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El preso de los GRAPO García Vidal relata las torturas sufridas durante su detención

MADRID

El preso de los GRAPO Jorge García Vidal ha denunciado desde el módulo de aislamiento de la prisión de Soto del Real y a través de Socorro Rojo Internacional (SRI) las torturas sufridas a manos de los guardias civiles que le detuvieron el 6 de junio en Barcelona, y cuyas huellas todavía tiene visibles. Asegura que, casi un mes después, cuando hace llegar su denuncia a SRI, «tengo cicatrices en ambas muñecas por los grilletes, los dedos pulgares dormidos, hematomas y cicatrices en brazos y piernas, dolores en la espalda y las costillas, y la nariz reventada».

Estas secuelas son consecuencia del trato que recibió cuando fue detenido en la Biblioteca Pública de Can Fabra, en el barrio Sant Andreu de Barcelona y en las horas siguientes. Recuerda que tres hombres se abalanzaron sobre él y le dijeron que estaba detenido, por lo que él grito su nombre, militancia y que estaba siendo secuestrado para denunciar su arresto. Ante sus gritos, «se me echan encima más guardias -que posteriormente tuvieron que identificarse como tales ante la reacción de los estudiantes de la biblioteca-, me esposan fuertemente y me dicen que me calle».

García Vidal, continúa su denuncia, mantiene su actitud, por lo que «me ponen una pistola en la sien y me amenazan con pegarme un tiro». Ante la insistencia de sus gritos, «me llueve un lluvia de patadas en la cara y comienzo a sangrar por la boca y la nariz. Me tapan la cara con una camiseta y, arrastrándome por los pelos, me intentan sacar. Continúo gritando que me han reventado la nariz y que me van a torturar y se prestan rápidamente a limpiar la sangre del suelo, mientras se gritan que no hay que dejar rastro».

Recuerda que le meten en un ascensor y comienzan a «golpearme salvajemente» para, luego, bajarle «a rastras por las escaleras. Me arrastran hasta un vehículo (...) me golpean en los testículos, la cabeza, me dan puñetazos en los oídos, me meten los dedos en los ojos y me aprietan el cuello hasta producirme asfixia y un fortísimo dolor de garganta».

Tras pasar por el cuartel, fue trasladado al hospital debido a los golpes en la nariz, donde una doctora, a la que no le permitieron descubrirle la cara para examinarle, le visitó. Según su denuncia, a partir de entonces el trato cambió «a menos torturas físicas y más sicológicas».

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