«Los trabajadores tenemos capacidad para variar el rumbo de la globalización»
Christian Lévesque y Gregor Murray son profesores universitarios de la Escuela de Relaciones Industriales de la Universidad de Montreal en Québec y son los máximos responsables del Centro de Investigación Interuniversitaria sobre la Mundialización del Trabajo (CRIMT). Subrayan que los sindicatos «no deben estar aislados de la sociedad ni de otros sindicatos» y que «hay que aprender de todas las luchas».
Christian Lévesque y Gregor Murray analizan la capacidad de los sindicatos para defender las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores en el espacio de la globalización. Llegan a la conclusión de que si no adquieren «cierto poder», el perjuicio es claro. Reconocen, sin embargo, que se debe actuar con «miras amplias» para hacer frente a la «mundialización».
Consideran necesaria «una capacidad de propuesta y respuesta sindical», aunque destacan que es necesario ofrecer «un impulso democrático y solidario» y, como tercera punta de lo que denominan «triángulo estratégico», estiman que se debe tejer una red de alianzas con otros grupos sociales y sindicales para hacer frente «al inmenso poder de las empresas».
Su experiencia en Canadá, EEUU y México les hace ser optimistas de cara al futuro, aunque admiten que «para ganar, primero hay que perder en una y otra ocasión. Hay que estar ahí», indican estos profesores que han estado en Euskal Herria para participar en un curso organizado por el Instituto Manu Robles Arangiz, ligado a ELA. Como profesores que son, enseñan a los sindicalistas a abrir nuevas puertas e iniciar caminos para que la mundialización de la economía no afecte de manera negativa a los trabajadores.
¿Pierden los sindicatos poder en la globalización económica que se está produciendo cada vez con mayor virulencia?
Christian Lévesque: Absolutamente. La situación de la globalización está cambiando los recursos de poder de los sindica- tos. Antes podían utilizar el número de trabajadores como fuerza de enfrentamiento. Ahora necesitan movilizar a más trabajadores y en otros lugares. Necesitan movilizar otro tipo de problemas, que son más complejos. La competencia no está en el País Vasco, España, China, México, Europea del Este..., se extiende. Es más difícil y compleja y, por lo tanto, necesitan acumular.
¿Cómo se hace frente a la amenaza de la deslocalización que cercerna la presión sindical?
C.L.: La situación es igual en todos sitios. Es necesario ser independiente de la lógica empresarial, ser autónomo. Hay que desarrollar propuestas en el ámbito sindical que vayan en la línea de la dignificación del trabajo y de las personas. Es muy importante para hacer frente al poder empresarial.
Gregor Murray: Un segundo pilar es el impulso de la democracia interna. Deben aproximarse a la gente. Hay que tener un contacto muy fluido entre los delegados y los trabajadores, porque si no hay este vínculo, las negociaciones quedan muy lejos de los trabajadores. Hay que multiplicar los contactos con grupos de mujeres, trabajadores jóvenes y con quienes están en precario. En muchos países, esa estrategia hace más fuertes a los sindicatos. El éxito, al final, llega por estar cerca de los problemas, de los conflictos. Ese paso es fundamental
¿Cuál es el tercer pilar?
C.L.: Que el sindicato no debe estar aislado de la sociedad ni de otros sindicatos. Debemos desarrollar relaciones con los otros agentes sociales, con otros países, para intercambiar información y experiencias de lucha, para tener y poder acumular más fuerza a nivel global y, sobre todo, para conocer lo que pasa en otros lugares con las diferentes actuaciones. Hay que aprender de todas las luchas.
¿Les dice su experiencia en el norte y en el centro de América que hay que activar esos intercambios?
G.M.: Hay que aprender de las lecciones, de las experiencias de los proyectos, para tener el corazón más cerca de la gente, para hacer frente a los problemas que acechan a los trabajadores. No se puede estar aislado en este momento. Hay que estar en contacto; construir redes de comunicación, de información y de trabajo conjunto para que cuando haya un conflicto se pueda actuar desde un primer momento. Es necesario un nuevo modelo de sindicalismo, aunque no sabría decir cuál exactamente.
¿Puede encarnar ese nuevo modelo la Confederación Sindical Internacional (CSI)?
G.M.: No. Está tan alejada de los problemas como el planeta Marte, Júpiter o el mismo Plutón. Es importante tener ese tipo de estructuras, pero hay que estar más cerca de los problemas locales, más cercanos para dar respuestas a los problemas y esa organización no lo está.
¿Cómo se está resolviendo este problema del poder sindical con la globalización en Québec?
G.M.: ¡Todo está bien! (lo dice en tono irónico) Estamos viendo lo que está pasando en Québec, Canadá, México y Estados Unidos con los estudios propios. Nuestra presencia en el País Vasco es para trasladar esos recursos aquí. Cómo se puede hacer uso y si son pertinentes. Estamos viendo que aquí hay mucha innovación, mucha renovación y aportación de los jóvenes. Una juventud militante es necesaria.
C.L.: La renovación es necesaria porque las organizaciones necesitan consolidar su estructura para buscar el buen camino. No hay que retroceder. También le digo que no hay una sola receta ideal para avanzar.
Sin embargo, el poder de los empresarios cada vez es mayor
G.M.: La situación es compleja y difícil, pero los trabajadores tenemos capacidad de cambiar el rumbo de la mundialización, que favorece por el momento a los empresarios y a las grandes compañías.
C.L.: Tenemos que tener confianza en el tiempo. Hoy igual no ganamos con la huelga, pero si no es hoy, será mañana y, si no, pasado mañana. Hay que tener una actitud de que vamos a dar ese paso. Tenemos que ser positivos para avanzar.
¿Hay que persistir en la lucha?
G.M.: Hoy perdemos, pero tenemos la esperanza de que vamos a ganar. Ese cambio es posible. Tenemos que ser positivos y tener una esperanza inteligente, no estúpida. Habrá lugares de trabajo que van a ser deslocalizados, presiones sobre la individualización de las relaciones de trabajo, presiones sobre el salario, pero teniendo como virtud el polo estratégico, desarrollando la democracia y teniendo relación con otros grupos de fuera, es posible obtener victorias. La mundialización se puede domesticar también, puede tener una cara humana no sólo económica y ahí es donde podemos ganar los trabajadores.
No parece que los empresarios y las grandes compañías vayan a ceder en esa carrera de pérdida de derechos sociolaborales y salariales
G.M.: Tenemos una visión idílica de la empresa. Pensamos que lo hacen bien, que toman decisiones estratégicas, pero también fallan. Tienen otros problemas con la mundialización. Tienen sus debilidades, no sólo lo hacen bien, sino que también lo hacen mal. Hay que distinguir la globalización del control financiero de los fondos de inversión. Los trabajadores tenemos mucho que decir para evitar ese poder plenipotenciario financiero.
¿Tienen los fondos de inversión mayor poder económico que muchos gobiernos?
G.M.: Sí, pero, ¿de dónde viene su financiación? De los régimenes de pensiones y jubilaciones. Hay que cambiar las reglas de ese poder financiero. Lo podemos hacer nosotros. La mayoría de los gestores de esas pensiones son locales. Su destino debe ser más favorable a las condiciones sociales. Se debe socializar y fidelizar el debate de los fondos de pensiones.
Ese paso supondría una revolución, porque están en manos de cuatro grupos poderosos
C.L.: Si hay grupos que toman acciones a favor de socializar esos fondos, se logrará. Se están dando pasos con fondos alternativos. Podemos fragmentar ese poder, como ocurre en la cadena de trabajo. Los trabajadores tenemos que darnos cuenta de que podemos ser protagonistas y capaces de parar una parte de esa cadena para parar la producción. Debemos tomar conciencia de nuestra fuerza. Si lo hacemos, tendremos éxito y será beneficioso para todos.
G.M.: Hay que generar una mentalización para adoptar derechos sindicales y de los trabajadores en todas estas maneras de organización para desarrollar una estrategia directa en apoyo de los trabajadores.
¿Es su propuesta ir «mordiendo» poco a poco al capital para después dar un ataque final desde todos los puntos?
C.L.: Sí. Puede ser. Una pequeña cosa unida a otras pequeñas puede producir un efecto mayor y más positivo.
G.M.: Los derechos de los trabajadores tienen que ser un punto sensible de la actividad en una estrategia para avanzar sobre el camino correcto.
¿Por qué no van en esa dirección todos los sindicatos?
G.M.: Los sindicatos son, muchas veces, en vez de movimientos sociales, instituciones inamovibles. Las decisiones son complejas, por lo tanto quienes están cómodos sin moverse, no dan los pasos necesarios. Sólo esperan el sueldo y la jubilación, no para buscar una mejora para los trabajadores, sino para que les lleve la corriente.
C.L.: Hay sindicatos que no van en la dirección de esa lucha, porque los que mandan son grupos de personas que se sienten cómodos en este proceso, pero son los jóvenes y otros colectivos los que deben de dar el impulso. Los de arriba se resisten a dar el cambio. No pasa sólo en un país, si no en muchos y está suponiendo una amenaza directa.
¿Ven ustedes que los trabajadores pueden dar la vuelta a esa situación que han descrito?
G.M.: No somos pesimistas, porque engendra desatención. Hay que aprender de los fracasos y de las victorias. Y construir la posibilidad de que el mundo puede ser de otra manera. Esa debe ser la misión sindical, que los derechos individuales deben llevar a un derecho colectivo de los trabajadores para avanzar a nivel global. Debe ser una decisión de la sociedad en su conjunto. Hay que implicar a todos.
C.L.: Cuando hay pesimismo es difícil desarrollar un proyecto. Hay que ser optimista y persistir en la acción.
¿Son optimistas ante la posibilidad de que se produzca un cambio sindical frente al capital en América y en Europa?
CH. L.: Somos realistas. No somos excesivamente optimistas. Se puede desarrollar. Hay una urgencia de renovación de los sindicatos y hay posibilidades reales de cambio, pero es difícil. Si no hay renovación es cuando el sindicato está terminado, porque no tiene influencia ni ejerce presión.
Juanjo BASTERRA