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Cousteau sigue buceando en su mundo del silencio

El hombre del gorro rojo dejó huérfano a mares y océanos hace diez años. Una afección cardíaca sumergió para siempre la vitalidad de Jacques-Yves Cousteau. Pero una década después su nombre sigue siendo un icono para generaciones a las que él descubrió las profundidades marinas.

Joseba VIVANCO

Señor del mar, capitán de los océanos, inventor del mar, explorador del mundo del silencio, el hombre que nos descubrió el mar... Los calificativos para el «francés más famoso de la Tierra», como le definió Jacques Chirac a su muerte, se pierden en el horizonte de los mismos mares y océanos que este hombre de aspecto frágil y nariz aguileña, más divulgador que científico, aventurero pero igualmente buen empresario, sacó a la superficie para asombro de millones de personas en todo el mundo. En el conocimiento del fondo marino hay un antes y un después que viene marcado por este explorador que supo mezclar sus dos grandes pasiones, el mar y el cine, para traer hasta nuestras casas imágenes nunca vistas antes.

Ayer se cumplieron diez años desde que, con solemnidad y ciertas dosis poéticas, un portavoz de la fundación que lleva su nombre anunciara: «El comandante Jacques-Yves Cousteau se ha reunido con el Mundo del Silencio este miércoles, 25 de junio de 1997». El mismo ``Mundo del Silencio'' que daba título a una de sus obras, de la que vendió nada menos que cinco millones de ejemplares, y de un documental filmado por Louis Malle y que recibió la Palma de Oro en Cannes (1956). El mismo Mundo del Silencio que, una década después de su muerte, nos sigue fascinando a través de series televisivas como ``Planeta Azul'', de la BBC.

Contaba 87 años y un fallo cardíaco nos privó de uno de los iconos del siglo XX, con sus gafas, su gorro rojo, su mirada perdida en busca de otros mares. Su muerte llegaba en plena Cumbre de la Tierra, como una especie de llamada de atención hacia otra de sus grandes preocupaciones, la pervivencia de la propia especie humana. «No se trata de interesarse sólo por la contaminación del mar o de la atmósfera; se trata de interesarse por la suerte misma del hombre», dejaba dicho entre otras muchas frases célebres que hoy bien pudieran leerse como epitafios. «Hay que preparar la Tierra para que aloje a 10.000 millones de personas en los próximos treinta años. Si no lo hacemos, esto se termina», nos legó a modo de mensaje en una botella.

"El capitán de los océanos'', como le bautizó el diario «Le Monde», vino al mundo cerca de Burdeos, en Saint-André-de-Cubzac, comenzó a andar poco después y a sumergirse bajo el agua con sólo diez años. Cuando contaba veinte, ingresó en la Marina. Sirvió en el Lejano Oriente, en mar y en tierra. El estallido de la Segunda Guerra Mundial le coge en la guarnición de Toullon, donde mata el tiempo saciando sus dos gusanillos: el fondo del mar y el cine, rodando con una pequeña cámara metida en una frasco de mermelada.

El año 1943 marca un hito en su futuro, cuando junto al ingeniero Emile Gagnan, inventa el "Aqua Lung'', un dispositivo que permite a una persona respirar libremente bajo el agua sin necesidad de un tubo que le una a la superficie, sin necesidad de las pesadas escafrandas. Un descubrimiento histórico que hace ricos a ambos y lleva a Cousteau a volcarse en los fondos marinos, comenzando sus primeras filmaciones, creando incluso una unidad de investigación subacuática.

Pero su leyenda no comienza hasta 1950, cuando convence al mecenas irlandés de la cerveza, lord Guinness, para que le financie un antiguo dragaminas británico, al que bautizará con el nombre de "Calypso'', una palabra que para siempre irá unida a la de Cousteau y sus innumerables aventuras surcando y buceando cual Simbad el marino los siete mares durante los siguientes cuarenta años. Fue así hasta el 8 de enero de 1996, cuando se hundió tras chocar con un remolcador en el puerto de Singapur.

Desde Marsella al Mar Rojo, en busca de un navío romano hundido, fue su primera singladura en 1951. A partir de ahí, mares, ríos y lagos fueron sus destinos de atraque, en un sinfín de expediciones que se tradujeron en nada menos que 150 documentales y unas 60 publicaciones, como la famosa "El Mundo Submarino de Jacques-Yves Cousteau'', filmada en 1965. Las cadenas de televisión de todo el mundo se los rifaban y los telespectadores dejaban por primera vez de mirar a las estrellas en una carrera espacial en pleno apogeo para bajar a las profundidades del mar. Hasta la década de los cuarenta, los científicos estudiaban los océanos recolectando animales muertos. «Antes, el público sólo veía la superficie de los océanos. Gracias a él, el público descubrió la vida que encierran y la necesidad de protegerlos por nuestro propio bien», recordó la organiación ecologista Greenpeace a su muerte.

Pero Cousteau no sólo viajó, investigó, filmó y divulgo. También se comprometió. Fue escuchado por los líderes mundiales en la ONU alertando sobre las amenazas a la biodiversidad marina, logró que la Antártida fuera considerada reserva protegida, no dudó en oponerse en 1960 a la contaminación radiactiva del mar Mediterráneo que el propio General De Gaulle interrumpió, dimitió en 1995 de su puesto en el Consejo de los derechos de las generaciones futuras del Gobierno francés en protesta por la reanudación de los ensayos nucleares de su país... Su Carta de Derechos de las Generaciones Futuras, lanzada en la Cumbre de la Tierra de Río en 1992, fue todo un legado.

En francés, inglés, español, ruso o alemán, sus proclamas ecologistas fueron pregonadas por los siete mares. «Probablemente se ha hecho más daño a la Tierra en el siglo XX que en toda la historia anterior de la humanidad», aseveró este visionario del cambio climático.

«Más allá de sus imágenes estaba la credibilidad  que él transmitía»
BIENVENIDO LEÓN
EXPERTO EN DOCUMENTALES DE NATURALEZA

Imparte las asignaturas de Producción Televisiva y Divulgación Científica en la Universidad de Navarra. Posee una amplia experiencia en el mundo de la televisión y los documentales, sobre todo de naturaleza, donde es un reconocido experto.

 

¿Qué impresión ha dejado en usted la figura y el trabajo de Cousteau?

Para mí, Cousteau representa al expedicionario y aventurero que de niño quería ser. Sus viajes por todos los mares del mundo y la posibilidad de penetrar en ese mundo desconocido y misterioso eran para mí un sueño inalcanzable que, gracias a la televisión, podía vivir de alguna manera.

¿Cuál fue su principal legado?

Es, sin duda, el gran divulgador de los secretos del mundo submarino. Antes de sus documentales, el público sabía muy poco sobre él. Cientos de millones de personas deben a sus películas y programas de televisión el conocimiento de los océanos, y el sentido de la importancia y belleza de la naturaleza. Además, la difusión de este conocimiento ha ayudado a despertar
vocaciones científicas y a fomentar la investigación y la protección de
los ecosistemas marinos.

Sus documentales ¿tienen algo que envidiar a los de “Planeta Azul” de la BBC?

Creo que los dos tienen mucho mérito. Cousteau, el de ser pionero y trabajar con medios técnicos más rudimentarios. Incluso él mismo tuvo que desarrollar un equipamiento de buceo que no existía en la época. Sus obras tienen un estilo muy personal, donde su propia figura juega un
papel destacado. La factura técnica es buena, considerando las posibilidades de la época, pero no es tan importante como la credibilidad que transmite el propio Cousteau. Por su parte, ‘‘Planeta Azul’’ ha contado con tecnología punta para descender hasta lugares del fondo marino nunca antes filmados, pero también tiene el mérito de contar aspectos desconocidos del mundo submarino, lo cual no es nada sencillo.

Lo mismo que otro gran naturalista como Félix Rodríguez de la Fuente, Jacques Cousteu también sufrió críticas por supuesto maltrato animal. ¿Qué hay de cierto en ello?

Hay que tener en cuenta que en los años 60 y 70, la sensibilidad respecto a los animales era muy distinta a la que tenemos hoy en día. Por ejemplo, en España cualquiera que matara un águila real recibía un premio en metálico. Por tanto, hay que situarse en aquella mentalidad. Además, algunas escenas sólo pueden registrarse utilizando animales cautivos o preparándolas de alguna manera. ¿Cuántas horas haría falta esperar para captar de forma espontánea cómo un águila real levanta por el aire un rebeco? Además, hay que pensar que el impacto que las películas de Rodríguez de la Fuente y de Cousteau tuvieron sobre el conocimiento y la sensibilidad respecto a los derechos de los animales es mucho mayor que sus posibles, y probables, maltratos a los animales para rodar algunas de sus escenas.
Hoy la situación es distinta, ya que existe un movimiento de cineastas de naturaleza que trata de fomentar el uso de principios éticos en la filmación, entre los que figura el de no hacer daño a los animales. A pesar de todo, todavía hoy algunos siguen utilizando técnicas dudosas para filmar algunas escenas.  J.V.