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CRÓNICA | FESTIVAL DE DANZA Y VIDEOCREACIÓN

Ellos bailan solos, o en compañía de otros y otras, en «Lekuz Leku»

La segunda jornada del III Festival de Danza y Certamen de Videocreación en Paisajes Urbanos, «Lekuz Leku», se caracterizó por la presencia de más bailarines que bailarinas, asunto que va contra la estadística.

Carlos GIL Crítico teatral

Una serie de circunstancias y casualidades así lo hicieron posible, ya que la programación se abría con una nueva sesión del Taller de Danza para niños y niñas, que si bien el primer día era una juego con plásticos, la segunda fue con papeles, y la participación fue tan numerosa que por momentos parecía que las dos monitoras iban a ser engullidas por el jolgorio.

Quizás no haya quedado claramente expresado, pero paralelamente a las actuaciones, se están grabando las mismas para participar en un concurso de videocreación a partir de las imágenes proporcionadas por los artistas programados. En cada actuación hay un espacio marcado para que se coloquen con sus cámaras de vídeos los participantes. Pues bien, parece que huyen de esa demarcación de manera sistemática y en demasiadas ocasiones las cámaras invaden el territorio sagrado de los actuantes. Bueno es buscar el enfoque más original, pero debería existir un pacto de respeto a los artistas y al público, ya que siempre hay un trípode o un vídeo en tu visual.

Asier Zabaleta mostró un unipersonal titulado «Intemperie», un trabajo de gran esfuerzo físico, destacando la dificultad técnica que acarreaba la forma de narrar con unos movimientos sincopados que mostraban ese desamparo que pueda dar el espacio vacío, las inclemencias. Muy bien utilizado la parte del muelle donde se presentó y destacar la facilidad para llegar a los espectadores sin necesidad de romper su capacidad expresiva hacia manifestaciones demasiado externas.

David Zambrana ocupó una de las farolas del Paseo de Abandoibarra, y en su «Solo», estableció una relación con el mobiliario urbano al que convirtió en parte de su expresión, pero igualmente dejando relucir su dominio técnico, aunque su espectáculo estaba más interiorizado, basado en una relación objetual sin precisar más contacto con los espectadores.

Blanca Arrieta y Jorge Lastra aprovecharon las escaleras del Guggenheim, y su explanada principal para presentar «Rest (Momento 1)» y abarcar muchos metros cuadrados en donde sus cuerpos se convertían en soledades que se aproximaban en choques, en encontronazos físicos, en una suerte de liturgia de la velocidad, la quietud, en enfrentamiento y el abrazo, la atracción de los polos y la separación dolorosa.

Energía y elegancia

«Kukai Dantza Konpainia» ofrecieron «Deidarra» de Jon Maya junto a su equipo habitual de dantzaris, que están en un proceso de profundización en la danza tradicional vasca para dotarle de un mayor vuelo, una mejor calificación a base de coreografías mucho más elaboradas y de alardes técnicos, como un espectáculo total. Fue una de las obras más celebradas por el público debido a esa unión entre lo tradicional, lo clásico y sus apuntes evolucionistas. Buena energía, técnica depurada, elegancia generalizada, aunque desigualdades expresivas manifiestas entre los elementos del grupo.

Cerró la segunda jornada una sesión de hip hop a cargo del colectivo Team Rockers de Iruñea, seis bailarines de distinta morfología y capacidad expresiva, pero con algunos números conjuntos coreografiados y con mayor intención creativa, aunque lo que el público celebra y acompaña son los momentos individuales, donde existe una especie de competición para ver quién hace la pirueta más difícil, la acrobacia más inverosímil, la figura más complicada. Es en esta parte donde se notan las diferentes técnicas comunicativas, pero en su conjunto transmiten mucha energía positiva y al acompañarse con músicas funkys o simplemente con las palmas de los espectadores logran la comunión, singularmente en los alardes.

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