Kronika, Constitución del ayuntamiento de Lizartza
El PP coloca a Otaola en el «feudo» bajo la protección de la Ertzaintza
Con el paupérrimo resultado de 27 sufragios, el PP se ha hecho con el control del Ayuntamiento de Lizartza. Una tarea que se prevé imposible de ejercer sobre los lizartzarras, que durante la misma composición del Consistorio les recordaron que siguen y seguirán siendo «non gratos» para y en el pueblo.
Gari MUJIKA
Qué duda cabe de que el de ayer fue un día inusual en Lizartza. Una déjà vu que retrotrajo a la población a 2003, cuando el presidente del PNV de Gipuzkoa, Joseba Egibar, salió escaldado del Consistorio tras proclamarse alcalde «legal». Pero la jornada de ayer iba más allá; en esta ocasión, era el PP el que iba a ocupar los sillones consistoriales en contra de la voluntad popular. Sólo con leer la leyenda que rezaba una pancarta colgada frente al edificio consistorial quedaba claro cuál es el sentir de la población y su parecer sobre los nuevos gobernantes: «En 1936, requetes; en 2003, buitres de PNV; y, en 2007, ¡los fascistas!».
Dos elementos sintomáticos reflejaban a primera hora de la mañana las posiciones de fuerza de cada una de las partes; la de los lizartzarras, por un lado, y, las del PP, por otro. Las balconadas de las casas de Lizartza amanecieron con las ikurriñas dando la «bienvenida» al séquito «popular», tal y como invitó a que se hiciese la izquierda abertzale. Y por parte del PP, en consonancia con la exigencia planteada al consejero de Interior de Lakua, Javier Balza, decenas de ertzainas tomaban tanto la plaza del pueblo como la casa consistorial y sus aledaños. Los escoltas de los ediles del PP, además, parecían formar un segundo cuerpo policial con disciplina propia.
Ocupación policial
La izquierda abertzale pretendió ofrecer un «ongi-etorri» completo a los nuevos concejales, a los que hasta la fecha sólo habían visto, como mucho, en la televisión.
Eran las 8.30 de la mañana cuando los vehículos en los que viajaban los representantes del PP llegaban a un pueblo repleto de medios de comunicación y tomado, literalmente, por la Policía autonómica. Mientras, en la plaza del pueblo aguardaban más de medio centenar de lizartzarras, «arropados» en todo momento por el séquito policial. Pero ello no fue óbice para que corearan gritos como «ladrones», «fascistas» o «Demokrazia Euskal Herriarentzat».
Los ediles impuestos por el PP no cumplieron con los deseos de los vecinos que aguardaban en la plaza, y no se dejaron ver. Aunque el edificio consistorial cuenta con una única entrada, fue como si hubieran accedido por la de atrás. Una vez en el interior se pudo ver que para la formación española la toma de posesión del Ayuntamiento era casi una cuestión de Estado.
Además de los siete ediles con los que el PP ha constituido el equipo de gobierno -Regina Otaola, José Luis Marcaida, Laura Garrido, Manuel Mitxelena, Miguel Angel Fernández, Julia Tercero y Begoña Pereira-, también estuvieron el eurodiputado Carlos Iturgaiz, el secretario general de PP de la CAV, Carmelo Barrio, el portavoz parlamentario, Leopoldo Barreda, el concejal bilbaíno Antonio Basagoiti, y la presidenta de PP de Gipuzkoa, María José Usandizaga.
Cuando faltaban escasos minutos para las nueve de la mañana, hora fijada para el inicio del pleno constitutivo, los cargos electos de ANV elegidos por los vecinos de Lizartza -pese a ser ilegales en base a la legislación española obtuvieron el respaldo de 186 vecinos, frente a los 27 cosechados por PP y los 142 que votaron en blanco- hicieron ademán de entrar en el Ayuntamiento. Pretensión que la Ertzaintza vetó de esta guisa: «No se puede pasar».
Foto de Zeberio, a la basura
Una prohibición que cayó en saco roto. Los vecinos recriminaron su actitud «colaboracionista» a los ertzainas y los tacharon de «sinvergüenzas» por extender la alfombra roja a los que sólo han recibido 27 votos.
Como los plenos son de carácter público, los representantes de la izquierda abertzale accedieron al salón de plenos. Pero ya no era el mismo lugar en el que durante años se han reunido los lizartzarras: la fotografía de la militante de ETA fallecida Ina Zeberio yacía en la papelera, y en el lugar donde había estado desde 1998 los ediles de PP colocaron la bandera española.
El diminuto salón de plenos fue dividido en dos. A un lado, los representantes del PP se sentaron en la mesa, y junto a ellos el resto de visitantes que acudieron como apoyo estelar; al otro se encontraban, divididos por una hilera de seis ertzainas, tanto los periodistas como los escasos vecinos que pudieron entrar.
A una de las lizartzarras presentes se le escapó un «ai ama!» al ver la rojigualda sustituyendo al retrato de la hija predilecta de Lizartza. El escolta que estaba a su lado, en cambio, se ufanó diciendo: «Así, así se debe hacer nada más entrar».
El ambiente, caliente ya de por sí, empezó a caldearse más cuando los vecinos pidieron ver a sus «nuevos gobernantes» para decirles «cuatro palabras». Los abucheos y un cruce de insultos protagonizaron el preludio de la constitución de la mesa de edad, la posterior votación y la proclamación de la nueva alcaldesa «legal», Regina Otaola.
Cada vez que el presidente de la mesa nombraba, uno por uno, a los ediles de PP, los vecinos del municipio respondían con un «fascista», «ladrón» o «franquista», al igual que en el inicio de la sesión, que comenzó con un «responso» sobre «la noble villa» de Lizartza que fue respondida con un tajante «hasta ahora».
«¡No sé cómo puedes dormir!»
LLegó el turno para el nombramiento de la alcaldesa, y la política de Eibar tomó el cargo: «Juro por mi conciencia y honor...». No tardaron en interrumpirla. «¡Pero si no tienes conciencia! ¡Con veintisiete votos no tienes ni derecho al silencio! ¡No se cómo puedes dormir con 27 miserables votos y hacer todo esto! ¡Lo que tienes que hacer es trabajar y dejar todo este circo!», le espetaron. Inmediatamente después, la primera edil arrancó su «mitin», momento en el que los lizartzarras optaron por abandonar el recinto.
Todos y cada uno de los ediles del PP juraron «guardar y hacer guardar la Constitución española» y su «fidelidad» al monarca español. La parlamentaria Laura Garrido se atrevió, incluso, a declararlo en euskara.
Otaola emprendió en castellano su primer discurso como alcaldesa «legal», justificando la excesiva presencia policial. Lo razonó, pero, claro está, sin nombrarlo. «La constitución del Ayuntamiento no puede ser entendida como un acto de fuerza, sino como la aplicación escrupulosa de la Ley». Una vez aclarado este extremo, la también portavoz del PP en las JJGG de Gipuzkoa compartimentó sus declaraciones en arrogarse la «valentía» de conducir un «feudo del totalitarismo etarra-batasuno», y en arremeter contra Egibar y la formación jeltzale por no querer hacer lo mismo en la anterior legislatura.
«Es un feudo del totalitarismo etarra-batasuno al que han dado por perdido. (Egibar) No ha querido entender que en un pueblo de 600 habitantes, donde se ha permitido que los totalitarios ordenen y atemoricen, es difícil que el resto de habitantes que no comulgan con el ideario terrorista den un paso al frente sin que alguien les respalde», prosiguió.
Anunció que su primer objetivo será «desplegar una auténtica acción por la libertad, para lograr borrar los vestigios de la coacción terrorista de manera definitiva».
Primera orden, sin cumplir
En consonancia, también dio su primera orden: retirar las pancartas y las fotografías de los presos políticos de Lizartza de la fachada consistorial.
Una vez levantada el acta, y siguiendo el mismo protocolo, los ediles salieron escoltados en todo momento. Los convecinos los «acompañaron» hasta que abandonaron los límites municipales entre gritos de «fascistas», «españoles» o «ladrones».
El anterior alcalde Jose Antonio Mintegi denunció ante los medios que lo de ayer se parecía más «a la entrada de los fascistas en 1936» por la ocupación policial habida, y proclamó que seguirán trabajando con y para el pueblo a pesar de ser excluídos del Ayuntamiento por cuatro años más.
De entrada, la primera orden de Otaola se quedó sin cumplir: las fotografías de los presos políticos continúan en la fachada, y el retrato de Ina Zeberio ha vuelto a las manos de los que la nombraron hija predilecta.