Estoy de vacaciones mientras escribo estas líneas. En un locutorio de la oficina de turismo de un pequeño pueblo almeriense, a bajo cero. Solamente el pensar en salir a la calle me produce vahídos e inconsciencia. Del suelo, a través del cristal, emerge el mismo efecto óptico que provocan las estufas de gas encendidas al máximo, en las que la densidad del aire varía y parece que este se ondulara hacia arriba como un mar semi en calma. Y digo yo: si puedo mantenerme en pie, seguir de vacaciones y enviarles este artículo hablándoles de la televisión, ¿qué sentido tiene NO estar de vacaciones el resto del año? Estoy por descubrirlo. Pero una de las razones de peso bien podría ser la insoportable pesadez de la programación televisiva del verano. Almería es el trozo de continente europeo más parecido a África en todos sus aspectos. Y no lo digo yo: Lo dicen los folletos turísticos. Los estudios geo-socio-políticos. Los antropólogos. Pero sobre todo una orografía nortafricana por donde un día seguramente se desprendió la península y no desde Orbaitzeta como predijera (o posdijera) José Saramago en «La balsa de piedra». Mientras tanto, Ramón García y Jesús Vázquez se hacen eco de la insuperable supina ignorancia de los concursantes de dos programas cada cual más temerariamente estúpido. En «Nadie es perfecto» (infausto título del último programa que despeñara a Urrrusolo de TVE) compiten nada más y nada menos que dos representativos grupos sociales divididos en: a) guapos, b) inteligentes.

Los primeros cumplen las reglas 90-60-90 pero no saben quién es Ségolène Royal, Alfred Hitchcock, Camilo José Cela, Tim Burton... Y los segundos son torpes para mantenerse sobre un pie durante un minuto. Es indigesto y peligroso. El segundo concurso enfrenta a un adulto contra un niño de primaria. Supongo que ya han adivinado a quién favorece el marcador en este último. Efectivamente, a los menores (¡y luego hablan de la pederastia!). Lo peor de todo es que a ningún adulto parece avergonzarle el desconocimiento absoluto acerca de lo más trivial si hay dinero por medio.