Belén Martínez Analista Social
Concepciones heterogéneas de la sexualidad
En las últimas décadas, la sexualidad se ha convertido en un elemento crucial en la construcción del sujeto social. El día del orgullo lésbico, gay, bisexual y transexual (LGBT) nos permite reflexionar sobre el sentido que la sexualidad tiene en nuestras vidas y cómo la inscribimos en nuestra biografía personal y colectiva.
El 28 de junio continúa siendo un día de lucha por el pleno reconocimiento y la reivindicación de las diferentes identidades sexuales y de género. Ambos, reconocimiento y reivindicación, conllevan un cuestionamiento del modelo de sexualidad imperante y de la cultura y la política que promueve y adopta ese modelo. El poder instituye, con sus discursos y sus prácticas, un sujeto sexual normativo: mujer u hombre heterosexual.
El proceso de configuración de las identidades es complejo, dinámico y subjetivo, puesto que es el producto de un juego en el que se entrecruzan aspectos de lo universal y lo particular. De hecho, los seres humanos ni somos completamente iguales ni somos totalmente diferentes. Si hay algo que define al ser humano es precisamente la diversidad, que no es otra cosa que reconocer y aceptar positiva y mutuamente la pluralidad como un patrimonio de la humanidad.
La diversidad implica tensión y conflicto. El conflicto se supera a través del diálogo, la negociación y el consenso. Cuando el diálogo no existe, pueden ocurrir tres cosas: que una de las partes, la minorizada, se pliegue a la voluntad y norma dominante; que esa misma parte abandone la «gran comunidad de consenso», manteniéndose al margen de la norma; también cabe la posibilidad de que «la minoría» opte por la lucha, para cambiar la norma o para incluir en ésta lo que antes estaba excluido.
La demanda de reconocimiento y equiparación de derechos puede provocar, en un sector de la sociedad, desorientación moral (nuestro sistema de valores se tambalea) y desestabilización emocional (nuestro mundo afectivo se ve convulsionado), hasta el punto de que muchos hombres y mujeres se sientan amenazados y traten de evitar el contacto con gays, en el caso de los hombres, o con lesbianas, en el caso de las mujeres. Esto acarrea una autocensura implícita a la hora de manifestar y expresar el afecto y el deseo sexual.
El movimiento feminista y los movimientos de liberación lésbica y gay han contribuido a politizar la esfera de la intimidad: lo personal es político, y viceversa. La reivindicación y los avances legislativos, fruto de la movilización y contestación de un número importante de colectivos LGBT, posibilitan que el homoerotismo pueda exhibirse públicamente. No obstante, la imagen de gay hipersexual vehiculizada por los medios de comunicación y la banalización, uniformización y estandarización de la identidad sexual parecen motivos de preocupación creciente. La lucha contra el sexismo, la lesbofobia y la homofobia constituye un espacio de resistencia, diálogo y politización del deseo individual y la sociabilidad sexual.