marchas del 12 de julio de la Orden de Orange
La tranquilidad regresa al norte de Irlanda en el día orangista
Los veranos irlandeses se caracterizaban hasta ahora por los enfrentamientos entre nacionalistas, orangistas y policía durante la celebración de las marchas orangistas. En el vacío de poder originado por la crisis del proceso de paz irlandés, el conflicto religioso y político entre comunidades encontraba expresión en los enfrentamientos que rodeaban a estos desfiles. La reinstauración de las instituciones ha traído el verano más pacífico en los últimos 30 años.
Soledad GALIANA | BELFAST
La sabiduría popular apunta a que cuando se quiere tener la fiesta en paz es mejor no hablar sobre política o religión, pero la fiesta grande del protestantismo norirlandés, que tiene lugar el 12 de julio, reúne ambos aspectos. Lo que la Orden de Orange define como expresión cultural, una conmemoración de la victoria del protestante holandés William de Orange sobre las tropas del rey católico inglés James en la batalla del río Boyne, en el este de Irlanda, en el año 1690, ha sido sufrido por los nacionalistas como la imposición de la supremacía numérica y política protestante, lo que explica la controversia y conflicto que tradicionalmente ha rodeado las marchas orangistas que durante el verano y, particularmente en el día de ayer, recorren las calles de las ciudades y pueblos del norte de Irlanda.
En la noche del 11 de julio, las hogueras en zonas lealistas marcan el preludio de la celebración del 12 de julio. Los bomberos efectuaron varias salidas para apagar unas doscientas hogueras -y para refrescar las fachadas de viviendas que corrían peligro de arder ante la cercanía de las hogueras- horas antes de que los 75.000 orangistas se agruparan para desfilar de cara a la celebración central del calendario protestante en la que han participado 400.000 personas.
Este año la Orden de Orange ha pedido a sus miembros que consideren el aspecto festivo de sus marchas más que el reivindicativo. Aunque sí hubo lugar para la presentación de mociones cuestionando «el divorcio republicano» de la violencia y la denuncia por parte de Ian Paisley durante su discurso en Ballymena de la declaración de Benedicto XVI de que la única religión verdadera es la católica.
Es evidente que la violencia que tradicionalmente se ha asociado con las marchas orangistas también se ha visto reducida, aunque las imágenes de los incidentes en el norte de Belfast del pasado año y de 2005 aún perduran en las mentes de muchos. Los enfrentamientos entre la comunidad nacionalista de Ardoyne y las fuerzas de seguridad que protegían el paso de orangistas y lealistas a través de su barriada apuntaban a la crisis del proceso de paz irlandés, incidiendo en la situación de las comunidades. Particularmente los vecinos de Ardoyne ignoraban los llamamientos de sus representantes políticos y comunitarios y atacaban a soldados y policía, una expresión de su desilusión en la clase política en un momento en que las negociaciones no parecían ir a ninguna parte.
Sin embargo, las revueltas nacionalistas no han sido la clave de los problemas de la Orden de Orange. Su asociación con elementos lealistas, tales como el líder del LVF, Billy Wright, en Portadown, o con el UDA en Belfast Oeste en setiembre de 2005 han sido centrales en lo que la Orden mantiene es una expresión cultural que, sin embargo, se acompaña por emblemas paramilitares lealistas. Este año, representantes nacionalistas expresaron una vez más su preocupación por la participación de bandas de música lealistas en las marchas orangistas, una presencia que representantes lealistas han intentado minimizar.
Varias han sido las soluciones que se han intentado para este conflicto entre comunidades que había sido mayormente ignorado durante los treinta años de conflicto pero que cobró una mayor relevancia durante las negociaciones de paz, cuando los sentimientos de la minoría nacionalista encontraron un cauce de expresión.
Comisión de Marchas
El gobierno británico intentó la resolución a través de una vuelta al consenso, forzando la marcha orangista de Drumcree a través de Garvaghy Road en 1997, lo cual le valió la denuncia internacional. La alternativa fue la creación de una Comisión de Marchas en ese mismo año como una organización independiente que decidiría sobre el recorrido de cada marcha considerada «contenciosa». Las decisiones de la Comisión han sido rechazadas en ocasiones por orangistas o por comunidades. Los casos más claros de esta oposición a los dictados de la Comisión se refieren a la prohibición de la marcha orangista a través de Garvaghy Road y la decisión de permitir el paso de las marchas orangistas a través de Ardoyne.
Y es precisamente en estos dos casos, Garvaghy y Ardoyne, donde se ha percibido el mayor cambio en esta ocasión. Hace tres semanas, el llamado Tour of the North, realizó su recorrido por Ardoyne sin otra incidencia que la protesta pacífica de los nacionalistas del área. Dos semanas antes de la marcha de Garvaghy, la Orden de Orange de Portadown hizo pública su intención de iniciar contactos directos con los residentes nacionalistas -algo a lo que hasta ahora se habían resistido- a la vez que denunciaba a la Comisión por no haber llevado a cabo su trabajo de mediación de forma correcta. El pasado domingo, 8 de julio, la marcha orangista volvió a encontrarse con una barrera policial en su camino a Garvaghy Road, pero finalmente han reconocido que la única forma de eliminarla es hablar con los vecinos de los que tantas veces han renegado, y reconocer sus derechos.
Sin embargo, la clave en este cambio de posición por parte orangista, y de la paz que acompaña a este verano de marchas protestantes, se centra en la reinstauración de las instituciones. En multiples ocasiones republicanos y nacionalistas habían advertido que la negativa unionista a reconocer su derecho a participar en el gobierno norirlandés daba alas a los elementos más sectarios dentro del orangismo y lealismo, y que las marchas orangistas proporcionaban la excusa para actuaciones violentas contra las comunidades nacionalistas. Este doce de julio evidencia, que tal y como defendía Sinn Féin, la negociación y el diálogo político han abierto las puertas a actuaciones similares en otros sectores de la sociedad irlandesa, incluyendo la Orden de Orange.
Los bomberos efectuaron cientos de salidas para apagar doscientas de las hogueras que en las barriadas lealistas conmemoran la víspera de la fiesta central orangista del 12 de julio.
75.000 mil orangistas han participado en marchas en dieciocho localidades del norte de Irlanda, incluyendo Belfast, y a las que se calcula han asistido alrededor de 400.000 personas.
El primer ministro norirlandés Ian Paisley denunció la declaración de Benedicto XVI de que la única religión verdadera es la católica en su discurso ante los orangistas de Ballymena.
La logia orangista de Portadown ha iniciado negociaciones directas con los vecinos nacionalistas de Garvaghy Road para alcanzar un acuerdo de cara al recorrido del próximo año.
A pesar de la ausencia de confrontaciones con relación a las marchas orangistas, ello no significa que no se hayan producido incidentes, que sirven para recordar que al proceso de reconciliación entre tradiciones todavía le queda bastante camino por recorrer. Por ejemplo, Sinn Féin ha denunciado que los paramilitares lealistas habían provocado tensiones con sus amenazas contra un hombre en el condado de Derry cuando éste retiró el nombre de su hijo, un joven de 16 años, fallecido hace dos semanas por complicaciones coronarias, de lo alto de una fogata en Coleraine. El nombre del joven había aparecido en pintadas junto al de otro católico fallecido reciente con el comentario «¿quién es el siguiente?».
Por su parte, el grupo de vecinos nacionalistas, Grupo de Acción de Springfield Road criticó la decisión de la Comisión de Marchas, que permitió a los orangistas decidir el número de participantes en la marcha que atravesaría la zona nacionalista y tan sólo prohibió la presencia de banderas y emblemas paramilitares tras una petición por parte de los vecinos. Esta marcha se produce dos semanas después de otra marcha orangista en la que los participantes ignoraron las reglas impuestas por la Comisión y exhibieron una pancarta recordando a un miembro del UVF responsable por la muerte de un padre de familia nacionalista en 1980.
Asimismo, algunos centros de reunión orangistas en el condado de Armagh, conocidos como Orange Halls, han sido atacados con pintura y bombas incendiarias. El último ataque se produjo el 11 de julio contra el Orange Hall de Claudy, en el Condado de Derry. A las cuatro de la tarde de ayer, varios autobuses que transportaban a participantes en las marchas orangistas fueron apedreados a su paso por Friary Road.
Los medios apuntan a que la reinstauración de las instituciones norirlandesas ha sido la clave para que las celebraciones orangistas de este verano se hayan producido sin incidentes.