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CRíTICA cine

«Cuatro minutos»

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Mikel INSAUSTI

Dentro de los jóvenes realizadores que están colaborando al resurgir del cine alemán, Chris Kraus es el que ha conseguido una película más brillante. El título de «Cuatro minutos» se refiere al tiempo justo que conlleva una oportunidad de lucimiento, que no debe ser desperdiciada por el artista cuya vida peligra en el intento. Esos contados minutos constituyen el clímax musical y narrativo de la película, pero para llegar a tal punto culminante, espectacular y catárquico, ha habido que mantener la tensión dramática durante casi dos horas. Un «tour de force» cinematográfico que no surge de la nada, sino que responde a una laboriosa preparación por parte de un Chris Kraus, que ha llegado a dedicar a este segundo largometraje más de ocho años de su vida. De ahí que haya que hablar de una brillantez muy trabajada, en respuesta a la exigencia del propio tema de la película: la genialidad innata. Por paradójico que pueda parecer, para retratar a un gran talento, si se quiere estar a la altura, no queda más remedio que esforzarse al máximo.

La mayor lección que se desprende de una película tan didáctica como «Cuatro minutos», es la de que un diamante en bruto necesita ser pulido. Ahora bien, nadie puede enseñar a una niña prodigio lo que es el virtuosismo, porque lo lleva consigo y ha nacido dominando todo cuanto hace falta para desarrollar una técnica instrumental perfecta. La función del docente, por mucho que se trate de una formadora de concertistas, deberá cuidar otros aspectos del crecimiento personal de la alumna, a fin de que no interfieran en su concentración musical. En consecuencia la principal tarea de la anciana profesora de piano será la de motivar a su rebelde pupila, ya que a la hora de tocar la chica no necesita de ninguna ayuda externa. En cambio, se revela como la víctima propicia de una presión familiar que le ha conducido a la automarginación y a la rebeldía social, por lo que reclama la debida atención en forma de un profundo y regenerador contacto humano.

La estrecha relación que se establece entre la octogenaria Frau Krüger y la joven Jenny recoge en su representación una rica tradición teatral, que enlaza con «El milagro de Ana Sullivan», de William Gibson, y con «La calumnia», de Lillian Hellman. De la primera toma lo relativo al establecimiento de una comunicación entre la enseñante y su violenta alumna, todavía por educar y civilizar. De la segunda rescata la singularidad de la atracción entre mujeres dentro de un ambiente cerrado, que en este caso es un presidio, como podía haber sido otro tipo de internado sujeto a una disciplina y a una falta de libertad. A medida que la película avanza el personaje que en principio parecía más gris, Frau Krüger, va ganando en matices y se va enriqueciendo.

El recurso intermitente del «flash-back» permite descubrir que ella es también una prisionera, atada a un pasado que se remonta a un prohibido amor lésbico durante el nazismo, y que permite concluir que su encierro es voluntario a la espera de una causa que la redima. La interpretación de la veterana Monica Bleibtreu resume e interioriza todo ese dolor acumulado, a la vez que deja entrever una última esperanza reflejada en el joven rostro de su compañera de reparto Hannah Herzsprung.

La reverencia final que la discípula dedica a la maestra, viniendo de un carácter tan indomable, debe ser tomada como una señal de reconocimiento a su labor de seis décadas, las que trabajó en una institución penal berlinesa el personaje real.

Ficha

Título original: «Vier minuten».

Intérpretes: Monica Bleibtreu, Hannah Herzsprung, Sven Pippig, Richy Müller, Jasmin Tabatabai, Stefan Kurt, Vadim Glowna, Nadja Uhl.

País: Alemania, 2006.

Duración: 113 minutos.

Género: Drama carcelario.

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