Me he enterado por boca de otros que en las recién estrenadas piscinas de Beasain, no se permite hacer top-less (tranquilos muchachos, a vosotros sí). Dicha prohibición debe de ser el resultado de una profunda re- flexión de algún ilustre cerebro (o varios), que supongo no será ajeno a nuestro consistorio, ya que no olvidemos que son públicas (aunque su desorbitado precio nos confunda, 666 pesetas que rima con...). Esta medida que no responde a ningún criterio racional, es un ataque a la moralidad laica, a la dignidad de las mujeres y, por tanto, a la dignidad humana. Estos degradantes resquicios del catolicismo más fanático, a muchos casi nos sorprenden tanto como nos avergüenzan, es por ello que exigimos que se acepten alguno de nuestros cuatro planteamientos (mejor pensados que el responsable de dicha norma): 1. La obligación también de los hombres de ponerse la parte de arriba; 2. Hacer una piscina nudista sobre algún campo de fútbol (a ser posible más barata); 3. Todos en bolas; 4. Dejarse de majaderías y prescindir de inmediato de una norma tan lascivamente conservadora. Yo opto por esta última. Sabíamos que el PNV era de raíz católica, pero nunca nos imaginamos que hasta el punto de embutirse en finales del siglo XIX. La gente se echa las manos a la cabeza si ve un velo, mientras en nuestra piscina está el fanatismo junto a los helados, pero al tener las perversiones tan interiorizadas no lo podemos ver. Por cierto, a los que les moleste el hecho de destaparse cuando hace calor, ya es hora de que apunten a otro lado con sus ojos. Salidos.