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Damien Millet y Eric Toussaint (*)

FMI: la historia se repite

Al contrario del penoso episodio Wolfowitz, bastante prolongado ya que el ex número dos del Pentágono, cogido en flagrante delito de nepotismo, se pegó a su poltrona de presidente del Banco Mundial, la dimisión del director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, dos años antes de la finalización de su mandato, constituye una sorpresa. Su nombramiento en el 2004 también fue una sorpresa, sólo días después de la derrota electoral del Gobierno de José María Aznar, al cual Rodrigo Rato pertenecía. Como si un rechazo popular pudiera abrir las puertas de la dirección de una de las más grandes instituciones multilaterales.

Decididamente, este puesto se parece cada vez más a un sillón eyectable que el mismo piloto no duda en accionar. Ya en el 2004, el alemán Horst Köhler sorprendió al mundo económico al presentar la dimisión a su cargo del FMI para asumir la presidencia de la República Federal de Alemania. En el 2000, la partida del francés Michel Camdessus fue más bien la consecuencia de la grave crisis del sudeste asiático; hay que recordar que la acción del FMI, que había acudido en ayuda de los acreedores que habían realizado inversiones azarosas, imponiendo medidas económicas que llevaron al desempleo a más de 20 millones de personas, era fuertemente cuestionada.

No hagamos comentarios sobre las razones personales avanzadas por Rodrigo Rato para justificar su partida. Pero nos vemos obligados a constatar que varios expedientes delicados para el FMI plantean graves preocupaciones a una institución que atraviesa una grave crisis de legitimidad. La reforma de las cuotas-parte se hunde. Según el proyecto de Rodrigo Rato, cuatro países (China, Turquía, México, y Corea del Sur) deben aumentar su cuota-parte en varios décimos de punto, en el seno del FMI. Aunque en esto no haya nada que pueda modificar la relación de fuerzas, ahora favorable a las grandes potencias, el proyecto no avanza.

El cuestionamiento del FMI aumenta. Los movimientos altermundialistas, como el CADTM, reclaman desde hace años la abolición del FMI y su reemplazo por una institución con objetivos radicalmente diferentes, centrada en la garantía de los derechos humanos fundamentales. Pero, cada vez más gobiernos tratan de desembarazarse de la opresiva tutela del FMI. Venezuela anunció en abril 2007 que se retiraba del FMI. En diciembre de 2005, Brasil y Argentina reembolsaron de una sola vez todo lo que le debían. Otros, como Indonesia, Filipinas o Uruguay, siguieron esta vía, con lo que privaron al FMI de sus principales clientes.

Esto tiene consecuencias en la financiación del FMI, ya que un reembolso anticipado implica una gran disminución en los intereses a cobrar. Hete aquí por qué en enero de 2007 un comité de expertos encargado de estudiar la cuestión recomendó la venta de 400 toneladas de oro del FMI. Pero Estados Unidos siempre se negó a estas ventas. Así mismo, una reunión prevista a este efecto acaba de ser pospuesta un mes, aportando la prueba de que en este ámbito, tampoco las cosas marchan bien.

A pedido de Estados Unidos, nervioso porque el yuan está subvaluado, lo que favorece las exportaciones chinas y aumenta el déficit comercial estadounidense, el FMI acaba de agregar una nueva cuerda a su arco, que está en un estado lamentable: la vigilancia de los tipos de cambio de las monedas. Pero los dirigentes chinos hacen oídos sordos y montan en cólera por este tema contra el FMI, precisamente acusado de ser un instrumento en manos del Gobierno de Bush.

Hay un gran riesgo de que nos repitan la misma cantinela: los dirigentes europeos aceptaron sustituir a Wolfowitz por Zoellick a la cabeza del BM a cambio de la garantía de que Europa podrá continuar nombrando al director del FMI. ¿Cómo es posible que este sistema inadmisible de doble cooptación euro-estadounidense pueda continuar?

El destino es a veces cruel en este verano de 2007: el director general del FMI dimite mientras que el nuevo presidente del Banco Mundial esta a punto de asumir su puesto, haciendo visible dos instituciones que han perdido el norte, más preocupadas por sí mismas que por los asuntos del mundo; al mismo tiempo, seis países de Latinoamérica (Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil y Paraguay) lanzan el Banco del Sur, encargado de promover a escala regional una lógica radicalmente distinta de la -brutal y mortífera- impuesta por el FMI y el BM desde hace décadas.

El mismo día, el informe sobre la riqueza del mundo, publicado por las sociedades Merrill Lynch y Cap Gemini, muestra que el número de millonarios en dólares en el mundo creció hasta 9,5 millones de personas, un aumento del 8,3 % en un año. El patrimonio acumulado de estos millonarios supera los 37 billones de dólares, o sea, más de doce veces la deuda exterior de todos los países en desarrollo. Al mimo tiempo, las poblaciones pobres se hunden en la miseria, particularmente fragilizadas por el fuerte aumento del precio de los cereales en los mercados mundiales. La producción cerealera -en particular del maíz- se dirige cada vez más hacia la fabricación de agrocombustibles para los países más industrializados, lo que conlleva el riesgo de producir crisis alimentarias graves en los países del Sur de aquí a pocos meses.

Hay que acabar con este modelo económico que sólo tiene éxito en hacer más ricos a los ricos y más poderosos a los poderosos. Con este modelo económico que fracasó, porque es el terreno donde se desarrolla la deuda, la pobreza y la corrupción. Como el Banco Mundial, el FMI fue uno de los principales promotores y soporta una pesada carga de responsabilidad. El barco cabecea peligrosamente. El año 2007 es ya un annus horribilis para los partidarios de la mundialización neoliberal. Las movilizaciones populares en todo el mundo podrán hacer los años venideros más terribles todavía.

© Alai-amlatina

(*) Presidente del CADTM-Estado francés y del CADTM-Bélgica, respectivamente (CADTM: Cómite por anulación de la deuda del Tercer Mundo)

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