El modelo energético y las inundaciones
Las peores inundaciones de los últimos sesenta años. El mes de junio se produjo ya un anticipo de la lluvia torrencial que ha anegado, en las últimas horas, Inglaterra. Como ocurre cuando se producen este tipo de fenómenos, la primera labor que se impone es, tal como afirmó el primer ministro británico, Gordon Brow, tras visitar la zona devastada «garantizar la seguridad y la protección de los ciudadanos». Es lógico que con miles de personas evacuadas y las aseguradoras empleando a fondo las calculadoras para estimar el costo de la tromba de agua, esa acción inmediata sea la que se convierta en la máxima prioridad.
Sin embargo, y toda vez que un nuevo informe científico, cuyo contenido adelantó ayer «The Independent», vincula lo ocurrido con el cambio climático, se impone una reflexión sobre cómo abordar precisamente no sólo la protección de las sociedades actuales sino de las generaciones futuras. El nuevo líder laborista, no sin cierto fatalismo, se refirió durante su visita a las zonas más castigadas, a los peajes y a los retos a afrontar por «un país industrializado como Gran Bretaña» en relación al cambio climático.
En el ánimo de acallar las críticas sobre el funcionamiento de la prevención y de los sistemas de alerta ante este inundaciones, el Gobierno británico anunciaba un esfuerzo de inversión en el horizonte de 2011 para mejorar las infraestructuras y encarar mejor este tipo de «amenazas naturales». Nuevamente una actuación dedicada a compensar daños, que no a corregir la política que está en el origen del problema. Porque si algo es innegable es que si se aspira a combatir seriamente un problema que acucia a todo el Planeta es obligado impulsar ya un cambio de modelo energético. En este sentido, la apuesta del Gobierno laborista de construir una nueva generación de centrales nucleares, anunciada por el propio Brown al Parlamento a primeros de este mismo mes, es del todo incoherente si la vocación del premier laborista es proteger a sus conciudadanos de fenómenos tras los que asoma la «huella humana».