positivo de los resultados será suficiente para sacarnos del pozo.