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El culto al star-system en la arquitectura también se cuestiona en ciudades como Bilbo

Artistas, gestores, políticos, urbanistas, historiadores y arquitectos se junta-ron ayer en el museo Guggeneheim Bilbao para reflexionar sobre las nunca fáciles relaciones de la arquitectura con la sociedad.

La jornada, organizada por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro (COAVN), intentó contestar a cuestiones como el porqué de la importancia de la urbanidad, cuál es el valor social de la arquitectura, si es bueno o malo el star-system en arquitectura, etc.

Estando en una ciudad como Bilbo -y en el auditorio del emblema por excelencia de la ciudad, como es el edificio construido por Frank Gehry hace diez años-, uno de los temas que más ampollas levantó fue el del star-system que lleva a concebir la arquitectura como un espectáculo.

Quien puso el dedo en la llaga fue el historiador, escritor, pintor y fotógrafo William Curtis, con una corrosiva crítica al star-system que tanto aman las autoridades bilbainas. Se quejó del despilfarro que conlleva el culto a estas estrellas de la arquitectura, de que está produciendo una uniformización del gusto, de la pérdida del hecho diferencial. «El star-system supone una situación muy grave de privatización del espacio público a gran escala», aseguró en la mesa redonda que tuvo lugar por la tarde, con la que se puso fin a la jornada.

Curtis se remitió incluso a la guerra de Irak. «Vivimos en un mundo de ficción. Estados Unidos utiliza la violencia para destruir el sector público de otro país, un sector que estaba muy desarrollado, y lo hace por la única razón de que con la reconstrucción posterior se llenará los bolsillos. ¡Y dicen que lo hacen por nuestra seguridad! El star-system es cómplice de esta situación. Sus edificios emblemáticos son otra operacion de privatización extrema de lo público. Sus intervenciones afectan a los ciudadanos, porque conllevan la subida de los alquileres, el encarecimiento del billete de metro, etc».

La mediocridad de Ghery

Curtis, además, se rió de la importancia que en ciudades como Bilbo se da a estos arquitectos-estrella. «Mirar este auditorio. ¿Os parece fabuloso? Es mediocre. Vale, enhorabuena por traer a Gehry a Bilbao, pero no exageremos, es un arqutiecto de segundo nivel. Hay que dejarse de tonterías. Y qué decir de Zaha Hadid. No entiendo ese interés. ¡La suya una arquitectura absurda, de fórmulas kitchs!»

En una de las ponencias, el arquitecto Javier Cenicacelaya rechazó el «culto desmedido» a la arquitectura como icono. «Hay una obsesión por llamar la atención, tratamos a la ciudad como si de un museo se tratara», dijo. Criticó, así mismo, la ausencia de reglas en el ámbito de lo urbano y aludió a la vieja propuesta de construir «la ciudad en el parque». A su juicio, esta máxima ha sido sustituida por construir «la ciudad en el parking».

Además del culto al star-system -que como dijo el presidente del colegio de arquitectos, Iñaki Arriesta, se da en todas las profesiones-, otro tema que se trató ayer fue el de la participación popular en el diseño de las ciudades. El filósofo Javier Sádaba, quien comparó la figura del arquitecto con la del médico, por la confianza que el ciudadano deposita en él, consideró imprescindible esta participación, al igual que Javier Cenicacelaya. A lo que el concejal de Intervenciones Estratégicas de Bilbo, Ibon Areso, objetó, con ejemplos concretos, que «no siempre lo que quiere el ciudadano es la solución acertada». «Sí, pero que no se obtenga lo mejor no significa que no sea eso lo que hay que hacer -le contestó Sádaba-. Por mucho que sepa el arquitecto, por mucho que sepa el concejal, el que sabe de vivir en la ciudad es el ciudadano. Y hay que escucharle».

Hubo otras conclusiones. Por la mañana, el arquitecto Félix Claus, posedor de uno de los estudios más reconocidos de Holanda, había abogado por renovar los edificios existentes para darles nuevos usos, apostando, además, por un diseño urbano que tenga en cuenta el constante cambio que experimentan las ciaudades.

Por su parte, Iñaki Arrieta dijo que «los arquitectos son piezas claves en las ciudades y deben tener en cuenta que éstas son para los ciudadanos, no para gloria de los políticos».

«La ciudad es de todos, la calle es el paradigma de la libertad. Los arquitectos tenemos la responsabilidad de pensar en este espacio para su uso. Vendemos imagen, pero también hay que vender fondo», añadió el presidente del Colegio.

Karolina ALMAGIA

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