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Un campeón que no ha tenido un camino de rosas

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U.I. |

Alberto Contador es un elegido. Porque el Tour sólo lo ganan los grandes. Es la carrera más grande por su eco mediático, y Contador la ha hecho suya con 24 años. Tiene una genética privilegiada. Ésa es la base de su triunfo, también entrenar y el sacrificio, pero su secreto reside en sus extraodinarias cualidades físicas, igual que Armstrong, Indurain o Pantani. La prensa le compara con el navarro, pero, sin duda, se parece más al estadounidense y al italiano.

Una estela y un testigo que recogió en Plateau de Beille, una cima donde sólo habían ganado Armstrong y Pantani. La última etapa que culminó ayer una trayectoria ascendente desde que empezó a competir en cadetes.

Coqueteó con el fútbol y el atletismo hasta que se decidió por el ciclismo gracias a la afición de su hermano mayor y por la libertad que le ofrecía la bicicleta. Podía volar, igual que los jilgueros que cuida en Pinto. Contador tiene cuatro hermanos, Javier, Alicia, Raúl y Francisco; Raúl sufre de parálisis cerebral. Un túnel en el que a punto estuvo de desembocar en la primera etapa de la Vuelta a Asturias a 2004. Una caída le salvó la vida, aunque a punto estuvo de perderla cuando le aplicaron el tubo de Guedel para que no se tragara la lengua, y es que le descubrieron un cavernoma cerebral, una malformación genética de una arteria. Las imágenes en el asfalto de Contador tendido, con los ojos en blanco, fueron escalofriantes, quién iba a decir que tres años después iba a ganar el Tour. Operado de urgencia, dos placas de titanio y 70 grapas le recuerdan el calvario que pasó. Pero se reveló, y siete meses después de una asombrosa recuperación ganaba una etapa en el Tour Down Under. Pero el destino le tenía reservado otra sorpresa agradable. Manolo Saiz fue detenido en la Operación Puerto y el nombre del madrileño fue asociado al médico Eufemiano Fuentes.

Bruyneel le rescató y por fin la perla ha brillado con todo su esplendor. Es pronto para aventurar hasta dónde podrá llegar porque todavía tiene margen de mejora, en teoría.

Una joya que dejó sus destellos en Euskal Herria cuando Saiz le reclutó para la fábrica que Peio Garaialde dirigía en el Iberdrola. Residió en Beasain durante un año y venció en la Subida a Gorla, pero ante todo dejó una impronta de persona alegre y dicharachera, y sobre todo, de un gran ciclista que nunca se da por vencido y que lucha hasta la extenuación.

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