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Raimundo Fitero

Ruidos

C uántas horas hiciste delante del televisor el pasado fin de semana? Aunque tengamos climatología cambiante, los porcentajes bajan. En términos absolutos siempre hay menos personal delante del electrodoméstico y acudimos de manera parcial y concreta a ver finales de etapa, de carreras de motos o de circo sobre cuatro rudas. Las motos en la primera estatal se convierten en la oferta de prime times, lo que es una variable bastante considerable, porque además se convirtió en un acierto programático, no buscado; es decir, se trataba del cambio horario, pero sea por las razones que sean, logran captar a muchos telespectadores.

¿Qué tienen las motos, los coches, además del ruido, que tanto fascinan a un buen número de aficionados? Si se mira con cierta distancia se trata de un circuito, es decir de una hora larga viendo pasar por los mismos lugares, en la misma dirección a unos cuantos motoristas o conductores con sus bólidos. No hay más variaciones que las técnicas o emocionales, no se producen situaciones de consideración nada más que en momentos muy puntuales: la salida, las caídas, los repostajes en los coches, y cuando, sucede, que no siempre es así, en los adelantamientos.

El resto es casi una procesión, un desfile, una reiteración de circunstancias similares con ligeras variaciones. Pues con todo esto tan aparentemente estático, atrapan a millones, y es que las realizaciones televisivas están alcanzando unos altísimos niveles de creación de un espectáculo que ha logrado una estructura comunicativa, un lenguaje audiovisual que aumenta y proyecta todo aquello que puede gustar al cliente con mando a distancia. Paradójicamente, un individuo en casa vive más las carreras que los cientos de miles de espectadores en directo, que ven una única carrera, un desfile de balas de colores que hacen mucho ruido y que pasan por delante de su campo visual y no tienen posibilidad de cámara lenta, ni repeticiones, ni detalles, ni repaso a todas las tomas de todas las cámaras existentes. Ni de escuchar a los comentaristas que algunas veces son el ruido más molesto por los patrioterismos baratos y su habilidad para fallar en todas las predicciones.

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