El viernes a las 10:45, como hacen otros compañeros y compañeras cada 15 días, recogimos a familiares y amigos para que visitasen a sus allegados. Son viajes llenos de vida, alegría, solidaridad. Tras dormir unas cuantas horas, nos dirigimos a Lopidana a recoger a familiares y amigos. Esta vez nos encontramos con Ekhi, un niño de cinco años que viaja para ver a su aita preso. Irradiaba alegría, ya que al día siguiente le podría ver. El viaje es duro, pero las sonrisas tanto de Ekhi como del resto llegan a eliminar la dureza del mismo. Es inimaginable la energía de todas estas personas, semana tras semana, recorriendo miles y miles de kilómetros para visitar a sus allegados y allegadas durante sólo unos minutos.

Desde el comienzo del viaje son palpables los nervios, que se agudizan cuando los kilómetros que nos separan de la cárcel son menos. Cuando llegamos a la cárcel, se visualiza un mayor nerviosismo, junto a una mayor alegría, ya que en breve verán a sus familiares presos. Por fin entran en la cárcel y nosotros aprovechamos para poder descansar un poco.

Volvemos a recoger a los familiares y todo el cansancio y la dureza del viaje cobra para nosotros su mayor recompensa, puesto que las sonrisas de todos y cada uno de los y las que han entrado a la visita se pueden ver desde la otra punta de la cárcel. Esa sonrisa es suficiente para que el siguiente viernes volvamos a coger las furgonetas de Mirentxin y llevar solidariamente a familiares y amigos y, de esta manera, ayudar a paliar la dureza de la política asesina de la dispersión.

Por todo esto, el viaje que hagamos el próximo 1 de julio no será fuera de Euskal Herria, aunque el objetivo sea el mismo por el que realizamos los viajes a Cáceres, Badajoz, Jaén, Ocaña, Aranjuez, Málaga... Esto es, denunciar la política de la dispersión y la vulneración de derechos del Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos. El 1 de julio viajaremos a Laudio. Arabar eta euskal preso guztiak Mahatsondora.