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Floren Aoiz Escritor

Y el culebrón sigue

Terminan los sanfermines, se acaban los encierros, las juergas, las alegrías y los sinsabores de las fiestas -que de todo hay, desde luego-, se guardan los pañuelos rojos y se calibran los agujeros provocados por tanto exceso en las carnes y los bolsillos. Nueve días de estallido de cuanto late en este país, horas de fiesta y de lucha, de tensión, de provocaciones y chulerías, de represión policial, pero también de solidaridad, memoria y dignidad. Siempre ocurren muchas cosas en sanfermines, pero las fiestas nunca esca- pan a su final, y llega una «normalidad» que este año significa seguir sufriendo el aburridísimo culebrón de las negociaciones para la formación del próximo Gobierno de Nafarroa. ¡Esto sí que es un lunes pesado!

Algunas malas lenguas dicen que el pacto ya está firmado, y que unos y otros sólo están ganando tiempo. Claro que escudriñando los rumores se llega a la conclusión de que algunos «enterados» se refieren al Gobierno del PSN con NaBai e IU, otros a una nueva legislatura sufriendo a Miguel Sanz, y otros prefieren no definirse, para poder asegurar, pase lo que pase, que ellos estaban en el secreto. A mí, que no he estado disfrazado de cenicero en ninguna reunión, ni allá por Jaca ni en ningún otro lado, aunque sospecho que habría sido una experiencia enriquecedora, me queda la sensación de que en lugar de debate político tenemos un gallinero insufrible ante el que cada día más personas deciden desconectar. Creo que hasta los seguidores obsesivos de la política navarra estamos hasta las narices y hemos aprovechado la excusa sanferminera para marcar distancias con respecto a un espectáculo tan sucio que parece capaz de salpicar a cualquiera que no se aleje suficientemente.

Por todo esto, despedirse de la ropa blanca cuesta este año un poco más. Y es que será todo lo cierto que queramos que estas son «en el mundo entero unas fiestas sin igual», pero nuestra clase política es de una vulgaridad y una mediocridad tales que al pensar en sus maniobras de maquievelillos de tres al cuarto y sus desesperados esfuerzos para no quedarse sin Consejería, no nos queda sino entonar una y otra vez el pobre de mí, y no precisamente por los sanfermines, que por otra parte, seamos sinceros: son largos, muy largos, y ya no estamos para estos trotes. ¡Otra vez a sufrir el culebrón!

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