El presidente del Gobierno español es persistente en su vocación de ejercer de optimista, aunque en el pasado esa obsesión de salir a la palestra con «buenas noticias», sin contar con hechos que avalen sus palabras, le haya dado algún que otro disgusto.

José Luis Rodríguez Zapatero se va de vacaciones diciendo a sus ciudadanos que «España va bien». Como Aznar. Y podría decir aquello de que «en un año estaremos mejor», pero por si acaso se queda en la autocomplacencia del presente. La economía va bien. La suya y, según nos dicen, la de la «zona euro», la de EEUU, la de la OCDE... por citar algunos estamentos que mantienen sus perspectivas de crecimiento al alza. Como nada apunta a que con Zapatero el Estado español se haya convertido en la locomotora de la economía mundial, habrá que constatar que sigue los indicadores generales. Ello sin obviar que cuando se baja al análisis de la economía social las pagas de 2.500 euros por nuevo hijo no encubren las altas tasas de temporalidad, de subcontratación y de siniestralidad laboral que atesora el Estado español. Por lo que nos toca, lo grave es que el líder del PSOE se apunte también al autoelogio aznarista en la cuestión vasca. Se felicita al «amigo Fillon» por los golpes a ETA y poco más. Pero, eso sí, un pesado silencio cuando se le pregunta si sólo con Policía «se podrá acabar con el problema».