Unión cerrajera de arrasate: un siglo de represión y de lucha obrera
Un siglo de vida. El libro «Ama Cerrajera» recopila parte de la historia industrial de Arrasate desde el siglo XIX y, en particular, de Unión Cerrajera, que nació en 1906. Recoge la actividad del movimiento obrero en sus ansias por lograr mejores condiciones laborales, pero también en su abnegada lucha contra la dictadura de Franco y el sistema capitalista que, antes y en la actualidad, sólo tiene por objetivo el obtener los máximos beneficios económicos a costa del sudor y del esfuerzo de los trabajadores.
Juanjo BASTERRA
El libro «Ama Cerrajera» está elaborado por José Angel Barrutiabengoa, Juan Ramón Garai y Josemari Vélez de Mendizabal, los dos primeros continúan en la empresa, y el tercero es un ex trabajador. Traslada la realidad de esa zona guipuzcoana desde las guerras carlistas, a la primera y segunda Guerra Mundial hasta la actividad en pleno franquismo y su etapa posterior. Cien años no son nada, pero fueron testigos de la lucha de los trabajadores por sus derechos laborales y salariales, y también por vivir en una tierra libre y en paz.
La historia de esta empresa es, como dice Juan Ramón Garai, «la de varias generaciones de más de 10.000 trabajadores de todos los pueblos de Debagoiena, incluida la localidad de Aramaio». Es un ejemplo de otras muchas empresas y comarcas de Euskal Herria, sin duda. Daniel Salazar Paternain explica en el prólogo que en los 101 años de historia de Unión Cerrajera de Mondragón (UCEM) tienen de todo. La miseria se la repartían los trabajadores y la riqueza quedaba en manos de los empresarios. Recuerda que en la década de los ochenta sufrió la reconversión, como gran parte de la industria vasca, y estuvo a punto de cerrar, pero el esfuerzo de los trabajadores logró mantenerla en pie. En la actualidad, esta empresa ubicada en la cuna del cooperativismo vasco, es «una realidad floreciente consecuencia del rejuvenecimiento de su plantilla y la modernización de las instalaciones». Los trabajadores, de todas maneras, siguen en plena lucha para obtener, hoy más que nunca, unas condiciones de trabajo y de salario acordes con su esfuerzo en la actividad productiva.
La lucha obrera ha sido una constante en Unión Cerrajera desde sus orígenes ligados a «la Asociación Obrera, en la que participaban los republicanos-liberales y nacionalistas vascos, y el Sindicato Profesional, en el que participaban tradicionalistas y carlistas». La dirección de la empresa no estaba de acuerdo con la creación de los sindicatos, como recuerda Garai. En 1912, un comunicado de la empresa indica expresamente que «esta sociedad que constantemente se ha preocupado por el bienestar de los suyos, no alcanza a ver la necesidad de la formación de los sindicatos». Esa actitud, que tiene muchas similitudes con la situación que padecen algunas centrales sindicales en la actualidad, provocó dos huelgas en 1915 y 1916.
La primera se conoció como «la huelga de los pulidores» y estuvo motivada por «la reducción de los sueldos», como recuerda el autor de este relato. Duró desde el 6 al 20 de setiembre en 1915. El resto de los trabajadores continuó trabajando, pero ayudó a los huelguistas. La empresa tuvo que ceder.
La segunda, un año después, fue en contra de la implantación unilateral de un nuevo horario de trabajo, lo que «los trabajadores consideraban lesivo para su salud». Se prolongó durante cuatro meses, y, según indica Juan Ramón Garai, fue la que más duración ha tenido. «Comienza el dos de enero y tras el cierre de la fábrica por la dirección al día siguiente, será el 20 de mayo cuando entren a trabajar los últimos huelguistas. 31 de ellos fueron despedidos», dice.
A raíz de esa huelga, que tuvo una amplia repercusión en Euskal Herria, la Guardia Civil construye la casa cuartel, que permaneció en Arrasate hasta 1979. «La Guardia Civil se había destacado en la represión de las manifestaciones de los huelguistas y de sus mujeres», según se recoge en el libro. En este caso, también se reconoce que las mujeres siempre han tenido una importante presencia en la empresa cerrajera, pero «siempre han estado discriminadas».
Agustín Mendizabal, uno de los principales accionistas de la Unión Cerrajera, «tenía un curiosa postura -según describe Garai- puesto que decía que la mujer que trabaja junto a los hombres provoca su distracción. Consecuencia de eso, a las mujeres se les daba trabajo para que lo realizaran en sus casas».
La discriminación salarial también era una constante. Entre 1909 hasta 1915, «los salarios de los hombres variaban entre tres y cuatro pesetas al día, pero las mujeres ganaban 1,5 pesetas, y los jóvenes 1,25 pesetas».
A comienzos del siglo pasado, en la Unión Cerrajera la jornada fue de 12 horas y 15 minutos. En 1919, el Gobierno español de Romanones decretó la jornada laboral de ocho horas, pero «en muchas secciones de la fábrica se aumentaba en dos».
Las huelgas se sucedieron en esta empresa de Arrasate. En 1930, el Sindicato Metalúrgico de UGT paralizó la empresa en contra de «los fusilamientos de los militares Galán y García Hernández que se habían sublevado en Jaca por la instauración de la República». El 5 de octubre de 1934 se declaró la huelga general revolucionaria por la República Social, en la que los socialistas y UGT locales «dirigieron una insurrección armada, con la toma del poder local durante unas horas, declarando la República Social y aboliendo el dinero». Tuvo unas consecuencias graves, a juicio de Juan Ramón Garai, puesto que «produjo cuatro muertes: la de Marcelino Oreja, Dagoberto Resusta y Eugenio Edurra, muertos por parte de los insurrectos, y de Secundino Vitoria, muerto por parte de las fuerzas que ejercieron la represión tras el fracaso de la huelga. La ocupación militar de la localidad duró varios meses y se produjeron doscientos detenidos en Arrasate, algunos brutalmente torturados».
Con el golpe militar en julio de 1936, Garai asegura que bastantes trabajadores de Unión Cerrajera «se presentaron voluntarios para luchar por la República». El 26 de setiembre de 1936 los partidarios del dictador Franco, «comenzaron con detenciones y once trabajadores de la empresa fueron fusilados». Fueron tiempos de represalias, ya que «casi la totalidad de la gente de izquierdas y muchos nacionalistas se quedaron sin trabajo».
En la postguerra, se inició la resistencia sindical y en la Unión Cerrajera tuvo protagonismo especial. «En 1962 se hace un plante en el trabajo parando la totalidad de los obreros. La empresa responde con el cierre. La huelga se consideraba delito de sedición, pero se extiende por Gipuzkoa a CAF y otras. Entonces, el inspector Melitón Manzanas detiene a José María Lasagabaster, que era uno de los jurados de empresa y vinculado a ELA en la clandestinidad. Tuvo el apoyo de José María Arizmendiarrieta a la hora de plantear reivindicaciones». En el libro se especifica que «fue torturado».
La actividad sociolaboral en UCEM no cedió. Después llegó el Proceso de Burgos, la lucha contra los fusilamientos de Txiki, Otaegi y los militantes del FRAP, la legalización de los sindicatos, por lo que de las Comisiones Obreras que funcionaban en la empresa se dio el paso a la aparición de LAB. Todo un proceso que se alarga hasta este momento tras pasar una difícil situación por la reconversión industrial. Juan Ramón Garai destaca el compromiso de los trabajadores de esa empresa de Arrasate por la lucha y por el mantenimiento de «La Cerrajera». Recuerda que los empresarios buscaron desprenderse de la empresa, pero «sólo la lucha de los trabajadores la ha mantenido hasta hoy».
Los apuntes históricos del origen industrial los explica Vélez de Mendizabal. En 1826 existían en esa localidad seis ferrerías y treinta años después sólo quedaban dos: la de Zaldibar y la de Zigarrola. José María Resusta, «Maixortxo», José Vergarajauregui, Mateo Urzelay Beristain y algunos comerciantes y cerrajeros de la localidad fundaron la fábrica de Almacenes de Cerrajería, con un capital de 370.000 reales. Irrumpió en el mercado con el nombre de «Vergarajáuregui, Resusta y Compañía».
En 1863 Urzelay deja la empresa, lo que da pie a los que se quedan a fundar otra con un capital de 1.098.500 reales denominada «Sociedad en comandita simple Vergarajauregui, Resusta y Cía». En Arrasate existía otra dedicada a la cerrajería, denominada Axpe y Cía, propiedad de Evaristo «Gixau» Axpe Aginagalde, que utilizaba la ferrería de Zigarrola. Entre ambas, formaron el 13 de enero de 1906 la Unión Cerrajera de Mondragón.
José Angel Barrutiabengoa explica detalles relacionados con las anécdotas. Afirma que «La Cerrajera» es «el eje sobre la que ha girado la vida de este pueblo». Explica que la unión de las dos cerrajeras de Arrasate se produjo tras una apuesta en un partido de pelota en Bergara el 23 de junio de 1905 entre Bernardo Garate «Cantabria» y Juanito Gisasola, «Begoñés I». Entonces, los directores de ambas empresas, José María Resusta y Cándido Gaytán de Ayala se la jugaran. El autor de esta parte del libro recuerda que Unión Cerrajera mantenía una fuerte producción de patatas y cereales en tierras de Araba que compraba para el economato en épocas de penurias. También recuerda que Arrasate disfrutó de piscina pública en 1948. Igualmente, entre otras muchas historias, asegura que Ignacio Chacón, un ingeniero de la empresa, fue conocido por el sobrenombre de «el gran traidor», porque se llevó los planos de la fabricación de bombonas a Gasteiz donde fundó la empresa Esmaltaciones San Ignacio, actualmente en proceso concursal. El libro es muy interesante para conocer la realidad de la clase trabajadora. Lo que sí expresa es la entrega de los trabajadores. Juan Ramón Garai, en su parte, explica que los trabajadores de UCEM aportaron un bono de ayuda de 100.000 peseta para el nacimiento en setiembre de 1977 del diario «Egin».