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Maro Zubiaga profesor de ciencia en la UPV

Mira quién baila (y II) Mira quién baila (y II)

Mario Zubiaga realizaba en la primera parte de este artículo un análisis sobre los referentes de las distintas partes implicadas en un proceso de solución para el conflicto político en Euskal Herria a lo largo de los últimos meses. En su opinión, cada actor-negociador del proceso ha obedecido a una doble referencia, habiendo resultado determinante el polo que imposibilitaba el necesario acuerdo a tres bandas. Mario Zubiaga realizaba en la primera parte de este artículo un análisis sobre los referentes de las distintas partes implicadas en un proceso de solución para el conflicto político en Euskal Herria a lo largo de los últimos meses. En su opinión, cada actor-negociador del proceso ha obedecido a una doble referencia, habiendo resultado determinante el polo que imposibilitaba el necesario acuerdo a tres bandas.

Así las cosas, en estos momentos el proceso de solución está paralizado. ¿Por qué en cada sistema de referencia han triunfado los polos que más dificultaban el avance negociador? Posiblemente porque el conflicto no está maduro del todo.

Según Mitchell, el conflicto madura y da paso a una negociación irreversible cuando se detecta alguna de estas situaciones:

-Catástrofe mutua inminente. En este supuesto la negociación se abre definitivamente porque si continúa el conflicto ambas partes se enfrentan a un desastre irreversible: un aumento inusitado de los costes o una imposibilidad real de alcanzar los objetivos. Es evidente que en nuestro caso la apertura de la negociación no respondió a este mecanismo, que recordemos debe ser recíproco. Suponer que una vez iniciado el proceso iba a avanzar única y exclusivamente porque el no-proceso era una catástrofe para la izquierda abertzale y para el PSOE se he revelado erróneo. Pensar que en el futuro la madurez de nuestro conflicto se logrará implementando este mecanismo no es creíble ni aceptable. No estamos en Irak, ni el equilibrio de fuerzas es tal que la catástrofe pueda llegar ser mutua.

-Oportunidad tentadora. Esta condición de madurez se produce cuando los contendientes descubren una alternativa mucho mejor para lograr sus objetivos que seguir adelante con una lucha costosa. Para que este mecanismo funcione la oportunidad de negociar debe ser tentadora para todos los actores que pueden condicionar el fin o la continuidad del conflicto. En otro caso, los perjudicados se convierten en saboteadores. En nuestro caso, las posiciones certificadas para negociar, con oportunidades demasiado tentadoras, eran paradójicamente las más débiles: izquierda abertzale y PSOE. Lo que pudo valer al principio con el PSOE en la oposición, un PNV perseguido por sus posiciones soberanistas y el sistema preocupado por los excesos del PP, deja de valer con el PSOE en el Gobierno, el PP en la oposición, un PNV pactista y el sistema preocupado por la deriva frentepopulista. PP y PNV no tenían ventaja imaginable del proceso negociador y el PSOE, aun teniéndola, no podía hacerla efectiva. En el mismo instante en el que PNV, temiendo por su hegemonía, se ofrece al PSOE, la oportunidad más tentadora para casi todos es volver al pactismo neo-estatutario, para lo que el proceso sobra y estorba.

No se vislumbran hoy en día condiciones para que la implementación de este factor de madurez facilite la superación del conflicto: la visión partidista, las luchas por la hegemonía impiden adivinar una oportunidad tentadora para todos.

-Estancamiento perjudicial. En este modelo el paso a la negociación se produce cuando ninguna parte puede imaginar una solución positiva mientras se sigan utilizando las estrategias empleadas hasta el momento. Como se decía en Irlanda «nadie podía ganar, nadie podía ser derrotado», y en esa meseta la vida es muy desapacible. Aquí, cuando comienza el actual proceso negociador el estancamiento es perjudicial para unos -PSOE y ETA, sobre todo-, pero no para otros, empeñados en una estrategia de guerra total. Tras el cambio de Gobierno, un PP frustrado por la interrupción de lo que suponía la derrota inminente de ETA (y el MLNV, PNV incluido), no puede dejar de creer en una futura victoria total. Al margen de lo que los negociadores del PSOE piensen, el sistema en su conjunto estima que o bien esa victoria definitiva es posible con muy poco esfuerzo, o bien el coste de la ruptura actual es asumible, pues si persiste el paradigma político-militar la nueva negociación llegará indefectiblemente con una izquierda abertzale más débil.

-(Salir de la) Trampa. Este modelo en dos fases parte de una realidad irracional, pero la supera. Parte de la necesidad irracional de continuar con el conflicto para justificar los sacrificios pasados. Cuanto más se sufre (se ha sufrido) más fuerza hay que hacer hacia la victoria. Como dice Mitchell, en cierto modo el participar en un conflicto se parece a construir un puente. El mayor coste se produce cuando falta mucho para obtener beneficios, y éstos sólo se producen cuando el puente se termina, pues dejarlo en el aire echa a perder todo el esfuerzo realizado. Esa es la trampa de la que hay que salir. La segunda fase, el paso a la madurez, se abre cuando se re-evalúa la situación de forma que de la justificación del sacrificio pasado y del daño al adversario se pasa a una mentalidad en la que sobre todo se valoran los costes y los recursos propios de forma que un cambio de política facilita la superación del conflicto. Es un mecanismo que puede ser unilateral, no depende necesariamente de la actitud de los adversarios, aunque éstos pueden facilitarlo.

En nuestro caso, la continuidad del conflicto se ha basado en el modelo «puente» -el respeto al recorrido de lucha de ETA y/o la memoria de las víctimas no permite cejar en el empeño-, y no se ha dado paso a una segunda fase, en la que el pasado se convierte en contra ejemplo: es decir, en aquello que no hay que volver a repetir. Por ello, al parecer, el modelo de madurez asumido por la izquierda abertzale no era el de «trampa de la que hay que salir». El dominante ha sido y sigue siendo el de «estancamiento perjudicial». Este mecanismo de madurez tiene sin duda la ventaja de que permite mantener una cierta coherencia histórica y es menos arriesgado desde un punto de vista organizativo. Sin embargo, en las actuales circunstancias los inconvenientes parecen mayores:

-Exige un nuevo ciclo de conflicto, más breve seguramente, con el que se tratará de transmitir la idea de que el estancamiento es realmente perjudicial. No obstante, en nuestro caso, la acumulación de fuerzas político-militares no parece suficiente para convencer al sistema de que no puede ganar, y de que esa no-victoria le vaya a ser gravosa. El coste humano, ético y político de este nuevo episodio de resistencia puede ser excesivo. En todo caso, la vis transformadora de la izquierda abertzale se vuelve a empantanar en posiciones defensivas.

-En este sentido, el modelo de madurez «estancamiento» no acumula fuerzas sociales y políticas nuevas que permitan mejorar la posición negociadora en la mesa política. En este momento, tal modelo de madurez está otorgando a la sociedad un mero papel de mediadora que implora por la continuidad del proceso. La propia izquierda abertzale se está autoexcluyendo simbólicamente del conflicto, convirtiéndose en un organismo mediador que no puede reforzar los contenidos de su posición negociadora, sino «la negociación», en sí misma considerada. Así las cosas, el mínimo de «la autonomía a cuatro ya» tendrá que ser rebajado. Con este modelo, aunque la organización no sufre tanto, los contenidos se difuminan. Para el que todavía se acuerde es el modelo Lurraldea/Leitzaran.

Por tanto, quizás sea conveniente llegar a la madurez del conflicto por otras vías. No en vano, en Irlanda el estancamiento perjudicial para ambas partes -nadie podía ganar-, ciertas oportunidades tentadoras compartidas y el modelo trampa -la lucha histórica es, precisamente, la que sirve para justificar el cambio de política del IRA y del Sinn Féin-, se han combinado de forma eficaz para avanzar en el proceso. El coste que el modelo trampa suponía -la fractura interna- se ha asumido sin graves problemas.

El modelo de madurez «(salir de la) trampa» puede ser público y rotundo, entregando simbólicamente los bagajes a la sociedad vasca -«hasta aquí hemos llegado»- y cerrando con llave la cueva hasta una próxima carlistada. O, más discreto. En todo caso, hay que ser consciente de que la verdadera posición de fuerza que puede llevar al Estado a cumplir sus compromisos está por llegar, y nunca vendrá por una bomba más o menos. A veces el final del puente sólo se puede construir desmontando el tramo ya recorrido. Hoy estamos ya en esta tesitura. Así que, sea cual sea la partitura, ¡bailad, bailad...! Y pisad lo menos posible.

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