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Otro capítulo en la historia de la hipocresía

Lna condena a muerte de tres ex altos cargos del régimen de Sadam Husein por su responsabilidad en el genocidio kurdo de 1988 mediante bombardeos con armas químicas ha tenido mayor trascendencia que la que en su momento tuvieron aquellos lamentables hechos. Como consecuencia de los mismos murieron más de 180.000 personas de esa etnia, multitud de aldeas fueron arrasadas y miles de personas deportadas. Para sus autores se trató de una «operación normal» en el marco de una guerra, la que entonces Irak libraba contra Irán.

No deja de ser significativo que el máximo responsable del genocidio kurdo, Sadam Husein, fuera condenado a muerte con mucha anterioridad en un polémico juicio con dudosas garantías por la muerte de decenas de chiítas tras un atentado fallido contra su persona. Es significativo porque no resulta difícil imaginar a quien a la sazón era aliado privilegiado de Occidente dejando en evidencia la hipocresía de sus antiguos protectores, de ese Occidente hipócrita del cual el presidente iraquí era una pieza en el tablero de Oriente Medio. Una pieza que en el contexto de la guerra de su país contra Irán, auspiciada por Occidente, llevó a cabo un genocidio con armas proporcionadas por países cuyos dirigentes hoy aplauden la condena de ayer.

Uno de los condenados, Ali Hassan al Majad, tras la invasión de Irak fue uno de los hombres más buscados por Estados Unidos, el «rey de picas» en la baraja distribuida por ese país que incluía a los hombres más buscados. Ese burdo método propagandístico, en cualquier caso, no puede disimular la responsabilidad de Estados Unidos, no puede hacer que se obvie la hipocresía de la comunidad internacional en general ante el escandaloso genocidio contra el pueblo kurdo, hace dos décadas masacrado y hoy de alguna forma favorecido, pero en modo alguno debido al derecho que le asiste a ser dueño de su futuro en paz, sino a los intereses de sus supuestos benefactores actuales. La condena a muerte de los cinco ex altos cargos iraquíes es buena muestra del alcance de esos intereses de quien ostenta la fuerza como único argumento.

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