Jon Odriozola Periodista
La verdad de la mentira
Me he comprado (en realidad, me han comprado: yo no tengo un puto duro) una silla nueva y mi pensamiento ha cambiado notoriamente. Me siento mejor por partida doble: mis posaderas se sientan y mi cacumen se asienta. ¡Qué divertido soy...!
Hoy voy a mentir diciendo, puede, alguna verdad. Decía Nietzsche que al hombre se le mide por la cantidad de verdad que es capaz de soportar. No dijo «cantidad de mentira», que sonaría más lógico, pero gustaba transgredir y epatar. El tudesco era original.
Como sea que me he vuelto holista (del griego olós: todo, entero), concibo la verdad y la mentira como una interrelación dialéctica y no como entidades metafísicas que se oponen pugilísticamente. El bellaco miente, pero su mentira encierra la verdad... de su mentira. Miente y se des-miente. Sabemos que miente y su mentira nos revela la verdad de su mentira. Si fuésemos metafísicos, lo mismo nos manejaríamos con verdades reveladas a priori que las «construiríamos» como, por ejemplo, un ex ministro «fabricaba» imputaciones contra Iñaki de Juana. La metafísica se miente a sí misma pero pretende contrabandear esa mentira como una verdad para las masas. De eso vive la podrida burguesía actual: de mentir. No pueden evitarlo porque no les queda otra.
Leo a un internauta: «la verdad os hará libres; la mentira, creyentes». La frase, que no es original, es ingeniosa, hace pensar (ese deporte). Continúa este coscurante nefelibata: mentir, de algún modo, es fabricar la realidad a nuestro gusto o a nuestra conveniencia. La mentira es transforma- dora, la verdad es conformista. La verdad no cambia el mundo, sólo lo refleja. Un ejemplo: el humo del tabaco daña tanto al fumador pasivo como al fumador: una mentira evidente, no es verdad, y está demostrado. Otro ejemplo: no hay pruebas de que se esté produciendo un cambio climático significativo. No hay pruebas que vinculen de manera científica tal elevación de la temperatura con la acción humana. Ni con la emisión de CO2 ni con ninguna otra. No hay pruebas. Pero la verdad no es transformadora de la realidad. Lo transformador es el mentir, el exagerar, el repetir una idea hasta que todo dios la acepte sin chistar. Lo mismo pasa con la «pipa» de que el petróleo se está acabando: trola.
Jon Odriozola, que es un barakaldés apesebrado en Bergara, afirma el muy descastado que todos los barakaldeses mienten. Si yo, que soy barakaldés de Lutxana, asevero esto de mis paisanos, o sea, que todos mienten, es que yo, a mi vez, también miento, luego no digo la verdad, ergo: no todos los barakaldeses mienten. Silogismos, entimemas y aporías baratas de la burguesía cretense: mienten más que hablan. Ni el PNV es «nacionalista» ni el PSOE es «socialista» ni IU es «comunista» ni el PP es «demócrata», pero venden peines para calvos.
Cuando el PP mintió adjudicando a ETA la masacre del 11-M en Madrid, la gente, que normalmente se abstenía de votar a esta lumpenburguesía, lo castigó votando el mal menor que representaba el PSOE: Fue la mentira descarada lo que movilizó al personal. Si hubieran dicho la verdad seguirían en el machito, probablemente. El PSOE también miente sobre el «proceso de paz». Como dice mi suegra, vivimos «mentidos».