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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Movimiento ciudadano

Sigo con el ojo puesto en el abuso de los dirigentes políticos de los medios de comunicación que deberían ser propios de los ciudadanos; no es raro observarlos mandándonos mensajes confusos en los que aparecen como garantes de las ONG, algo no siempre real, como diariamente padecemos.

Estas sensibilidades puntuales nos deberían preocupar más que satisfacer, ya que la foto que buscan no es la de la ayuda a las causas que defendemos sino la rentabilidad del momento. Es objetivo generalizado de las ONG reclamar derechos y servicios que no están garantizados por los «corta-cintas» habituales, aunque su sonrisa y bonitas palabras intenten confundirnos.

Si tanta sensibilidad tienen de golpe los que durante años han hecho oídos sordos a las demandas, la pregunta sería ¿en qué momento cambiaron?

Hoy en día muchos de los movimientos ciudadanos -que surgieron desde la propia inercia organizativa popular-, se han ido convirtiendo en meras sombras de sus objetivos fundacionales, resistiéndose a las autocríticas y profesionalizando el servicio en miras a unas subvenciones.

Hemos olvidado la lógica de los ciudadanos equivocándose y rectificando una y otra vez, comunicándose en su propio lenguaje e implicado en todas las sensibilidades, evitando utilizar el título de especialista o el dinero como el más importante sustento organizativo.

A muchas ONG les falta reconocer el máximo objetivo: extinguirse cuando se alcance el objetivo que marca la lucha o realizar una evolución cuando la pérdida del apoyo popular se hace inevitable. Con estas variables se puede pensar mejor y con la modestia de quien sabe no ser único y que necesita el apoyo ciudadano, que es y será su razón de ser.

Pero algunos de los males mayores es dejar que los profesionales se adueñen de las acciones o quienes pretenden imponerse en espacios que deben respetar por no serles vitales. En éstos enmarco a los que intentan sacarse la foto con una causa que no defienden ni sienten, a los que intentan ocupar espacios ajenos, a los que creen que el que sufre un problema y se organiza es incapaz de funcionar sin ser orientado o sicoanalizado.

Me enseñaron mis errores una y otra vez (algunas veces tarde) y estoy seguro de que aún meteré mucho la pata, pero me queda la rebeldía de haber visto en 1991 y en Londres a cientos de personas viviendo con VIH/SIDA que tenían claro que debíamos luchar sin ser víctimas de los que nos consideran incapaces de organizar nuestros propios grupos de autoapoyo, de autogestión y los espacios lejos de intereses económicos o de proyectos supeditados al visto bueno de los dirigentes.

Ello llevó a la creación de los primeros grupos de autoapoyo en todo el mundo; algunos desparecieron, otros siguen, algunos más se crean y todos tienen su razón de ser, pero a mi entender los logros se pueden perder si la idea del crecimiento personal sin victimismo y la confianza en nuestras propias fuerzas fuera de otro interés desaparecen. Al movimiento ciudadano nos sobran gestos interesados porque falta lo que nos da razón de ser.

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