El «nuevo ciclismo» ya es muy viejo
J.M. URIBARRI
Dicen los gurús que no habrá sitio a la sombra del «nuevo ciclismo» para los «tramposos». Sin embargo, nada de lo sucedido a lo largo del presente Tour es realmente nuevo, ni los llamamientos de los inquisidores pidiendo sanciones de por vida -pese a aumentar la relación de individuos dispuestos a lapidar al incauto-, ni tampoco la enorme hipocresía que rodea al ciclismo, que es mucha, y ni mucho menos el dopaje.
¿Hacia adónde va el ciclismo? No existe una respuesta convincente, pero si los antecedentes no invitaban al optimismo, el ciclismo ha sido capaz de sortear problemas incluso mayores hasta llegar al actual momento. El Tour lo sabe mejor que nadie.
Hace casi una década, en 1998, la detención de Willy Woet, masajista del equipo Festina, con grandes cantidades de diversas sustancias, provocaba un escándalo sin precedentes, con la expulsión del Festina y la retirada de los equipos españoles, entre otros incidentes. La prensa, especialmente L'Equipe, trató a los ciclistas como a auténticos delincuentes. La cruzada iniciada entonces por los organizadores en nombre de la «renovación y de la credibilidad de nuestro deporte», es muy similar a la que estos días se ha vivido en la carrera francesa. No obstante, pasado un tiempo la vuelta a la normalidad era absoluta. ¿Quién se acuerda del «caso Festina»? Diez años después, sin embargo, el escándalo se repite, aunque en esta ocasión no se corresponde con lo ocurrido -sólo dos positivos y la rastrera expulsión del líder tras una sucia persecución-. Lo mejor, sin embargo, es cuando se repite lo de «golpe al Tour» cuando un ciclista da positivo. El pobre diablo sabe que se quedará sin trabajo, y los mandamases del Tour seguirán oteando el horizonte desde sus coches.
Por cierto, esta vez la prensa española no presiona a sus ciclistas para que se vayan a casa.