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Simón ELíAS

«Rabadá y Navarro están siendo colocados en el lugar que se merecen »

Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA

Aparte de ser un alpinista de primera, Simón Elías también sabe moverse en las letras. Parece que nadie se atrevía a «viajar» por las vidas de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, dos de los representantes más importantes de la escalada de la época comprendida entre 1953 y 1963. Finalmente, ha sido Elías quien decidió tomar el timón, y el resultado es un libro verdaderamente completo, que acaba de ser editado por Desnivel.

 

"Rabadá y Navarro. La cordada imposible". ¿Por qué imposible? Justamente fueron ellos los que hicieron realidad muchas de las incógnitas de la época.

Porque una vez que me introduje en la historia de sus vidas, me di cuenta de que su trayectoria había sido una búsqueda continua de lo imposible, un trascender la realidad, superarla y dejarla atrás. Y así lo hicieron hasta su muerte.

 

El libro me ha parecido muy completo, pero llega 44 años después de que murieran. Un poco tarde, ¿no? ¿Cómo nace ese deseo de profundizar en la vida y en la historia de la cordada?

La información que teníamos hasta la fecha de la cordada Rabadá y Navarro era técnica. Es decir, las rutas que escalaron, los días que les costó, incluso las clavijas que utilizaron; pero faltaba indagar en el lado humano de estas escaladas, en los hombres que había detrás de los personajes, en sus motivaciones y sus contradicciones. Sí, quizá el libro llega un poco tarde, pero muchas veces deben pasar los años para poner en su lugar a ciertos personajes de la historia. Y ahora Rabadá y Navarro están siendo colocados en el lugar que merecen en el montañismo español.

 

Vivimos una época donde impera la escalada deportiva. ¿Piensas que todavía sus historias interesan? ¿o sólo es una visión romántica? Es decir, ¿crees que todavía existe un feed-back entre la cordada y la escalada de hoy en día?

Yo, como escritor, espero que la historia interese desde el lado de la narrativa o desde ese aspecto más romántico que apuntas, pero no veo incompatible esta visión con entender su escalada y practicar hoy en día ascensiones de similar estilo. Cualquiera que haga alguna de sus vías podrá ojear en el libro cómo fue escalada e incluso podrá ver en su televisión ¡imágenes originales de la primera ascensión! Pienso que Rabadá y Navarro interesan desde el lado narrativo, pues su vida fue espectacular; y desde el lado deportivo, porque sus rutas siguen siendo una referencia en el mundo de la escalada.

 

¿Cómo te ha ido en ese viaje interior y humano que has realizado en las vidas de la cordada?

Ha sido una experiencia fascinante. Este trabajo me ha permitido dedicarme a la investigación durante unos meses y he conocido a gente muy especial: escaladores y montañeros maduros que tuvieron la suerte de recorrer espacios inexplorados y que hoy en día siguen con el mismo entusiasmo. Esta cercanía con la gente ha sido una de las mejores experiencias de todo el trabajo.

 

¿Realmente existe una visión irreal de los personajes? ¿el hecho de que fueran leyenda ha eclipsado la historia real de unos hombres y de una época?

Sí, es algo que ocurre muy a menudo con personajes de los que no tenemos demasiada información y tendemos a mitificar sus acciones. Rabadá y Navarro no eran dos ebanistas de Zaragoza que salían a la montaña para escapar del tedio del régimen franquista, sino que en el imaginarium colectivo de los escaladores eran dos héroes del Olimpo alpino. Dos tipos duros sin atributos humanos, capaces de soportar las mayores penalidades y de subir por cualquier pared a golpe de clavija. Pues no, no era así, eran los ebanistas, los currelas, los hijos, los amigos, los amantes..., y ese es el lado que se pierde al dejarnos llevar por la épica. Por eso, cuando en el libro se les describe de una manera más íntima se viven más de cerca sus infortunios.

 

¿Cómo nos presentarías a Alberto Rabadá y a Ernesto Navarro?, ¿sólo como escaladores? ¿Qué hay de su faceta alpinista?

Realmente eran mucho mejor escaladores que alpinistas. Apenas tenían experiencia en la montaña invernal y aunque realizaron varias ascensiones de gran dificultad no se movían con mucha soltura con los crampones y los piolets. Su mejor cara la ponían en la escalada, donde eran verdaderos expertos y, además, autodidactas, pues no tuvieron el acceso a las técnicas de escalada que hubo en otras partes del país durante aquellos años. Por eso he dicho alguna vez que Rabadá y Navarro, sobre todo Rabadá, eran primero inventores y luego escaladores.

 

¿Y sus vías?

Sus vías son de lo mejor de una época, pese a que hoy están muy castigadas y ya no guardan el compromiso ni el sello de fábrica de la pareja aragonesa. Cualquiera que repita hoy el pilar sureste del mallo Firé se puede hacer una idea de lo que fue subir por allí hace cuarenta años sin apenas burilar. Hoy todavía se pasa miedo y la vía está muy desvirtuada con parabolts, así que imagínate entonces.

 

¿Se puede ser objetivo al escribir el libro si se tiene una profunda admiración hacia ellos?

Yo creo que sí, de hecho cuanto más indagaba en sus vidas más crecía mi admiración hacia estos dos currelas que salían corriendo del taller el sábado a la tarde para ir a Riglos y escalar una vía en una mañana larga. Ellos y otros compañeros de Zaragoza inventaron las ascensiones sin vivac, pero no porque fueran muy fuertes, sino porque tenían que volver a currar el domingo a la tarde y si no hacían la vía muy rápido se les escapaba el tren.

 

Las comparaciones a veces no son lo más correcto, pero fueron representantes de aquella época dorada en la que fueron protagonistas escaladores como Villarig, Cintero, Díaz, Bescós... Época histórica, visionaria, vanguardista... Ahora, ¿dónde los situarías?

Realmente, aquellos años que denominaron «la década prodigiosa», y en los que Aragón pugnaba en el vagón de cabeza de la escalada española junto a los catalanes, fueron irrepetibles, pero no debemos caer en el romanticismo de pensar que todo lo pasado fue mejor. Hoy en día hay grandes deportistas en todas las disciplinas de la montaña y hay también un pequeño grupo que, además de hacer montaña, mantiene vivos los valores de otras generaciones. Todavía hay buenos escaladores que saben valorar el sabor de una nueva ruta, de explorar un valle que no conocen o de leer la vida de un viejo pirineísta; el deporte todavía no ha matado al romance de la montaña.

 

Riglos, ¿qué destacarías de su actividad y visión en los mallos?

Los mallos eran su feudo, allí hicieron sus mejores escaladas y fue donde se dieron cuenta de que la palabra «imposible» era un término muy personal. Para la mayoría, las paredes que escalaron Rabadá y Navarro eran inescalables y ellos demostraron que no, que se podía ascender por los muros lisos y extraplomados y que donde otros sólo veían piedra, ellos veían rutas.

 

¿Y de los Pirineos?

En los Pirineos no se desarrollaron todo lo que pudieron ya que los accesos a la montaña eran lentos y caros, pero hicieron muy buenas actividades y algunas con una visión muy futurista. Rabadá intentó en dos ocasiones una invernal a la cara norte de la Torre de Marboré a principios de los años 60. Veinte años después, en esa misma ruta y en invierno es donde se medían los mejores escaladores de los ochenta; antes uno no iba a los Alpes sin haber hecho la norte de la Torre en invierno.

 

Luego llegan los Picos de Europa con su apertura en la oeste del Picu Urriellu. Tú lo has titulado como "El viaje definitivo". ¿Es la vía más importante de los Rabadá-Navarro?

Sí, la ruta de la cara oeste del Naranjo es su mayor realización, pues es donde ponen en práctica todo lo aprendido en Riglos y en los Pirineos; además, es la ruta que les catapulta a la fama y les acerca a su objetivo de escalar el Eiger. Habían escalado la pared más larga y más difícil, un objetivo codiciado hasta por escaladores franceses como Bellefon. Ellos se adelantaron y lo consiguieron, esta ruta les encumbró. Realmente, las dificultades técnicas de la vía no tenían nada que ver con lo que hicieron en el Firé, Riglos es mucho más difícil, pero el Naranjo era la gran pared virgen y se ha consolidado como su mejor realización, aunque yo creo que escalaron con más compromiso y mejor técnica en el Firé: 5 días, estilo alpino, roca precaria... El Firé es seguramente su mejor actividad deportiva y la oeste del Naranjo, la culminación de su trayectoria, la consecución del último bastión inexplorado.

 

Llegan los Alpes, y en ese salto al ataque a la norte del Eiger mueren. ¿Qué les debemos los alpinistas?

Les debemos las rutas que nos han dejado como un tratado deportivo y legado espiritual. En lo deportivo, la búsqueda de lo más difícil; y en lo espiritual, el transgredir, el saltar por encima de lo establecido y buscar el camino personal, buscar lo imposible.

 

Tú has "estado" con ellos mientras escribías el libro. Y, no sé si en plan homenaje, has hecho junto a Christian Ravier las tres Rabadá-Navarro en 30 horas.

Más que un homenaje a la cordada fue una excusa para inventarnos una aventura cerca de casa. Muchas veces creemos que tenemos que viajar lejos para buscar acción y no nos damos cuenta de que la aventura está a nuestro alrededor, que es sólo otra forma de mirar las cosas. Intentamos hacer las tres grandes paredes de Rabadá y Navarro en un día. Primero escalamos el Naranjo al atardecer y condujimos toda la noche hasta Ordesa. Luego hicimos el Espolón del Gallinero un poco mareados y a la tarde fuimos a Riglos para hacer el Firé. En total fueron 30 horas de actividad y una gran experiencia con un buen amigo. No queríamos hacer ningún homenaje, simplemente divertirnos.

 
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