GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

Una vasca en defensa de los orangutanes

«Los cultivos para biocombustibles están acabando con las selvas»

p006_f02_88x140.jpg

Karmele Llano Sánchez

Veterinaria en un centro de conservación de primates en indonesia

Bilbaina de 29 años, lleva cuatro trabajando como voluntaria en programas de conservación de primates en las selvas de Indonesia. Cada seis meses, como ha hecho ahora, regresa a la localidad de Gordexola, su ya segunda residencia. Ayer, ofreció una charla en Bilbo para denunciar que la apuesta por los biocombustibles está acabando con animales como los orangutanes.

Joseba VIVANCO | BILBO

Recién llegada de Indonesia, asegura que ya ha superado el choque emocional que le suponía regresar de la selva en la que trabaja desde hace cuatro años a la sociedad acomodada que decidió dejar atrás. Dos mundos diferentes que esta veterinaria intenta acercar, mostrando una visión real de la pérdida de biodiversidad de la que tanto oímos hablar aquí y que no percibimos en absoluto.

Perdone por la pregunta tópica, ¿pero qué hace una bilbaina como usted salvando orangutanes en la selva de Borneo?

Yo siempre había tenido mucho contacto con la naturaleza, en el monte, viendo la fauna salvaje, buscando águilas... pero fue una experiencia con una garduña la que de alguna manera me llevó hasta donde estoy ahora. Había sido atropellada y me la llevé conmigo en el tren a León, donde yo estudiaba Veterinaria. No tenía mucha idea, pero la cuidé dos o tres semanas y, al final, la devolví a su hábitat de nuevo. Aquella sensación de devolverla a la naturaleza me gustó.

Pero hasta llegar a donde está hoy ha habido otras escalas.

Sí, antes de acabar la carrera, con 22 años, tuve la oportunidad de ir a Venezuela, a un centro de animales salvajes. Allí tuve mi primera experiencia con primates, con monos aulladores y monos capuchinos, y tuve la sensación de tener un buen entendimiento con ellos. Quise entonces especializarme en primates. Me fui a Holanda, a un centro bastante famoso de rescate de primates, que llegan de circos, laboratorios, de casas... tienen más de un centenar de individuos. Allí estuve un año y medio haciendo de cuidadora y de veterinaria, y de ahí quise ir a un lugar donde los primates estuvieran en su hábitat.

Y terminó, por el momento, en Indonesia.

Me ofrecí a ir de voluntaria allí por tres meses, me dijeron que sí, y ya llevo cuatro años. La verdad es que me quedé enganchada, porque después de ver cómo estaba la situación, aquellos animales, me resultaba difícil cerrar los ojos y seguir mi vida. Al final no fue algo pensado, sino que las cosas han ido saliendo.

¿En qué proyecto se encuentra embarcada ahora mismo?

Cuando llegue allí, montamos la ONG Proanimalia, yo y otra amiga holandesa, para empezar nuestros propios proyectos. Finalmente, el año pasado conseguimos financiación de una ONG inglesa, International Animal Rescue, que son los que nos esponsorizan. Ahora estamos metidas en la construcción de un centro que abriremos para setiembre en Java, para la rehabilitación de dos especies de primates, los macacos y los lorises, unos primates pequeñitos, nocturnos, que nunca han despertado mucha atención, pero que se les utiliza mucho en el tráfico ilegal. Aparte, mantenemos cierta colaboración con el centro de Borneo, con los orangutanes, donde ya estuve antes como veterinaria. Y todo eso, además de dar caña con las campañas para frenar el cultivo de aceite de palma en la selva, trabajando con las comunidades locales.

¿Cómo es un día en su vida allí?

No hay un día tipo. Desde el trabajo en el centro a tener que acudir al rescate de un animal que se vende en un mercado... Hay un proceso de acogida primero, socialización después y vuelta a la naturaleza final. Todo ese proceso es tan diverso que lo mismo estás atendiendo un día a los animales con medicamentos que te vas a la selva. Y luego están las campañas contra las compañías de palma aceitera, que están destruyendo los bosques de selva. Aquí es donde trabajamos con los pueblos locales porque, si no, no tienen medios para denunciar nada.

¿Hasta qué punto les apoyan las autoridades locales o la Administración indonesia?

En realidad, les apoyamos nosotras, porque sus leyes prohíben vender o tener ciertas especies protegidas y ellos se encargan de las confiscaciones. Lo que pasa es que no tienen medios ni conocimientos, ni fondos para rehabilitar a esos animales. Y ahí está el papel de las ONG foráneas. Los hay con quien tienes muy buenas relaciones, y los hay, muchísimos, que son corruptos y nos ven como un incordio, porque animal que confiscaban lo vendían otra vez.

¿Cuáles son los principales enemigos para primates como los orangutanes?

Sobre todo son las plantaciones de palma aceitera para combustibles. Se pone al orangután en el punto de mira porque es una especie más emblemática, son grandes simios que la gente conoce, pero detrás del orangután hay todo un ecosistema muy diverso y único en el planeta que está desapareciendo porque están plantando palma de aceite eliminado selva, muchas veces selva primaria. Y la misma problemática de aquí está ocurriendo en Sudamérica. Y luego van y le llaman biocombustible...

¿Cómo llegan hasta ustedes estos primates?

Los adultos llegan infraalimentados, porque la selva donde vivían la han talado para plantar palma. Pero una gran mayoría son bebés que tienen que tener un cuidado con una madre, una persona que se encarga de ellos y les da biberón. En doce o trece años, quizás se les pueda rehabilitar en la naturaleza, pero es difícil encontrarles un lugar porque casi no quedan selvas, además de que tiene que ser un lugar donde no haya otros orangutanes salvajes. Lo cierto es que no llegan a estar en total libertad. Así que hay que mantenerlos, viviendo en islas en el río, semicautivos, con sus árboles, donde se les da de comer, donde se ven obligados a vivir en grandes grupos cuando ellos viven de forma individual. Lo cierto es que al ritmo de destroce de la selva, es difícil que vuelvan a estar alguna vez libres.

¿Resulta difícil transmitir lo que pasa cuando uno regresa a casa y tiene que denunciar a miles de kilómetros de distancia el serio peligro que corren animales como éstos?

Totalmente. Aquí la gente está en otro mundo. Te dan una palmadita en la espalda, pero nadie adopta un compromiso. Será normal, la gente tiene aquí sus peleas diarias y aquello les pilla muy lejos. Pero, ¿quién más que nosotros tiene en sus manos la posibilidad de hacer algo por aquellos animales, por aquellas selvas? Para mí es triste que la gente sea tan pasiva y que a nosotros nos consideren como unos excéntricos que no sabemos por dónde nos da el aire. Y eso duele. Lo nuestro no es ninguna acción egoísta.

Alguna vez habrá tenido que escuchar que seguramente no se preocupan ustedes tanto por las personas como lo hacen por los animales.

Eso lo dicen quienes están sentados en el sofá de su casa. A mí nunca nadie que trabaja, pongamos, en la India cuidando leprosos me ha dicho por qué cuido animales y no niños, pero la gente que te dice eso es la que no hace nada. Es la que menos derecho tiene a hablar, pero es verdad que hay quien te lo dice.

¿Qué siente cuando pisa un zoológico y ve las jaulas de los primates?

No hay que ser un primatólogo para darse cuenta de las conductas estereotipadas de los animales. Recuerdo una vez que estuve en el zoológico que tienen en Santillana del Mar. Si le mirabas a los ojos a la orangutana que tenían allí, veías soledad, tristeza, depresión... sólo quería morirse. Y sólo hay que mirarla a la cara. La educación que pueda tener un niño sólo por ver un animal en una jaula, eso no es educación si no le transmites el verdadero mensaje. Y, por desgacia, los zoológicos aquí están a años luz del resto de Europa. No llegan ni al mínimo de bienestar animal.

 
«No sé si lo que hago servirá de algo, pero sería triste que nadie dijera ni hiciera nada»

¿Qué le han aportado a usted estos animales?

Sobre todo es importante, para mí, la labor veterinaria. Muchas especies desaparecen y tener la motivación de ayudar a evitarlo en la medida de lo posible da una gran satisfacción. A un nivel más personal, yo siento cómo esos animales te agradecen lo que haces. En cualquier momento, un orangutan te puede romper la cabeza con una mano o un macaco te arranca el brazo de un mordisco pero, sin embargo, sientes ese agradecimiento, ellos saben quién eres y cuando los liberas en la naturaleza lo ves. A mí me llena mucho. Es curioso, pero ellos te conocen a ti mejor que tú a ellos.

¿Termina una relacionándose con ellos como lo hace con una persona?

Pues al final te tratas como colegas, totalmente. Todos tienen nombre y responden a él. Hablas con ellos, tienen muchos comportamientos aprendidos, pero entienden tus expresiones. Un perro todo el mundo ve que entiende lo que le dices, pues los primates tienen un desarrollo cerebral mucho mayor.

¿Hay momentos malos, en que una siente que da un paso hacia adelante y dos hacia atrás, en que se pregunta qué hace allí?

Por supuesto que muchas veces una se plantea si con todo el daño irreparable que se ha hecho, puede hacer algo. O qué puedo hacer yo para frenar la deforestación o para parar a las compañías petroleras que están detrás de todo este negocio... Pero también pienso que si todos dijéramos lo mismo, sería triste. Destrozan la selva y nadie dice ni hace nada. Aunque seamos cuatro, al menos que no falte esa labor divulgativa, de denuncia de lo que está pasando, de ser los ojos de esos animales y esas selvas. Yo he visto todas esas miles de hectáreas cortadas para plantar la palma aceitera y lo puedo contar. ¿Que consiga algo con lo que hago? No lo sé, pero es necesario que haya alguien que ponga un poco de oposición y no todo sea conformismo.

¿Se corren riesgos en este trabajo en el que hay que enfrentarse al tráfico ilegal o a la tala masiva de bosques?

Yo trato siempre de evitarlo. Procuro no crearme enemigos, porque si no tienes cuidado sí es verdad que te puedes buscar problemas. J.V.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo