Musharraf anuncia una cruzada contra el «extremismo» en Pakistán
Al menos once personas murieron ayer en dos ataques suicidas y como consecuencia de la explosión de una mina en Pakistán, al día siguiente de que el Ejército diera por concluido el asalto al complejo religioso que alberga la Mezquita Roja en Islamabad y unas horas antes de que el presidente, Pervez Musharraf, asegurara que éste fue «inevitable» y anunciara la persecución del «extremismo» en todo el país.
GARA |
Las autoridades paquistaníes permitieron ayer que los medios de comunicación accediera a la Mezquita Roja y las escuelas coránicas adyacentes, después de haber «limpiado» las instalaciones de minas y explosivos, pero también de los cuerpos de los fallecidos, cuya cifra exacta sigue siendo una incógnita. El Gobierno mantiene que el número de fallecidos en el asalto al recinto religioso fue de 75 personas, mientras que otras fuentes apuntaban a alrededor de 300 y los medios locales conjeturan al respecto. Ayer, el líder de la oposición parlamentaria, Fazaurl Rehman, manifestó que murieron «al menos mil estudiantes» de las dos escuelas.
Fazaurl, líder de la alianza religiosa Muttahida Majilis-e-Amal (MMA), afirmó que cuando comenzó el cerco, el 3 de julio, había 2.200 estudiantes de ambos sexos en el complejo, y sólo 1.250 se rindieron antes del asalto. Indicó que los padres de unos mil estudiantes aún no han encontrado a sus hijos, a pesar de que la operación terminó y de que se retiraron todos los cadáveres, que han sido enterrados en fosas comunes durante las últimas horas.
En medio de esta polémica en torno a las víctimas, la respuesta al llamamiento a los paquistaníes realizada la víspera por Ayman al Zawahiri, supuesto «número dos» de Al Qaeda, para que se unan a la guerra santa contra el régimen del general Pervez Musharraf llegó ayer a través de dos atentados suicidas. Estas acciones y el estallido de una mina mataron a once personas en distintos puntos.
Horas después compareció Pervez Musharraf, quien consideró «inevitable» el asalto a la Mezquita Roja. Durante su intervención televisiva, aseguró que combatirá y destruirá el «extremismo» religioso «en todos los rincones del país. El general Musharraf garantizó que «no permitiremos que esto pase de nuevo», y es que desde distintos ámbitos se responsabilizaba a los servicios de información por haber permitido que los islamistas construyeran una fortaleza en el centro de la capital paquistaní, en la que habían almacenado armas y construido bunkers y túneles.
La tristeza de Musharraf
El golpista Musharraf se mostró, durante su alocución al país, «triste» por la pérdida de vidas humanas y aseguró que el número de víctimas había sido mayor por haber demorado el asalto para dar una última oportunidad al diálogo.
Manifestó que la mezquita y la madrassa femenina se habían convertido en un «lugar de guerra» desde el que se lanzaban «constantes provocaciones» al Gobierno, materializadas en «secuestros y destrucción de edificios oficiales».
Con gesto adusto y ojeras marcadas, Musharraf fue recordando los días de asedio militar al complejo religioso y todos los intentos infructuosos de negociar con el líder de los atrincherados, el clérigo Abdul Rashid Ghazi, muerto en el asalto.
Señaló que, pese a la «presión» para que actuara y las «acusaciones» de connivencia con los integristas de la mezquita, el Gobierno demostró «paciencia y contención» para salvar la vida de mujeres y niños que, según las autoridades, eran rehenes de los rebeldes. El Ejército ha insistido en que no se encontró el cuerpo de ninguna mujer ni niño, pero algunos observadores han manifestado que «se trataría de un milagro que ninguno hubiera muerto».
Musharraf subrayó que la demora de diez horas para acometer el asalto «causó, desafortunadamente, más víctimas». Destacó que esta operación no ha puesto fin a los «focos de radicalismo» en Pakistán y aseguró que «el extremismo y el terrorismo serán destruidos en todos los rincones».
Miles de personas acudieron ayer al funeral del clérigo Abdul Rashid Ghazi, líder de los resistentes de la Mezquita Roja que murió el martes durante el asalto del Ejército, mientras las autoridades llevaban a cabo el entierro masivo de los fallecidos en la operación, sin dar cifras definitivas.
El cuerpo de Rashid Ghazi recibió sepultura en su localidad natal de Basti Abdullah y su funeral estuvo oficiado por su hermano, el ulema Abdul Aziz, líder de los clérigos de la Mezquita Roja, detenido la semana pasada cuando intentaba huir del templo camuflado bajo un burka. Aziz dirigió las oraciones bajo la atenta vigilancia de las fuerzas de seguridad, que volvieron a ponerle bajo custodia una vez finalizados los ritos.
Aziz pronosticó que «el martirio» de los defensores del templo impulsará a Pakistán hacia una «revolución islámica».
Muchos de los asistentes rindieron tributo a Ghazi por la que describieron como su «heroica» lucha por la causa del Islam, al tiempo que reclamaron una investigación sobre el asalto.
Respecto al resto de fallecidos en la operación militar, numerosos familiares de las víctimas, que esperaban recibir ayer los cadáveres, protestaron porque los restos estaban siendo enterrados en su ausencia y sin que se les hubiera permitido verlos. Las autoridades señalaron que estaban siendo enterrados en sepulturas «temporales» tras tomarles muestras de ADN y las huellas digitales para que, una vez concluido el proceso de identificación, sus familiares puedan reclamarlos. Sólo los 75 muertos reconocidos de forma oficial tuvieron un funeral.
Musharraf pidió su apoyo al país y, en particular, a quienes dirigen mezquitas y madrassas para que «enseñen la verdad» del Islam y aparten a sus alumnos del «radicalismo».