Si tiene que ser un hervidero de juventud artística y su acoplamiento a las lides orquestales-sinfónicas, proyectadas a un futuro cercano, su aproximación delicada a las «Diez Melodías Vascas» del gasteiztarra Jesús Guridi, a través de la sexta melodía «Amorosa», de calidad emocional incontestable, y la valiente programación de la Sinfonía nº 6, denominada «Patética», feliz y conclusiva obra póstuma del más romántico ruso P.I. Tchaikovsky, creador de inolvidables melodías, que ensanchan el corazón y a veces lo compri- men estrujándolo, se han programado certeramente como referente de su capacidad interpretativa.

Es verdad que su juventud rebosa vitalidad tímbrica, además de línea interpretativa concluyente, y por tanto estas delicias musicales de ambos autores tan famosos expuestas con entendimiento y cierta fruición, les acercan a futuros conjuntos orquestales exigentes, tratando de saborear matices y melodías de encanto que llevan consigo emoción y sentimiento.

Los timbres propios de cuerdas, maderas, vientos y percusión, resonaron en el amplio palacio Euskalduna. La batuta seria de J.J. Ocón intentó conseguir la lamentosa exposición de un Tchaikovsky herido por la caída vital de gente cercana y plasmar con su melodiar vario la situación anímica tan celebrada de un gran compositor. Un público entregado a-plaudió incansable, y degustó a su vez la propina preparada para el viaje de la EGO a la Toscana italiana: La canción popularizada por Luciano Pavarotti «Mama», tan sentida y aceptada en formato orquestal.