Entre líneas
Raimundo Fitero
Divergencias y asimetrías bailan al son de las noticias de sucesos. Una madre desesperada sufre un colapso porque quiere ver a uno de los que violaron y asesinaron a su hija en el momento que abandona su lugar de reclusión y le adelantan la salida. ¿Qué aporta ese desgarro ante las cámaras? Debería existir un código de pudor. Esa madre no es famosa, es una madre dolorida y absolutamente enajenada por un trauma criminal, por una tragedia. No se merece convertirse en material para el consumo de morbo televisado.
Un hijo mata con una catana a su padre porque dice que había apuñalado a su hermana. El supuesto homicida es un joven que llevaba cinco años sin salir de casa. No hay información oficial, pero en cuanto llegan las cámaras aparecen docenas de informadores espontáneos que van construyendo de manera contradictoria la vida de los protagonistas. De nuevo el rigor se pierde por la necesidad de la cuota de pantalla.
Es más fácil ver la televisión entre líneas que leer entre las mismas. Entre otras cosas porque tenemos seiscientas veinticinco posibilidades, por lo que ver las acequias de una parte de Palencia absolutamente llenas de topillos ahogados nos produce una congestión nasal. Resulta que es el agua de riego, y se sospecha que también puede llegar a los grifos. ¿De dónde sale la plaga de topos? Arrasan con campos y cosechas. Lo mismo que las langostas que tienen cientos de hectáreas de almendros en otro lugar peninsular absolutamente al borde de la extinción por su apetito. ¿Qué hay entre líneas de estas noticias? Yo diría que un modelo de agricultura agresiva que va destruyendo a la par que crecen las ganancias de unos pocos.
Todo lo anterior aparece en los noticiarios. Se suman o restan a otras noticias más locales o más paradójicas. Los informativos parecen competir con las series y los programas del corazón buscando la parte más espectacular de lo noticioso. Parece existir un soplo oculto que deja aparcados asuntos como los accidentes laborales, que nos colocan ante la muerte de los soldados al príncipe y a la periodista como protagonistas de impostura en otra acción vergonzante de propaganda monárquica. Entre líneas.