CRíTICA cine
Heroína de barrio
Mikel INSAUSTI
El debate sobre la primera película del escritor Eric-Emmanuel Schmitt se centra en el grado de intencionalidad de su exitoso resultado comercial en el mercado francófono. Me parece una discusión tan injusta como inútil, porque la mayoría de los cineastas de este mundo quieren que sus trabajos funcionen. Además, nadie puede erigirse en juez supremo para calibrar hasta qué punto el autor ha sido sincero o responde a una estrategia de ventas calculada. Todo viene dado por la propia naturaleza de esta historia, que defiende la literatura y el cine populistas frente al intelectualismo de salón. Es la consabida guerra entre los que son capaces de hacer que sus creaciones sean rentables por sí mismas y los que, en el bando opuesto, han de recurrir a las subvenciones. No se debe caer en generalizaciones tan peligrosas a la hora de seccionar la producción artística y cultural, y a cada obra hay que considerarla por lo que vale, al margen de su carácter mayoritario o minoritario.
Los libros y las películas de Eric-Emmanuel Schmitt gustan al público porque son positivos, una cualidad que parece sacar de quicio a la crítica. Ya ocurrió con la adaptación que François Dupeyron hizo de su novela «El señor Ibrahim y las flores del Corán», por lo que no es de extrañar que ahora haya decidido defenderse frente a tanta animadversión. En una película como «Odette Toulemonde», donde todo son buenos sentimien- tos, la única perversidad la protagoniza un escritor que ejerce como poderoso e influyente crítico literario en televisión y prensa. En pocas palabras consigue destrozar al alter ego de Schmitt como novelista, persona y marido. La secuencia es de una crueldad insoportable, pero del todo creíble, en la medida en que a diario asistimos a este tipo de ejecuciones públicas, sin juicio previo, en los medios de comunicación.
Otra cuestión que trae cola es la de las comparaciones, ya que se ha querido ver el personaje de Odette como una extensión adulta del de la famosa Amélie. Aún siendo innegable el parentesco con la creación de Jean-Pierre Jeunet, no es menos cierto que existen muchas otras referencias tanto o más definitorias de la película. En primer lugar, situaría a Disney, porque, al igual que ocurría con Cándida, la heroína es una Mary Poppins de barrio, trasladada convenientemente a la ciudad provinciana de Charleroi. Y, ya que la acción transcurre en Bélgica, cómo no notar la presencia de los comediógrafos locales, con Jaco Van Dormael a la cabeza, porque Schmitt utiliza las canciones de Joséphine Baker del mismo modo que el belga lo hacía con Luis Mariano en «El octavo día». En cuanto al estilo de gag visual con escenografía fantástica, hay mucho de la magia surrealista del genial Sylvain Chomet, y de su segmento para el filme colectivo «Paris je t'aime». Por último, la contribución italiana se debe a la música del maestro Nicola Piovani, que no tiene problema en rehacer la pegadiza y encandilante melodía de «La vida es bella».
Sin embargo, hay en «Odette, una comedia sobre la felicidad» un hallazgo exclusivo, gracias a que la interpretación de la incomparable Catherine Frot convierte al personaje de esta sufrida y alegre ama de casa en un caso aparte. Se sale cada vez que bordea la comedia musical, más aún cuando llega el momento estelar del número coreografiado. Está tan bien en su papel que, a su lado, la caracterización hecha por un actor de la talla de Albert Dupontel queda desdibujada, toda vez que el mundo ilusorio de la modesta dependienta de folletín rosa triunfa sobre el ambiente esnob de su oponente.
Título original: «Odette Toulemonde».
Dirección y guión: Eric-Emmanuel Schmitt.
Intérpretes: Catherine Frot, Albert Dupontel, Jacques Weber, etc.
País: Estado francés-Bélgica.
Género: Comedia romántica.