«Los científicos pueden plantear los problemas que afectarán al medio ambiente con base en la evidencia disponible, pero su solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad». Esta reflexión del Premio Nobel de Química del año 1995 resume en pocas palabras el contenido del la exposición que ofreció ayer por la mañana en el Ayuntamiento de Tolosa como antesala de la ponencia con la que puso punto y final a las jornadas de naturaleza Tolosa Naturaldia en un acto celebrado posteriormente en Chillida-Leku.

Molina califica el cambio climático como uno de los retos más importantes de este siglo «y es que estamos afectando al medio ambiente con mucha evidencia a escala local pero también a escala global». Como miembro del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), se refirió a los últimos informes hechos públicos por ese organismo destacando que una de la conclusiones más claras es que no puede analizarse el cambio climático si no es de una manera global: «en conjunto, no hay duda de que hay un cambio muy significativo del clima». Explicó que la actividad humana está cambiando las propiedades de la atmósfera, su composición química, y que es imprescindible unir este hecho a «los extremos del clima que afectan al ciclo hidrológico». «El cambio de clima se debe a estos cambios en la propiedades de la atmósfera, que a su vez están ocasionadas por actividades humanas», concluyó.

La temperatura media de la superficie del planeta ha aumentado tres cuartos de grado Celsius y el científico mejicano considera que el objetivo debe ser que no suba más de dos grados, «un objetivo realmente difícil». «Con este pequeño cambio vemos extremos de clima preocupantes, como la ola de calor que hubo en Europa en el 2003 o los intensos huracanes de 2005... Con un cambio de la temperatura promedio mayor estos fenómenos sucederían más frecuentemente», advierte.

En torno a las incertidumbres que han rodeado el debate del cambio climático, Molina reconoce que en el trasfondo se halla un interés económico por el miedo de que las industrias de combustibles fósiles se viesen afectadas. «Hoy también hay ciertas incertidumbres, pero sería absurdo tomar el riesgo que estamos tomando ahora, y es que tendremos daños muy serios si no actuamos», insiste. Para ejemplificar este hecho, el Nobel de Química empleó un símil: «Si tenemos un tumor y nos dice el médico que no nos preocupemos porque no hay más que un 20% de probabilidad de que sea cáncer, no nos vamos tranquilos a casa y esperamos». «No necesitamos certeza absoluta de que el clima vaya a cambiar de cierta manera -prosiguió- para justificar acciones, y de hecho el mundo científico ya ha evaluado que la probabilidad de que las consecuencias sean muy serias es muy grande. En términos cuantitativos, hay más de un 90% de probabilidad de que estos cambios que hemos visto en las últimas décadas sean de origen humano».

En cuanto a las medidas que han de adoptarse para dar solución al problema del calentamiento global, en primer término alega razones económicas, para lo que cree imprescindibles «tener una visión económica a largo plazo». Pero sobre todo son las razones éticas las que, en su opinión, deben impulsar la puesta en marcha de medidas eficaces. «Debemos dejarles a las futuras generaciones un entorno que sea igual de favorable que el que nosotros heredamos. Hay cierta creencia de que con el desarrollo económico y con el avance de la ciencia las futuras generaciones van a tener más opciones, pero no estamos seguros de ello y no podemos dejar en sus manos que lo resuelvan».

Para Molina la solución vendrá de que todos los estados sean conscientes del costo que suponen las emisiones y que este daño se incorpore a la economía global, tal y como recoge el Protocolo de Kyoto. En este aspecto, subrayó que son fundamentales dos aspectos: «Uno, el papel de EEUU; otros estados como China o India no van a comprometerse a nada si no hay un compromiso por parte del país que más ha contaminado. Segundo, que haya un apoyo económico de los países con recursos a los países en desarrollo. Esa transferencia no tiene que ser algo que afecte a la economía mundial significativamente». Equivaldría, según el científico mexicano, al 1% del producto interior bruto de todo el planeta y significaría la transición a nuevas tecnologías, entre las que enumeró la energía eólica, los biocombustibles, la energía solar y la energía nuclear. De esta última dijo que «es una de la opciones que la sociedad tiene que tener en cuenta, pero no puede ser la solución porque, si se empezaran a construir muchas plantas nucleares en un futuro muy próximo, no podría resolver todo el problema de limitación de emisiones y, además, todavía es relativamente cara».

Molina puso como ejemplo de consenso el Protocolo de Montreal: «Es el precedente que nos muestra que sí puede haber un acuerdo internacional». En aquella ocasión «se creo un fondo multilateral, que fue el único modo de que los países en desarrollo se comprometieran a limitar emisiones en compuestos que todavía ni fabricaban, pero que significaba una limitación a su desarrollo económico».