Soplaron los benéficos alisios al paso del ecuador del Jazzaldi getxoztarra
En su singladura por el ecuador de la programación, el festival de Getxo iniciaba su tercera jornada animado por las alegres tonadas de marcha interpretadas por la Jove Dixieland Band. Combo valenciano que ofreció clásicos del Dixieland, recreados con corrección y atildados arreglos (seguidos al pie de la letra), ante el público alborozado y masivo de la Plaza del Getxo Antzokia.
Javier ASPIAZU
Crítico
Poco después y ya en el escenario principal, los integrantes de Mr Chacho, el primer grupo español a concurso desde hacía años, demostraron conocer bien su repertorio y estar rodados como cuarteto. Aunque improvisaron con más libertad y ganas que otros grupos, este cronista encontró a la sección rítmica hiperactiva, más empe- ñada en emitir muchas notas, causando todo el estrépito posible, que en construir un discurso con sentido, labor que prácticamente corrió a cargo del saxo Hugo Astudillo, fino instrumentista de matizado sonido.
A continuación, aconteció la primera cita con una leyenda que nos ofrece esta 31ª edición. El Quartet West del contrabajista Charlie Haden venía con sus pesos pesados (Ernie Watts y Alan Broadbent) y la incorporación relativamente reciente de un batería sólido y seguro como es Rodney Green.
Y apareció Watts
El inicio prometía, pero no contábamos con el deterioro físico (el cansancio o la indisposición, quizá) del septuagenario Haden. Aunque ejecutaba sus solos con el sentido, el dibujo preciso y la maestría que le caracterizan, lo cierto es que sonaban apagados, sin fuerza. Aportaban poco al conjunto. Afortunadamente, cuando el concierto comenzaba a deslizarse por la senda del aburrimiento, apareció Ernie Watts, portentoso saxofonista, de sonido poderoso y fértil capacidad improvisatoria. Sus pujantes intervenciones, en temas de Párker y tórridas baladas, insuflaron vida y brillantez a la actuación. La guinda fue una versión del «Lonely Woman», de Ornette Coleman, perteneciente al histórico álbum del 59 «The Shape of Jazz to Come», fundador de una nueva sensibilidad dentro del mundo del jazz.
La ironía del destino quiso (Ornette Coleman nunca usó piano en sus grupos porque odiaba los instrumentos que dieran acordes) que esta versión contemporánea de la más conocida balada free, se viera enriquecida por un impresionante solo al piano a cargo de Broadbent. Ni siquiera el responso de Haden al final, demasiado bienintencionado, aguó la fiesta al respetable, plenamente satisfecho ante el derroche de creatividad presenciado.
En definitiva, bajo el aspecto de un veterano saxofonista de impresionante feeling, soplaron los benéficos alisios, imprescindibles para navegar por latitudes ecuatoriales, en esta espectacular jornada del Jazzaldi, augurando un promisorio final de viaje.