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Debate en el parlamento español

Zapatero: «No hay vía para el diálogo, ni margen para intentarlo»

Rodríguez Zapatero huyó ayer de dar explicaciones sobre sus conversaciones con ETA. Se limitó a culpar a la organización de haber roto la esperanza de paz, dijo que no hay margen para el diálogo y anunció que será implacable.

Iñaki IRIONDO | GASTEIZ

La búsqueda del fin de ETA ha sido una de las cuestiones claves de la legislatura, pero el presidente del Gobierno español quiso orillar esta cuestión del llamado «Debate del Estado de la Nación». Rodríguez Zapatero llevaba casi una hora de discurso cuando abordó el tema y lo hizo durante siete minutos. Quería expresar que el proceso de paz no ha sido el eje central de la acción del Ejecutivo, como pretende el PP, sino que en realidad este tema había sido la obsesión del PP para atacar al Gobierno. Luego, Mariano Rajoy no defraudó, dejando claro que su «tregua» del 11 junio está rota.

José Luis Rodríguez Zapatero fue genérico al abordar la estrategia contra ETA tanto en lo hecho durante los últimos tres años como a la hora de afrontar los retos de futuro. Definió el proceso de conversaciones con ETA como la exploración de «las posibilidades reales de negociar la disolución de la banda terrorista tras su declaración de un alto el fuego», «al tiempo que mantenía el compromiso democrático con la lucha antiterrorista». Sin explicar sus actuaciones en ese periodo, acusó a ETA de haber truncado la esperanza de paz y de haber hecho «imposible un final dialogado de la violencia». Añadió que ahora «no hay vía alguna para el diálogo. No hay margen alguno para intentarlo». Y aseguró que «la respuesta a esa amenaza será, en nombre todos los españoles, implacable por mi parte».

Los ejes de esa estrategia, según definió ayer Rodríguez Zapatero, serán los mismos que han estado en vigor durante toda la legislatura, con o sin conversaciones, con o sin alto el fuego: «el incremento de medios y efectivos de las Fuerzas de Seguridad del Estado; la detención continuada de terroristas; la utilización estricta de la política penitenciaria como instrumento de la lucha antiterrorista; el refuerzo de la cooperación internacional». Y todo ello sin pagar «ningún precio político», para conseguir el fin de la violencia, y «desde el respeto a la ley y voluntad democrática de los ciudadanos dentro de la Constitución».

Zapatero defendió que «la mayoría de los españoles han apoyado el proceso de fin dialogado de la violencia que ha intentado el Gobierno» y que incluso aquellos que de buena fe no lo compartían «han mantenido, en el fondo de sus corazones, la ilusión de ver el final de tanto horror y tanta tristeza».

Diálogo para derrotar

Apuntó que viniendo de una legislatura en la que había habido 192 muertes por atentados yihadistas y 42 por la acción de ETA, era comprensible que su primer compromiso desde el discurso de investidura fuera «derrotar definitivamente al terrorismo». Y explicó que «a ese compromiso de derrotar al terrorismo responde, ¡cómo no!, la decisión de explorar las posibilidades de un final dialogado de la violencia». Una vía que señaló que figura en todos los «pactos antiterroristas» de los últimos veinte años y que han intentado todos los presidentes.

José Luis Rodríguez Zapatero aseguró que había intentado aprovechar la oportunidad, de acuerdo a la resolución aprobada en mayo de 2005 por todos los grupos parlamentarios a excepción del PP. Como ya es una constante, reprochó al partido de Rajoy su falta de apoyo y la utilización de este tema contra el Gobierno.

El presidente añadió que en su estrategia ha contado «con el apoyo y la ayuda de distintos gobiernos democráticos», a los que mostró su agradecimiento.

Después, afirmó que «a partir de ahí, la responsabilidad de cuanto se ha hecho ha sido mía. Y la he ejercido con firmeza y convicción. He valorado, en cada momento, las circunstancias existentes, los riesgos y las oportunidades. Y mientras ha habido una sola oportunidad de salvar vidas y cambiar el rumbo de nuestra historia, he intentado aprovecharla».

Tras reiterar que ETA había truncado esta posibilidad, pidió a todos los partidos «unidad para resistir el ataque terrorista, para defender nuestra voluntad democrática de vivir en paz y en libertad, para negar cualquier precio político al fin de la violencia».

Rajoy pide las actas

Pese a que Zapatero insistió en solicitar a todas las fuerzas políticas que «no entreguemos a los terroristas, ni ahora ni nunca, el premio de nuestra desunión», el líder del PP, Mariano Rajoy, se empleó con fuerza en esta materia contra el Gobierno. Le acusó de mentir, por estar hablando con ETA desde la legislatura pasada y haber seguido haciéndolo después del ataque contra la T-4. El PP no ahorró los más duros calificativos contra el presidente. Una y otra vez le exigió -«éste es un régimen parlamentario», argumentó- que dé explicaciones en el Congreso sobre el final de un proceso que teóricamente comenzó con una resolución del Congreso. Rajoy demandó al presidente que hiciera públicas las actas de sus reuniones con ETA -«porque acabarán saliendo»- o dimitiera.

Las peticiones de Rajoy no surtieron ningún efecto aparente. Zapatero negó que mantuvieran contactos con ETA en la anterior legislatura, y en lo restante se limitó a reprochar al PP que usara esta cuestión para desgastar al Gobierno.

En el cajón de la lucha contra ETA metió también Rajoy a Nafarroa, «que no es una comunidad autónoma como las otras. Allí está en juego algo más que una simple disputa por el poder. Se enfrentan dos formas de entender España y es usted quien decide. Más aún: está en juego si podrá usted, o no, volver a las andadas. Tiene dos posibilidades: pactar con los anexionistas para que ETA vea que usted deja abierta la puerta a futuras negociaciones, o pactar con UPN para que los terroristas sepan que rechaza cualquier posibilidad de entendimiento».

La respuesta de Rodríguez Zapatero puso en pie a las bancadas del PSOE. «Después de haber dicho que nos ponemos de rodillas ante ETA -le espetó a Rajoy- ¿quiere que el PSN gobierne con UPN? ¿Quiere colaborar con el partido que, según usted, ha traicionado a las víctimas y se ha humillado ante ETA, o lo único que le interesa es el poder en la comunidad navarra?». Le recordó a Rajoy que había ido a Iruñea «a mentir y a insultar al PSOE». «Claro que el PSN está dispuesto a dialogar pero después de los tres años que llevan diciendo lo que llevan diciendo en la lucha antiterrorista, tendrán necesariamente que hacer una rectificación de fondo. La dignidad de los socialistas de Navarra y de todos, que nos ha constado mucho dolor, está muy por encima de sus intereses políticos y del poder en Navarra», culminó Zapatero.

El presidente español habló también de que durante su mandato algunas comunidades han reformado sus estatutos, y dijo que «reforzar el Estado autonómico, reconocer las diferencias sin privilegios, es reforzar España». No hubo menciones en esta materia a Euskal Herria. Probablemente llegarán en la sesión de hoy.

La izquierda abertzale critica que se apueste por la represión y no por la vía del acuerdo

El mahaikide Joseba Alvarez consideró «lamentable» que el presidente del Gobierno español comience la legislatura «diciendo que va a resolver un problema político» y la termine «doblegándose a las iniciativas del PP y asumiendo un papel que no es el que propone la sociedad vasca».

En referencia a su discurso ante el Congreso, Álvarez recordó que Zapatero inició su mandato «con una promesa de intentar encauzar el problema del contencioso vasco a través de la vía del diálogo y la solución negociada y el acuerdo». Pero, a su juicio, durante el debate de ayer lo que ha hecho es «sumarse a la línea del PP, es decir, lo que ha prometido para los próximos meses es firmeza, la ley, la policía, que va a acelerar la vía represiva por lo menos hasta el final de su mandato...». Álvarez se mostró convencido de que «la mayoría de Euskal Herria sigue exigiendo, por parte de todas las partes implicadas en el conflicto, una solución dialogada y acordada», al tiempo que afirmó que Zapatero «lo que ha venido a decir es que esa vía, hoy por hoy, está cerrada y que no se puede esperar otra cosa que no sea represión» .

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