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¿Sobrevivirán los ingleses a una epidemia de rabia y una invasión militar?

«28 semanas después»

El cineasta canario Juan Carlos Fresnadillo da un gran salto internacional con «28 semanas después», la continuación de «28 días después», rodada por Danny Boyle, que ya ha superado a su precedente en la taquilla de los EE.UU. Un éxito al que hay que sumar ahora las excelentes críticas recibidas, que valoran su visión personal de un futuro apocalíptico a través de una invasión militar norteamericana como la de Irak.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

A los realizadores que empiezan se les suele exigir una forzada continuidad, con tal de estar en el candelero. Fresnadillo está llevando a cabo una carrera atípica, pero seguramente más inteligente y personal de lo habitual. El gran público no ha sabido nada de él en seis años, algo que no tiene mayor importancia porque el cineasta canario no ha dejado de hacer cosas en todo ese tiempo, aunque no las haya hecho de cara a la galería. Hace once años tuvo un sonado debut con su cortometraje «Esposados», que fue nominado al Oscar. Pero el hecho de empezar a ser conocido en Hollywood no le volvió loco, porque sabía muy bien que se trataba de una primera probatura.

Aquella divertida historia en formato reducido, protagonizada por Anabel Alonso y Pedro Mari Sánchez, esbozaba ya el tema de la suerte y de los cambios que provoca en las personas, incluso enfrentando a una pareja que se disputaba un gran premio en metálico. El juego consistente en utilizar el título de la película en un doble sentido iba a valer también para su primer largo «Intacto», que le dio verdadero reconocimiento internacional. La presencia del mítico actor Max Von Sydow, junto al argentino Leonardo Sbaraglia y a Eusebio Poncela, contribuyeron a su distribución. Pero se trataba todavía de un film independiente, así que Fresnadillo tuvo que dedicar casi dos años de su vida a pasearse con la película por el mundo para darla a conocer en todas partes. Fruto de ello ha sido su poderosa influencia, comentada a propósito del éxito posterior de «13 Tzameti», ópera prima del georgiano Géla Babluani, donde reaparece la idea de las apuestas disparatadas con personajes que parecen tocados por la fortuna.

Después de «Intacto» lo único que se había podido ver del canario fue el corto «Psicotaxi», un sencillo homenaje al genial Alejandro Jodorowsky y su reciente dedicación a la psicomagia.

Fresnadillo se ha tomado con calma la preparación de su segundo largometraje «28 semanas después», un encargo de la máxima responsabilidad que le ha exigido una dedicación total. Al principio, le costó decidirse, precisamente porque le había gustado la película original de Danny Boyle «28 días después», y pensaba que para hacerse cargo de un tema así había que ser anglosajón y conocer Londres a fondo, toda vez que la ciudad devastada por la contaminación bacteriológica era la gran protagonista en la ficción. Poco a poco fue metiéndose en situación, gracias a que el propio Boyle le aseguró que tendría vía libre como director de la continuación, mientras que él, por su parte, se limitaría a la producción. En el fondo conectaba con el proyecto como autor, puesto que nunca le llegaron a interesar las películas de terror zombi, prefiriendo la lectura política contenida en el clásico de George A. Romero «La noche de los muertos vivientes». Creación alternativa a los condicionamientos genéricos en la que, sin duda, hubo de inspirarse Boyle, que en realidad no hablaba de zombis (cadáveres reanimados), sino de humanos vivos contagiados por un virus transmisor de un tipo de rabia animal. Toda esta serie de posibilidades abiertas animó a Fresnadillo a rescribir el guión de Rowan Joffé (hijo del director Roland Joffé), junto con sus colaboradores de confianza Enrique López-Lavigne y Jesús Olmo. En cuanto a su condición de forastero, tampoco hubo problema, ya que se puso a buscar localizaciones en Londres desde la perspectiva del periodista o del investigador, dando con hallazgos que unos ojos más habituados a la imagen diaria de la ciudad no habrían imaginado.

La entusiástica reacción del público a «28 semanas después» resulta sorprendente, lo que se explicaría debido a que allí la han visto como un thriller apocalíptico, conectado en el inconsciente colectivo con el clásico de la ciencia-ficción «La guerra de los mundos», objeto de reciente revisión. En Inglaterra, y en Europa en general, puede que se vea más como narrativa de anticipación no exenta de denuncia política, en relación con la adaptación que el mexicano Alfonso Cuarón ha hecho de la novela de P.D. James «Hijos de los hombres».

Tal vez el único aspecto que se le ha criticado a Fresnadillo es su desconocimiento del ámbito castrense, pero lo que le interesaba dentro de la película era remarcar el carácter represivo de una invasión militar en toda regla, consecuencia de la cual la población civil pasa a una situación de confinamiento. Siendo los ingleses aliados de los Estados Unidos no parece lógico pensar que el Pentágono decidiera tomar Londres, pero el hecho de que las fuerzas invasoras sean las norteamericanas ayuda a establecer un paralelismo con la realidad actual y, más en concreto, con la invasión de Irak. De haberse tratado de ejércitos aliados o de tropas internacionales de la ONU dicha analogía no quedaría tan clara. Por lo demás, las reacciones a título individual son las lógicas en toda situación de estado de sitio, con el general que ordena abrir fuego de forma indiscriminada, o el francotirador que se rebela negándose a disparar contra inocentes desarmados.

Pero es el elemento de auténtico drama familiar el que mejor distingue a «28 semanas después» del grueso de la producción de género, toda vez que aquí no hay ningún canto o defensa institucional que valga. Precisamente, Fresnadilo se sirve de la desintegración familiar para establecer un punto de ruptura con el argumento de la película precedente, convirtiendo de forma inteligente lo que en teoría debería ser un recurso de continuidad en una baza diferenciadora.

El argumento de esta segunda parte versa sobre la repoblación e intentos baldíos de vuelta a la normalidad, y dentro de tal proceso el comportamiento de los protagonistas es observado con la mayor atención. La primera parte apuntaba hacia la huida al campo desde los grandes núcleos urbanos, por lo que ahora toca abordar las dificultades del lento y accidentado regreso, una vez transcurrido el prudencial período de tiempo indicado en el título. El personaje de Robert Carlyle ha alcanzado una zona de seguridad, pero el espectador pronto sabrá que lo ha conseguido a costa de abandonar a su mujer y a sus hijos. Ha cometido un craso error llevado por la desesperación, puesto que su mujer está infectada por el virus pero es inmune al mismo, resistencia natural que lleva a una doctora a aprovechar sus defensas sanguíneas para intentar con un antídoto. El plan sale además mal, porque ese perímetro de seguridad se revelará más vulnerable de lo esperado.

No es cuestión de juzgar a este hombre por lo que ha hecho, más bien el contexto límite invita a romper con los valores y la moral tradicionales. Todo cuanto representaba un orden establecido ha saltado por los aires, debido a lo cual conceptos como el de la familia quedan fuera de lugar. En un mundo sumido en el caos la supervivencia es lo que impera, sin que evaluaciones sobre la heroicidad o la cobardía tengan mucho sentido. Nadie está preparado para lo peor, por culpa de la tendencia humana a vivir el momento sin pensar en el mañana.

La génesis del apocalipsis

La inusual historia de este filme arrancó cuatro años después del éxito de «28 días después», cuando el equipo de director, productor y guionista formado por Danny Boyle, Andrew Macdonald y Alex Garland sintió que era el momento de hacer una secuela de lo que, incluso para ellos, había sido un sorprendente éxito de taquilla internacional. Si en el anterior filme se contaba la historia de la liberación del virus tras una incursión de un grupo de activistas en favor de los derechos de los animales en las instalaciones de una firma que investiga con primates, en este arrancarían varios meses después, cuando el virus hubiese asolado Gran Bretaña y el ejército de los Estados Unidos declarase que la guerra contra la infección había sido ganada. Contrataron al guionista Rowan Joffe, quien con anterioridad había escrito «Gas Attack» y «Last Resort» y comenzaron a buscar a un joven director que tuviera la genialidad necesaria como para seguir los pasos de Boyle, y que al mismo tiempo fuera capaz de dar una nueva y fresca perspectiva. El cineasta acaba de ver «Intacto», la impactante ópera prima del canario -«es un thriller fantástico con una gran energía y fulgor, además de ser una obra tremendamente personal»- y se la recomendó al resto del equipo. «Trabajamos en el guión durante casi un año -explica Fresnadillo-, y al final logramos sacar adelante que quisimos. Pero me preocupaba que llegara a no gustar a los productores, porque era muy especial y diferente del de la primera película. Obviamente seguíamos teniendo el mismo panorama y estando en la misma situación de visión apocalíptica del mundo, pero para mi sorpresa les gustó un montón». Boyle agrega: «Tiene un pie en cada una de las dos culturas, así que es un tipo interesante con el que trabajar; lo prefiero antes de hacerlo con otro inglés que seguramente se habría acercado demasiado a la primera película. Necesitábamos una nueva mentalidad. Y en estos momentos contamos con una gran tradición de directores latinos en nuestro cine».

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REALISMO

«El principal reto para mí fue hacer que la historia pareciera real. Para eso, me puse en el lugar de los espectadores. Ésa es la razón por la que la hice como una especie de documental de terror y cámara en mano», explica el director

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