El Tour se gana día a día y se pierde en una sola etapa, en un día malo o por una caída o una enfermedad. Por eso, son pocos los que aspiran al podio de París, deben ser corredores completos pero eso no es suficiente, la suerte y las circunstancias entran en juego; no sólo vale con ser el más fuerte. Andreas Kloden y Alexandre Vinokourov sufrieron ayer sendas caídas en un día aciago para el Astana y acabaron con un fuerte golpe en el coxis y molestias en la rodilla, respectivamente.

«Las heridas de Kloden no son muy esperanzadoras», dijo Marc Biver, mánager del equipo, en referencia al alemán, y «es demasiado pronto para hacer vaticinios y decir si ha perdido el Tour. Vamos a esperar para hacer un pronóstico preciso», reveló sobre el kazajo.

Filippo Pozzato, por el contrario, fue la cara y sorprendió en la meta a Óscar Freire y repitió su victoria de 2004.

Vinokourov sufrió una aparatosa caída a falta de 25 kilómetros y se descolgó sin remedio del pelotón cuando la batalla por la victoria en Autun se había desatado. El conjunto kazajo, excepto Kloden, se vaciaron en favor de su líder lastimado en la rodilla y la cadera, pero, agotados, caían de uno en uno en un terreno escarpado muy complicado para la caza. Tras no poder tomar la salida el año pasado en su mejor momento, sabe que a sus 34 años la edición de 2007 es su última oportunidad. Bajo la bandera de su país, ha construido un equipo a su medida y gusto con un único objetivo: ganar el Tour. La misión era imposible y llegó 1.20, un tiempo que no tiene por qué ser definitivo, más conociendo la combatividad del kazajo. Ahora hay que conocer el alcance de las lesiones por su caída. Kloden sí que llegó delante, pero se dañó un coxis que se fracturó en 2003.

Así que la quinta etapa resultó frenética. La competitividad es enorme en el Tour. Ayer, Wegmann, De la Fuente, Pineau, Popovych, el propio líder Cancellara -estos dos se salieron en una curva en el último descenso-, Florencio y Millar buscaron con ahinco el triunfo de etapa en los últimos diez kilómetros. La gloria, una victoria que da fama y prestigio y que más que nada significa la firma de un buen contrato el año siguiente. Lucha de titanes. Alcanzados los aventureros Chavanel, Gilbert, Bonnet y Cheula -escapados desde el kilómetro 15- en la última cota del día, el Rabobank de Freire realizó una trabajo extraodinario y consiguió su propósito de descolgar a esprinters como Boonen o McEwen, mientras que a Vinokourov por detrás se le iba la vida y un poco de Tour. Su guardia pretoriana había reventado. Estaba solo, y así afrontó los últimos diez kilómetros.

Los ataques se sucedieron aunque nadie pudo evitar la llegada al esprint. A toda velocidad. Freire, Zabel y Bennati asomaron, sin embargo, apareció un gran Pozzato que le birló el triunfo al cántabro. Un pelotón de 74 ciclistas entró en cabeza, con todos los favoritos, excepto un Vinokourov extenuado que entró a 1.20 tras 25 kilómetros de persecución.

La otra cara de la moneda era Pozzato. El italiano mostró la clase que atesora y consiguió otra victoria de prestigio. Desde 2003 siempre ha logrado una carrera de categoría; Tirreno-Adriático, una etapa en el Tour, Hamburgo, y la Milán-San Remo, respectivamente. Este año venció en el Tour Haut Var y la Het-Volk, pero un virus intestinal le impidió brillar en las grandes clásicas, tal y como explicaba ayer en GARA. Un diamante en bruto que pasó de juveniles directamente al Quick Step -sólo tiene 25 años y cumple su octava temporada-, donde creció, para florecer en el Fassa y volver con Lefevere al Quick Step en 2005. Sin embargo, las sombras de Boonen y Bennati eran alargadas y Liquigas le brindó la oportunidad de ser el líder único en las clásicas. Ayer, respondió con creces.